====== EL EMBLEMA DEL SAGRADO CORAZON ====== Sabido es que América del Norte constituye la tierra de predilección de las sociedades secretas y semisecretas, que pululan tanto como las sectas religiosas o seudorreligiosas de todo género, las cuales, por lo demás, se complacen a menudo en adoptar aquella forma. En esta necesidad de misterio, cuyas manifestaciones son a menudo harto extrañas, ¿ha de verse como una suerte de contrapeso del desarrollo excesivo del espíritu práctico, el cual, por otra parte, es considerado generalmente, con justicia, como una de las principales características de la mentalidad norteamericana? Nosotros lo creemos así, y vemos, efectivamente, en esos dos extremos tan singularmente asociados, dos productos de un único desequilibrio, que ha alcanzado su grado más alto en ese país, pero que, hay que decirlo, amenaza extenderse actualmente a todo el mundo occidental. Hechas estas observaciones generales, debe reconocerse que, entre las múltiples sociedades secretas norteamericanas habría que establecer muchas distinciones; sería un grave error imaginarse que todas tienen el mismo carácter y tienden al mismo objetivo. Hay algunas que se declaran específicamente católicas, como los "Caballeros de Colón"; también las hay judías, pero sobre todo protestantes; e inclusive en las que son neutras desde el punto de vista religioso, es a menudo preponderante el influjo del protestantismo. Es ésta una razón para desconfiar: la propaganda protestante es insinuante en extremo y adopta todas las formas para adaptarse a los diversos medios donde quiere penetrar; no es de sorprenderse, pues, si se ejerce de modo más o menos disimulado, bajo la cobertura de asociaciones como las mencionadas. Conviene señalar también que algunas de esas organizaciones tienen carácter poco serio, e inclusive harto pueril; sus pretendidos secretos son por entero inexistentes, y no tienen otra razón de ser sino excitar la curiosidad y atraer adherentes; el único peligro que representan las de este tipo, en suma, es que explotan y desarrollan ese desequilibrio mental al cual aludíamos al comienzo. Así, se ve a simples sociedades de socorros mutuos hacer uso de un ritual pretendidamente simbólico, más o menos imitado de las formas masónicas pero eminentemente fantasioso, que revela la completa ignorancia de sus autores acerca de los datos más elementales del verdadero simbolismo. Junto a estas asociaciones simplemente "fraternales", como dicen los norteamericanos, que parecen las de mayor difusión, hay otras que tienen pretensiones iniciáticas o esotéricas pero que, en su mayor parte, no merecen tomarse más en serio que las anteriores, aun siendo quizá más peligrosas en razón de esas pretensiones mismas, propias para engañar y extraviar a los ingenuos o mal informados. El título de "Rosacruz", por ejemplo, parece ejercer una seducción particularísima y ha sido adoptado por buen número de organizaciones cuyos jefes no tienen la menor nociónde lo que fueron los verdaderos Rosacruces; ¿y qué decir de las agrupaciones con rótulos orientales, o de aquellas que pretenden vincularse con antiguas tradiciones, y en las que no se encuentran expuestas, en realidad, sino las ideas más occidentales y modernas? Entre viejas notas concernientes a algunas de estas organizaciones, hemos redescubierto una que nos ha llamado la atención y que, a causa de una de las frases que contiene, nos ha parecido merecer reproducirse aquí, aunque los términos sean muy poco claros y dejen subsistir duda sobre el sentido preciso que conviene atribuirles. He aquí, exactamente reproducida, la nota de que se trata, referente a una sociedad titulada Order of Chylena, sobre la cual, por lo demás, no tenemos más información (Es la traducción de una noticia extraída de un folleto titulado Arcane Associations, editada por la "Societas Rosicruciana" de Norteamérica Manchester, N H, 1905)): Esta orden fue fundada por Albert Staley, en Filadelfia (Pensilvania), en 1879. Su manual tiene por título The Standart United States Guide. La orden tiene cinco puntos de compañerazgo, derivados del verdadero punto E Pluribus Unum (divisa de Estados Unidos). Su estandarte lleva las palabras Evangel y Evangeline, inscriptas en estrellas de seis puntas. La Filosofia de la vida universal parece ser su estudio fundamental, y la palabra perdida del Templo es un elemento de ella. Ethiopia, Ella, es la Desposada; Chylena, Él, es el Redentor. El "Yo Soy" parece ser el (aquí un signo formado por dos círculos concéntricos). "Veis este Sagrado Corazón; el contorno os muestra ese Yo (El texto inglés dice: "You see this Sacred Heart; the outline shows you that I") llamado Chylena". A