CAPÍTULO XVIII — LA REABSORCIÓN DE LAS FACULTADES INDIVIDUALES
“Cuando un hombre está cerca de morir, la palabra, seguida del resto de las diez facultades externas ( las cinco facultades de acción y las cinco facultades de sensación, manifestadas exteriormente por medio de los órganos corporales correspondientes, pero no confundidas con estos órganos mismos, puesto que se separan de ellos aquí ) ( La palabra se enumera la última cuando estas facultades se consideran en su orden de desarrollo; por consiguiente, debe ser la primera en el orden de reabsorción, que es inverso de ese), se reabsorbe en el sentido interno ( manas ), ya que la actividad de los órganos exteriores cesa antes que la de esta facultad interior ( que es así la conclusión de todas las demás facultades individuales de que aquí se trata, del mismo modo que es su punto de partida y su fuente común ) ( Chhândogya Upanishad, 6 Prapâthaka, 8 Khanda, shruti 6). Ésta, de la misma manera, se retira a continuación al “soplo vital” ( prâna ), acompañada igualmente de todas las funciones vitales ( los cinco vâyus, que son modalidades de prâna, y que retornan así al estado indiferenciado ), ya que estas funciones son inseparables de la vida misma; y, por lo demás, la misma retirada del sentido interno se observa también en el sueño profundo y en el desvanecimiento extático ( con cesación completa de toda manifestación exterior de la consciencia )”. No obstante, agregamos que esta cesación no implica siempre, de una manera necesaria, la suspensión total de la sensibilidad corporal, que es una suerte de consciencia orgánica, si puede decirse, aunque la consciencia individual propiamente dicha no tenga entonces ninguna parte en las manifestaciones de ésta, con la cual ya no comunica como eso tiene lugar normalmente en los estados ordinarios del ser vivo; y la razón de ello es fácil de comprender, puesto que, a decir verdad, ya no hay consciencia individual en los casos de que se trata, dado que la consciencia verdadera del ser se ha transferido a otro estado, que es en realidad un estado supraindividual. Esta consciencia orgánica a la que acabamos de hacer alusión no es una consciencia en el verdadero sentido de esta palabra, pero participa de ella de alguna manera, puesto que debe su origen a la consciencia individual de la que es como un reflejo; separada de ésta, ya no es más que una ilusión de consciencia, pero puede presentar todavía su apariencia para aquellos que no observan las cosas más que desde el exterior ( Es así como, en una operación quirúrgica, la anestesia más completa no impide siempre los síntomas exteriores del dolor), del mismo modo que, después de la muerte, la persistencia de algunos elementos psíquicos más o menos disociados puede ofrecer la misma apariencia, y no menos ilusoria, cuando les es posible manifestarse, así como lo hemos explicado en otras circunstancias ( La consciencia orgánica que acabamos de tratar entra naturalmente en lo que los psicólogos llaman la “subconsciencia”; pero su gran error consiste en creer que han explicado suficientemente eso a lo que, en realidad, se han limitado a darle una simple denominación, bajo la cual colocan por lo demás los elementos más disparatados, sin poder hacer siquiera la distinción entre lo que es verdaderamente consciente a algún grado y lo que no tiene más que su apariencia, como tampoco entre el “subconsciente” verdadero y el “superconsciente”, queremos decir, entre lo que procede de estados respectivamente inferiores y superiores en relación al estado humano).
