Para volver sobre ciertas consideraciones referentes a la figura de la “piedra cúbica”, a la que acabamos de aludir, diremos ante todo que esta figura, en los antiguos documentos, se completa, de modo harto inesperado, con la adición de un hacha que parece situada en equilibrio sobre el vértice mismo de la pirámide. Esta particularidad ha intrigado a menudo a los especialistas en simbolismo masónico, la mayor parte de los cuales no ha podido ofrecer ninguna explicación satisfactoria; empero, se ha sugerido que el hacha podría muy bien no ser en ese caso sino el jeroglífico de la letra hebrea qâf, y nos ha parecido interesante presentar algunos lineamientos generales a ese respecto, pese al carácter de extrañeza que tales cosas corren riesgo de asumir a los ojos del lector occidental, forzosamente no habituado a este género de consideraciones. El sentido más general vinculado con la letra de que se trata, sea en hebreo o en árabe, es el de “fuerza” o “potencia” (en árabe, qowah), la cual, por lo demás, según los casos, puede ser de orden material o de orden espiritual (La distinción entre estos dos sentidos se señala en árabe por una diferencia en la ortografía de la palabra: qowah para el primero, qowâ paya el segundo); y ciertamente a este orden corresponde, de modo más inmediato, el simbolismo de un arma como el hacha. En el caso que ahora nos ocupa, evidentemente ha de tratarse de una potencia espiritual; esto resulta de que el hacha está puesta en relación directa, no con el cubo, sino con la pirámide; y podrá recordarse aquí lo que hemos expuesto ya en otras ocasiones sobre la equivalencia del hacha con el vajra (Sobre el vajra, ver cap XXVI y LII (N del T)), que es también, ante todo, el signo de la potencia espiritual. Hay más: el hacha está situada, no en un punto cualquiera, sino, como hemos dicho, en el vértice de. la pirámide, vértice que a menudo se considera como representación de la cúspide de una jerarquía espiritual o iniciática; esta posición parece indicar, pues, la más alta potencia espiritual en acción en el mundo, vale decir lo que todas las tradiciones designan como el “Polo”; también aquí, recordaremos el carácter “axial” de las armas simbólicas en general y en particular del hacha, que manifiestamente está en perfecto acuerdo con tal interpretación. Pero lo más notable es que el nombre mismo de la letra qâf es también, en la tradición árabe, el de la Montaña sagrada o polar (Algunos quieren identificar la montaña de Qâf con el Cáucaso (Qâfqâsîyah); si esta asimilación debiera tomarse literalmente, en el sentido geográfico actual, sería ciertamente errónea, pues no se compadecería en modo alguno con lo que se dice de la Montaña sagrada, que no se la puede alcanzar “ni por tierra ni por mar” (lâ bi-l-barr wa-lâ bi-l-bahr); pero ha de hacerse notar que el nombre de “Cáucaso” se aplicó antiguamente a diversas montañas situadas en muy diferentes regiones, lo que da a pensar que bien puede haber sido originariamente una de las designaciones de la Montaña sagrada, de la cual los otros Cáucasos serían solamente entonces otras tantas “localizaciones” secundarias); la pirámide, que es esencialmente una imagen de ésta, lleva, pues, así, por la letra o por el hacha que la sustituye, su propia designación de tal, como para no dejar subsistir duda alguna sobre la significación que conviene reconocerle tradicionalmente. Además, si el símbolo de la montaña o de la pirámide está referido al “Eje del Mundo”, su vértice, donde se sitúa dicha letra, se identifica más especialmente con el Polo mismo; pero qâf equivale numéricamente a maqâm (Qâf=100+1+80=181; maqâm=40+100+1+40=181. En hebreo, la misma equivalencia numérica existe entre qôph y maqôm; estas palabras, por lo demás, no difieren de sus correspondientes árabes sino por la sustitución de álif con vav, de lo cual existen muchos otros ejemplos (nâr y nûr, 'àlam y 'ôlam, etc); el total es entonces 186), lo que designa a ese punto como el “Lugar” por excelencia, es decir, el único punto que permanece fijo e invariable en todas las revoluciones del mundo. La letra qâf es, además, la primera del nombre árabe del Polo, Qutb, y también a tal título puede servir para designarlo abreviadamente, según un procedimiento muy usual (Es así que la letra mîm, por ejemplo, sirve a veces para designar al Mahdî; Mohyiddìn ibn 'Arabi, especialmente, le da esta significación en ciertos casos); pero hay también otras concordancias no menos notables. Así, la sede (la palabra árabe es márkaz, que significa propiamente 'centro') del Polo supremo (llamado el-Qutb el-Gawth, para diferenciarlo de los siete Aqtâb o polos. secundarios y subordinados) (Los siete Aqtâb corresponden a las “siete Tierras”, que se encuentran igualmente en otras tradiciones; y esos siete Polos terrestres son un reflejo de los siete Polos celestes, que presiden respectivamente a los siete Cielos planetarios), se describe simbólicamente como situado entre cielo y tierra en un punto ubicado exactamente por sobre la Ka'bah, la cual tiene, precisamente, forma de cubo y es también una de las representaciones del “Centro del Mundo”. Puede, pues, considerarse la pirámide, invisible por ser de naturaleza puramente espiritual, como elevándose encima de este cubo, que es visible porque se refiere al mundo elemental, signado por el número cuaternario; y, a la vez, este cubo, sobre el cual reposa así la base de la pirámide, o de la jerarquía de la cual ésta es figura y a cuya cúspide corresponde el Qutb, es también, por su forma, un símbolo de la estabilidad perfecta. El Qutb supremo está asistido por los dos Imâm, el de la izquierda y el de la derecha, y el ternario así formado se encuentra también representado en la pirámide por la forma triangular de cada una de sus caras. Por otra parte, la unidad y el binario que constituyen este ternario corresponden a las letras 'álif y bâ', según los valores numéricos respectivos de éstas. La letra 'álif presenta la forma de un eje vertical; su extremo superior y las dos extremidades, en oposición horizontal, de la letra bâ' forman, según un esquema cuyos equivalentes podrían encontrarse en diversos símbolos pertenecientes a otras tradiciones, los tres ángulos del triángulo iniciático, que, en efecto, debe considerarse propiamente como una de las “signaturas” del Polo. Agreguemos aún, acerca de este último punto, que la letra 'álif, se considera como especialmente “polar” (qutbânîya); su nombre y la palabra Qutb son numéricamente equivalentes: 'álif=1+30+80=111; Qutb=100+9+2=111. El número 111 representa la unidad expresada en los tres mundos, lo que conviene perfectamente para caracterizar la función propia del Polo. Estás observaciones habrían podido sin duda desarrollarse más, pero creemos haber dicho lo bastante para que aun aquellos más ajenos a la ciencia tradicional de las letras y los números deban por lo menos reconocer que sería harto difícil pretender no ver en todo ello sino una mera colección de “coincidencias”.