En estos últimos tiempos, nos ha sorprendido mucho constatar que algunos de quienes pensábamos no obstante que habrían debido comprender mejor lo que hemos expuesto en varias ocasiones sobre la iniciación, cometían todavía sobre este tema bastantes extrañas equivocaciones, que dan testimonio de nociones completamente inexactas sobre cuestiones que, sin embargo, son relativamente simples. Es así como, concretamente, hemos oído emitir la aserción, perfectamente inexplicable por parte de cualquiera que posee o que debería poseer algún conocimiento de estas cosas, de que, entre el estado espiritual de un iniciado que ha «entrado en la vía» simplemente y el «estado primordial», no existe ningún grado intermediario. La verdad es que, al contrario, existe un gran número de ellos, ya que el camino de los «misterios menores», que desemboca en el «estado primordial», es ciertamente muy largo de recorrer, y de hecho, bien pocos llegan hasta su término; ¿cómo se podría sostener pues que todos los que están en este camino están realmente en el mismo punto, y que no hay quienes han llegado a diferentes etapas del mismo? Por lo demás, si ello fuera así, ¿cómo sería posible que las formas iniciáticas que se refieren propiamente a los «misterios menores» comprendan generalmente una pluralidad de grados, por ejemplo tres en algunas, siete en otras, para limitarnos a los casos más conocidos, y a qué podrían corresponder estos grados? Hemos citado también una enumeración taoísta en la que, entre el estado del «hombre sabio» y el del «hombre verdadero», se hace mención de otros dos grados intermediarios (NA: Ver La Gran Triada, cap XVIII ); ese ejemplo es incluso particularmente claro, puesto que el «estado primordial», que es el del «hombre verdadero», está expresamente situado allí en el cuarto grado de una jerarquía iniciática. En todos los casos, y de cualquier manera que se repartan, esos grados no pueden, teóricamente al menos, o simbólicamente si se quiere, cuando se trata de una iniciación simplemente virtual, representar nada más que las diferentes etapas de una iniciación efectiva, etapas a las cuales corresponden necesariamente otros tantos estados espirituales distintos, estados de los cuales las etapas en cuestión son la realización sucesiva; si ello fuera de otro modo, estarían enteramente desprovistos de toda significación. En realidad, los grados intermediarios de la iniciación pueden ser incluso en multitud indefinida, y debe entenderse bien que los que existen en una organización iniciática jamás constituyen más que una suerte de clasificación más o menos general y «esquemática», limitada a la consideración de algunas etapas principales o más claramente caracterizadas, lo que explica por lo demás la diversidad de esas clasificaciones (NA: Ver Apercepciones sobre la Iniciación, cap XLIV ). No hay que decir que, incluso si una organización iniciática, por una razón cualquiera de «método», no confiere grados claramente distintos y marcados por ritos particulares a cada uno de ellos, eso no impide que las mismas etapas existan forzosamente para aquellos que le están vinculados, al menos desde que pasan a la iniciación efectiva, ya que no hay ningún medio que permita alcanzar directamente la meta. Podemos presentar también las cosas de una manera diferente, que las hace quizás aún más «tangibles»: hemos explicado la iniciación a los «misterios menores», que toma naturalmente al hombre tal como es en su estado actual, le hace en cierto modo remontar el ciclo recorrido en el sentido descendente por la humanidad en el curso de su historia, a fin de conducirle finalmente hasta el «estado primordial» mismo (NA: Ver Apercepciones sobre la Iniciación, cap XXXIX ). Ahora bien, es evidente que entre éste y el estado presente de la humanidad, ha habido muchas etapas intermedias, como lo prueba la distinción tradicional de las cuatro edades, en el interior de cada una de las cuales habría lugar por lo demás a establecer todavía subdivisiones; la degeneración espiritual no se ha producido de un solo golpe, sino por etapas sucesivas, y, lógicamente, la regeneración no puede operarse más que recorriendo las mismas etapas en sentido inverso, y aproximándose así gradualmente al «estado primordial» que se trata de reconquistar. Comprenderíamos mejor que pueda creerse que no hay grados distintos en el recorrido de los «misterios mayores», es decir, entre el estado del «hombre verdadero» y el del «hombre transcendente»; sería igualmente falso, pero al menos esta ilusión sería más fácilmente explicable. Sin embargo, hay múltiples estados supraindividuales, entre los cuales los hay que están en realidad muy alejados del estado incondicionado, únicamente en el cual, se realiza la «Liberación» o la «Identidad Suprema»; pero, desde que un ser ha rebasado el «estado primordial» para alcanzar un estado supraindividual cualquiera que sea, quienquiera que está todavía en el estado individual humano le pierde de vista en cierto modo, como un observador cuya vista estuviera limitada a un plano horizontal no podría conocer de una vertical más que su único punto de encuentro con ese plano, escapándosele necesariamente todos los demás. Ese punto, que corresponde propiamente al «estado primordial», es pues al mismo tiempo, como lo hemos dicho en otra parte, la «huella» o el «rastro» único de todos los estados suprahumanos; por eso es por lo que, desde el estado humano, el «hombre transcendente» y aquellos que solamente han realizado estados supraindividuales todavía condicionados son verdaderamente «indiscernibles» entre ellos, así como del «hombre verdadero» mismo que sin embargo no ha llegado más que al centro del estado humano y que no tiene actualmente la posesión efectiva de ningún estado superior (NA: Ver La Gran Triada, cap XVIII). Esta nota no tiene otro cometido que recordar algunas nociones que ya habíamos expuesto, pero que parecen no haber sido siempre suficientemente comprendidas; y hemos estimado tanto más necesario volver de nuevo a ello cuanto que es verdaderamente peligroso, para aquellos que no están todavía más que en el primer estadio de la iniciación, imaginarse que son ya, si es permisible expresarse así, candidatos inmediatos a la realización del «estado primordial». Es verdad que los hay que van todavía mucho más lejos y que se persuaden de que, para obtener inmediatamente la «Liberación» misma, basta sentir un deseo sincero de ella, acompañado de una confianza absoluta en un Guru, sin tener que cumplir el menor esfuerzo por sí mismos; ¡Ciertamente, uno cree soñar cuando se encuentra en presencia de semejantes aberraciones!