primera vista, parece difícil descubrir en esto nada neto ni aun inteligible: se encuentran, por cierto, algunas expresiones tomadas del lenguaje masónico, como los "cinco puntos de compañerazgo" y la "palabra perdida del Templo"; se encuentra también un símbolo muy conocido y de uso muy general, el de la estrella de seis puntas o "sello de Salomón", sobre la cual hemos tenido oportunidad de hablar aquí ( "Le Chrisme et le Coeur dans les anciennes marques corporatives". (cf cap L: "Los símbolos de la analogía")); se reconoce además la intención de dar a la organización un carácter propiamente norteamericano; pero, ¿qué puede significar todo el resto? Sobre todo, ¿qué significa la última frase?; ¿y debe verse en ella el indicio de alguna contrahechura del Sagrado Corazón, como aquellas sobre las cuales L Charbonneau-Lassay ha informado anteriormente a los lectores de Regnabit? ( "Les Représentations blasphématoires du Coeur de Jésus", agosto-septiembre de 1924) Debemos confesar que no hemos podido descubrir hasta ahora lo que significa el nombre Chylena, ni cómo puede empleárselo para designar al "Redentor", ni aun en qué sentido, religioso o no, debe entenderse esa palabra. Parece, empero, que en la frase donde se trata de la "Desposada" y el "Redentor" haya una alusión bíblica, probablemente inspirada en el Cantar de los Cantares; y es harto extraño que ese mismo "Rendentor" nos muestre su Sagrado Corazón (¿es en realidad su corazón?) como si fuera verdaderamente el mismo Cristo; pero, una vez más, ¿por qué el nombre de Chylena? Por otra parte, cabe preguntarse qué tiene que ver en todo ello el nombre de Evangeline, la heroína del célebre poema de Longfellow; pero parece tomárselo como una forma femenina de Evangel, junto al cual se lo coloca; ¿es la afirmación de un espíritu "evangélico" en el sentido un tanto especial en que lo entienden las sectas protestantes, las cuales tan a menudo se ornan con ese título? Por último, si el nombre de Ethiopia se aplica a la raza negra, como es la interpretación más natural (El "Nigra sum, sed formosa" del Cantar de los Cantares justificaría quizá el hecho de que este apelativo se aplique a la 'Desposada'), quizás habría de concluirse que la "redención" más o menos "evangélica" (es decir, protestante) de ésta es uno de los objetivos que se proponen los miembros de la asociación. De ser así, la divisa E Pluribus Unum podría interpretarse lógicamente en el sentido de una tentativa de aproximación, si no de fusión, entre las razas diversas que constituyen la población de Estados Unidos, cuyo antagonismo natural siempre las ha separado tan profundamente, ésta no es sino una hipótesis, pero por lo menos no tiene nada de inverosímil. Si se trata de una organización de inspiración protestante, no es ésta suficiente razón para suponer que el emblema del Sagrado Corazón se tome en ella desviado de su significación verdadera; algunos protestantes, en efecto, tienen hacia el Sagrado Corazón una devoción sincera y real (Ya hemos citado el ejemplo del capellán de Cromwell, Thomas Goodwin, que consagró un libro a la devoción del Corazón de Jesús ("Le Chrisme et le Coeur dans les anciennes marques corporatives", en Reg., noviembre de 1925, p 402, n° 1)). Empero, en el caso presente, la mezcla de ideas heterogéneas que atestiguan las líneas que hemos reproducido nos incita a desconfiar; nos preguntamos qué puede ser esa Filosofía de la vida universal que parece centrarse en el principio del "Yo Soy" (I am). Todo esto, sin duda, podría entenderse en un sentido muy legítimo, e inclusive vincularse en cierto modo con la concepción del corazón como centro del ser; pero, dadas las tendencias del espíritu moderno, del cual la mentalidad norteamericana es la expresión más completa, mucho es de temer que ello no se tome sino en el sentido por completo individual (o "individualista", si se prefiere) y puramente humano. Sobre esto queremos llamar la atención para terminar el examen de esa especie de enigma. La tendencia moderna, tal como la vemos afirmarse en el protestantismo, es en primer lugar la tendencia al individualismo, que se manifiesta claramente en el "libre examen", negación de toda autoridad espiritual legítima y tradicional. Ese individualismo, desde el punto de vista filosófico, se afirma igualmente en el racionalismo, que es la negación de toda facultad de conocimiento superior a la razón, es decir, al modo individual y puramente humano de la inteligencia; y ese racionalismo, en todas sus formas, ha emanado más o menos directamente del cartesianismo, al cual, de modo muy natural, nos recuerda ese "Yo Soy", y que toma al sujeto pensante y nada más como único punto de partida de