“El “soplo vital”, acompañado igualmente de todas las demás funciones y facultades ( ya reabsorbidas, y que no subsisten en él más que como posibilidades, puesto que en adelante han vuelto de nuevo al estado de indiferenciación del que habían debido salir para manifestarse efectivamente durante la vida ), se retira a su vez al “alma viva” ( jîvâtmâ, manifestación particular del “Sí mismo” en el centro de la individualidad humana, como se ha visto precedentemente, y que se distingue del “Sí mismo” mientras esta individualidad subsiste como tal, aunque esta distinción sea por lo demás completamente ilusoria al respecto de la realidad absoluta, donde no hay nada más que el “Sí mismo” ); y es esta “alma viva” la que ( como reflejo del “Sí mismo” y principio central de la individualidad ) gobierna el conjunto de las facultades individuales ( consideradas en su integralidad, y no solo en lo que concierne a la modalidad corporal ) ( Se puede destacar que prâna, aunque se manifiesta exteriormente por la respiración, es en realidad diferente de ésta, ya que sería evidentemente ininteligible decir que la respiración, que es una función fisiológica, se separa del organismo y se reabsorbe en el “alma viva”; recordaremos también que prâna y sus modalidades diversas pertenecen esencialmente al estado sutil). Como los servidores de un rey se juntan alrededor de él cuando está a punto de emprender un viaje, así todas las funciones vitales y las facultades ( externas e internas ) del individuo se juntan alrededor del “alma viva” ( o más bien se juntan en ella misma, de quien proceden todas, y en la que se reabsorben ) en el último momento ( de la vida en el sentido ordinario de esta palabra, es decir, de la existencia manifestada en el estado grosero ), cuando esta “alma viva” va a retirarse de su forma corporal” ( Brihad-Âranyaka Upanishad, 4 Adhyâya, 3er Brahmana, shruti 38). Acompañada así por todas sus facultades ( puesto que las contiene y las conserva en sí misma a título de posibilidades ) ( Por lo demás, una facultad es propiamente un poder, es decir, una posibilidad, que, en sí misma, es independiente de todo ejercicio actual), se retira a una esencia individual luminosa ( es decir, a la forma sutil, que se asimila a un vehículo ígneo, como lo hemos visto a propósito de Taijasa, la segunda condición de Âtmâ ), compuesta de los cinco tanmâtras o esencias elementales suprasensibles ( como la forma corporal está compuesta de los cinco bhûtas, o elementos corporales y sensibles ), a un estado sutil ( por oposición al estado grosero, que es el de la manifestación exterior o corporal, cuyo ciclo ha terminado ahora para el individuo considerado ).
“Por consiguiente ( en razón de este paso a la forma sutil, considerada como luminosa ), el “soplo vital” se dice que se retira a la Luz, sin que sea menester entender el principio ígneo de una manera exclusiva ( ya que, en realidad, se trata de una reflexión individualizada de la Luz inteligible, reflexión cuya naturaleza es en el fondo la misma que la de la “mente” durante la vida corporal, y que implica como soporte o vehículo una combinación de los principios esenciales de los cinco elementos ), y sin que esta retirada se efectúe necesariamente por una transición inmediata, de la misma manera en que se dice que un viajero va de una ciudad a otra, aunque, en realidad, pasa sucesivamente por una o varias ciudades intermediarias”.
“Esta retirada o este abandono de la forma corporal ( tal como se ha descrito hasta aquí ) es por lo demás común al pueblo ignorante ( avidwân ) y al Sabio contemplativo ( vidwân ), hasta el punto donde comienzan para uno y para el otro sus vías respectivas ( y en adelante diferentes ); y la inmortalidad ( amrita, no obstante sin que se obtenga desde entonces la Unión inmediata con el Supremo Brahma ) es el fruto de la simple meditación ( upâsanâ, cumplida durante la vida sin haber sido acompañada por una realización efectiva de los estados superiores del ser ), mientras las trabas individuales, que resultan de la ignorancia ( avidyâ ), todavía no pueden ser completamente destruidas” ( Brahma-Sûtras, 4 Adhyâya, 2 Pâda, sûtras 1 a 7).