toda realidad. El individualismo, así entendido en el orden intelectual, tiene por consecuencia casi inevitable lo que podría llamarse una "humanización" de la religión, que acaba por degenerar en "religiosidad", es decir, por no ser ya sino simple cuestión de sentimiento, un conjunto de aspiraciones vagas y sin objeto definido; el sentimentalismo, por lo demás, es, por así decirlo, complementario del racionalrsmo (Ver "Le Coeur rayonnant et le Coeur enflammé" (aquí, cap LXIX: "El Corazón irradiante y el Corazón en llamas")). Aun sin hablar de concepciones tales como la de la "experiencia religiosa" de William James, sería fácil encontrar ejemplos de esa desviación más o menos acentuada en la mayoría de las múltiples variedades del protestantismo, y especialmente del protestantismo anglosajón, cuyo dogma se disuelve en cierto modo y se desvanece para no dejar subsistir sino ese "moralismo" humanitario cuyas manifestaciones más o menos ruidosas son uno de los rasgos característicos de nuestra época. De ese "moralismo" que es la culminación lógica del protestantismo al "moralismo" puramente laico e "irreligioso" (por no decir antirreligioso) no hay sino un paso, y algunos lo dan con harta facilidad; no se trata, en suma, sino de grados diferentes en el desarrollo de una misma tendencia. En tales condiciones, no es de sorprender que a veces se haga uso de una terminología y un simbolismo cuyo origen es propiamente religioso pero que se encuentran despojados de este carácter y desviados de su significación primera, y pueden engañar fácilmente a quienes no están sobreaviso de esa deformación; que ese engaño sea intencional o no, el resultado es el mismo. Así, se ha contrahecho la figura del Sagrado Corazón para representar el "Corazón de la Humanidad" (entendida, por lo demás, en sentido exclusivamente colectivo. y social), como lo ha señalado L Charbonneau-Lassay en el artículo antes aludido, en el cual citaba a este propósito un texto donde se habla "del Corazón de María que simboliza el corazón maternal de la Patria humana, corazón femenino, y del Corazón de Jesús que simboliza el corazón paternal de la Humanidad, corazón masculino; corazón del hombre, corazón de la mujer, ambos divinos en su principio espiritual y natural" (Cita de L'Écho de l'Invisible (1917), en "Les Représentations blasphématoires du Coeur de Jésus", Reg., agosto-septiembre de 1924, pp 192-93). No sabemos bien por qué este texto nos ha vuelto irresistiblemente a la memoria en presencia del documento relativo a la sociedad norteamericana de la que acabamos de hablar; sin poder mostrarnos absolutamente afirmativos al respecto, tenemos la impresión de encontrarnos en su caso ante algo del mismo género. Como quiera que fuere, ese modo de disfrazar al Sagrado Corazón como "Corazón de la Humanidad" constituye, propiamente hablando, una forma de "naturalismo", y arriesga degenerar bien pronto en una grosera idolatría; la "religión de la Humanidad" no es, en la época contemporánea, monopolio exclusivo de Auguste Comte y de algunos de sus discípulos positivistas, a los cuales ha de reconocerse por lo menos el mérito de haber expresado francamente lo que otros envuelven en fórmulas pérfidamente equívocas. Hemos señalado ya las desviaciones que en nuestros días algunos imponen corrientemente al mismo término "religión", aplicándolo a cosas puramente humanas (Ver nuestra comunicación "Sur la réforme de la mentalité moderne" (aquí, cap I)); este abuso, a menudo inconsciente, ¿no será el resultado de una acción perfectamente consciente y deliberada, acción ejercida por aquellos, quienesquiera que fueren, que han asumido la tarea de deformar sistemáticamente la mentalidad occidental desde los comienzos de los tiempos modernos? A veces está uno tentado de creerlo así, sobre todo cuando se ve, como ocurre desde la última guerra ( (Recordemos que el presente articulo fue publicado en 1927)), instaurarse por todas partes una especie de culto laico y "cívico", una seudorreligión de la cual está ausente toda idea de lo Divino; no queremos insistir más por el momento, pero sabemos que no somos los únicos que ven en ello un síntoma inquietante. Lo que diremos para concluir esta vez es que todo ello depende de una misma idea central, que es la divinización de lo humano, no en el sentido en que el cristianismo permite encararlo de cierta manera, sino en el sentido de una sustitución de Dios por la humanidad; siendo así, es fácil comprender que los propagadores de tal idea procuren apoderarse del emblema del Sagrado Corazón para hacer de esa divinización de la humanidad una parodia de la unión de las dos naturalezas, ¿divina y humana, en la persona de Cristo.