Hay lugar a hacer una precisión importante sobre el sentido en el que debe entenderse la “inmortalidad” de que se trata aquí: en efecto, hemos dicho en otra parte que la palabra sánscrita amrita se aplica exclusivamente a un estado que es superior a todo cambio, mientras que, por la palabra correspondiente, los occidentales entienden simplemente una extensión de las posibilidades del orden humano, que consiste en una prolongación indefinida de la vida ( lo que la tradición extremo oriental llama “longevidad” ), en condiciones transpuestas de una cierta manera, pero que permanecen siempre más o menos comparables a las de la existencia terrestre puesto que conciernen igualmente a la individualidad humana. Ahora bien, en el caso presente, se trata de un estado que es todavía individual, y sin embargo se dice que la inmortalidad puede ser obtenida en este estado; eso puede parecer contradictorio con lo que acabamos de recordar, ya que se podría creer que no se trata más que de la inmortalidad relativa, entendida en el sentido occidental; pero no hay nada de eso en realidad. Es verdad que la inmortalidad, en el sentido metafísico y oriental, para ser plenamente efectiva, no puede alcanzarse sino más allá de todos los estados condicionados, individuales o no, de tal suerte que, dado que es absolutamente independiente de todo modo de sucesión posible, se identifica a la Eternidad misma; así pues, sería completamente abusivo dar el mismo nombre a la “perpetuidad” temporal o a la indefinidad de una duración cualquiera; pero no es así como es menester entenderlo. Se debe considerar que la idea de “muerte” es esencialmente sinónima de cambio de estado, lo que, como ya lo hemos explicado, es su acepción más extendida; y, cuando se dice que el ser ha alcanzado virtualmente la inmortalidad, eso se comprende en el sentido de que ya no tendrá que pasar a otros estados condicionados, diferentes del estado humano, o recorrer otros ciclos de manifestación. No es todavía la “Liberación” actualmente realizada, y por la que se haría efectiva la inmortalidad, puesto que las “trabas individuales”, es decir, las condiciones limitativas a las que el ser está sometido, no están enteramente destruidas; pero es la posibilidad de obtener esta “Liberación” a partir del estado humano, en el prolongamiento en el que el ser se encuentra mantenido por toda la duración del ciclo al que pertenece este estado ( lo que constituye propiamente la “perpetuidad” ) ( NA: La palabra griega aionios significa realmente “perpetuo” y no “eterno”, ya que se deriva de aion ( idéntico al latín aevum ), que designa un ciclo indefinido, lo que, por lo demás, era también el sentido primitivo del latín saeóculum, “siglo”, por el cual se traduce a veces), de tal suerte que pueda estar comprendido en la “transformación” final que se cumplirá cuando este ciclo esté acabado, y que hará retornar todo lo que se encuentre entonces implicado en él al estado principial de no manifestación ( Habría que hacer precisiones sobre la traducción de esta “transformación” final a lenguaje teológico en las religiones occidentales, y en particular sobre la concepción del “Juicio final” que se vincula a ella muy estrechamente; pero eso necesitaría explicaciones demasiado extensas y una puesta a punto muy compleja como para que sea posible detenernos en ello aquí, tanto más cuanto que, de hecho, el punto de vista propiamente religioso se limita a la consideración del fin de un ciclo secundario, más allá del cual todavía puede tratarse de una continuación de existencia en el estado individual humano, lo que no sería posible si se tratara de la integralidad del ciclo al que pertenece este estado. Eso no quiere decir, por lo demás, que no pueda hacerse la transposición partiendo del punto de vista religioso, así como lo hemos indicado más atrás para la “resurrección de los muertos” y el “cuerpo glorioso”; pero, prácticamente, no se hace por aquellos que se atienen a las concepciones ordinarias y “exteriores”, y para quienes no hay nada más allá de la individualidad humana; volveremos de nuevo sobre ello a propósito de la diferencia esencial que existe entre la noción religiosa de la “salvación” y la noción metafísica de la “Liberación”). Por eso es por lo que se da a esta posibilidad el nombre de “Liberación diferida” o de “Liberación por grados” ( krama mukti ), porque no será obtenida así sino por medio de etapas intermediarias ( estados póstumos condicionados ), y no de una manera directa e inmediata como en los otros casos de los que se hablará más adelante ( No hay que decir que la “Liberación diferida” es la única que pueda considerarse para la inmensa mayoría de los seres humanos, lo que no quiere decir, por lo demás, que todos llegarán a ella indistintamente, puesto que es menester considerar el caso donde el ser, que no ha obtenido siquiera la inmortalidad virtual, debe pasar a otro estado individual, en el que tendrá naturalmente la misma posibilidad de alcanzar la “Liberación” que en el estado humano, pero también, si puede decirse, la misma posibilidad de no alcanzarla).