«FIELES DE AMOR» Y «CORTES DE AMOR»
Las investigaciones sobre los «Fieles de Amor», continúan dando lugar en Italia a interesantes trabajos: el Sr. Alfonso Ricolfi, que ya había hecho aparecer diversos artículos sobre este tema, acaba de publicar un estudio al que seguirán otros, y donde afirma su intención de retomar la obra inacabada por Luigi Valli. (NA: Studi sui «Fedeli d'Amore»; I Le «Corti d'Amore» in Francia ed i loro riflessi in Italia; Roma, Biblioteca della Nuova Rivista Storica, Societa Editrice Dante Alighieri, 1933) Quizá lo hace, sin embargo, con cierta timidez, pues estima que éste ha «exagerado» sobre ciertos puntos, particularmente rechazando una existencia real de todas las mujeres cantadas por los poetas relacionados con los «Fieles de Amor», opuestamente a la opinión más comúnmente admitida; pero, a decir verdad, esta cuestión tiene sin duda menos importancia de la que él parece creer, al menos cuando se sitúa uno fuera de un punto de vista de simple curiosidad histórica, y no afecta en nada a la verdadera interpretación. No hay nada imposible en efecto, por lo que algunos, al designar por un nombre femenino a la Sabiduría divina pueden haber adoptado, a título puramente simbólico, el nombre de una persona que haya vivido realmente, e incluso puede haber para ello dos razones: primeramente, como acabamos de decir hace poco, no importa cuál ha podido ser según la naturaleza de los individuos, la ocasión y el punto de partida de un desarrollo espiritual, y éste puede ser tanto con un amor terrestre como en cualquier otra circunstancia (NA: de tal modo que no hay que olvidar que lo que aludimos aquí puede, en suma, ser caracterizado como una vía de Kshatriya); por otra parte el verdadero sentido de la designación así empleada era difícilmente penetrable para los profanos, que se atenían naturalmente a la letra, y esta ventaja, aunque de orden contingente, no era quizá completamente despreciable. Esta cuestión nos lleva a considerar otro punto que tiene con éste una relación bastante estrecha: el Sr. Ricolfi estima que es necesario distinguir entre «Cortes de Amor» y «Cortes de amor»; y esta distinción no es, como se podría creer a primera vista, una simple sutileza. En efecto, es necesario entender por «Corte de Amor una asamblea simbólica presidida por el Amor mismo personificado, mientras que una «Corte de amor» es solamente una reunión humana, constituyendo una especie de tribunal llamado a pronunciarse sobre casos más o menos complejos; que estos casos hayan sido reales o supuestos o, en otros términos, que se haya tratado de una jurisdicción efectiva o de un simple juego (NA: y de hecho han podido existir uno y otro), poco importa desde el punto de vista en el que nos situamos. Las «Cortes de amor», si verdaderamente se ocupaban solamente de cuestiones concernientes al amor profano, no eran la asamblea de los verdaderos «Fieles de Amor» (NA: a menos que éstos hayan tomado a veces esta apariencia exteriormente para ocultarse mejor), pero han podido ser una imitación y como una parodia, nacida de la incomprensión de los no iniciados, dado que existían incontestablemente en la misma época poetas profanos que, halagando en sus versos a mujeres reales, no admitían más que el sentido literal. Del mismo modo, al lado de los verdaderos alquimistas, estaban los «sopladores»; aquí también, es necesario ponerse a salvo de toda confusión entre unos y otros, y no es fácil sin un examen profundo pues, exteriormente, su lenguaje puede ser el mismo; y esta confusión, en este como en el otro caso, ha podido servir a veces para desviar las investigaciones indiscretas. Pero lo que sería inadmisible, es atribuir una especie de prioridad o de anterioridad a lo que no es más que una falsificación o degeneración; y el Sr. Ricolfi nos parece dispuesto a admitir muy fácilmente que el sentido profundo haya podido ser como sobreañadido a posterior a algo que, en principio, no habría tenido más que un carácter totalmente profano. A este respecto, nos contentaremos con repetir lo que hemos dicho bastante a menudo sobre el origen iniciático de toda ciencia y, de todo arte, cuyo carácter propiamente tradicional no ha podido perderse más que por efecto de la incomprensión de la que acabamos de hablar; además, suponer lo contrario es admitir una influencia del mundo profano sobre el mundo iniciático, es decir una inversión de las verdaderas relaciones jerárquicas que son inherentes a la naturaleza misma de las cosas. Lo que puede engañar, en el caso presente, es que la imitación profana ha debido siempre ser más visible que la verdadera organización de los «Fieles de Amor», organización que, por lo demás, habría que abstenerse de concebir a la manera de una «sociedad», como ya lo hemos explicado para las organizaciones iniciáticas en general: (NA: Ver Apreciaciones sobre la Iniciación, París, 1953, 2a ed) si puede parecer inalcanzable para el historiador moderno, eso es una prueba, no de su existencia, sino por el contrario de su carácter verdaderamente serio y profundo. (NA: Recordemos a este propósito que no puede tratarse, de ningún modo, de una «secta»: el dominio iniciático no es el de la religión exotérica, y la formación de «sectas» religiosas no puede haber sido aquí más que otro caso de degeneración profana; lamentamos volver a encontrar aún en el Sr. Ricolfi una cierta confusión entre ambos dominios, que oscurece mucho la comprensión de lo que se trata realmente) Uno de los principales méritos del trabajo del Sr. Ricolfi es aportar nuevas indicaciones en lo que concierne a la existencia de los «Fieles de Amor» en la Francia septentrional: y el poema poco conocido de Jacques de Baisieux sobre los Fiefs d'Amour (NA: identificados a los «feudos celestes» por oposición a los «feudos terrestres») sobre el que se extiende bastante, es particularmente significativo a este respecto. Las huellas de tal organización son con seguridad mucho más escasas en esta región que en el Languedoc y en Provenza, (¿Es por simple coincidencia que en el Compagnonnage, la «Vuelta a Francia» deje de lado toda la región septentrional y no comprenda más que las ciudades situadas al sur del Loira, o no hay que ver en ello algo cuyo origen puede remontarse muy lejos y cuyas razones, ni que decir tiene, se han perdido hoy día completamente de vista?) no hay que olvidar sin embargo que apareció, un poco más tarde, el Roman de la Rose; y además se sugieren estrechas relaciones con la «Caballería del Grial» (NA: a la cual Jacques de Baisieux hace alusión explícitamente) por el hecho de que Chretien de Troyes tradujo el Ars amandi de Ovidio, que muy bien podría tener, de este modo, otro significado distinto al puramente literal (NA: y no habría razones para extrañarse por parte del autor de las Metamorphosis). Seguramente, está lejos de haberse dicho todo sobre la «caballería errante», cuya idea misma se relaciona a la de los «viajes» iniciáticos: no podemos, por el momento, más que recordar todo lo que ya se ha escrito sobre este último tema y añadiremos solamente que la expresión de «caballeros salvajes», señalada por el Sr. Ricolfi, merecería ella sola un estudio particular. Hay cosas bastante extrañas en el libro de André, capellán del rey de Francia; desgraciadamente han escapado en gran parte al Sr. Ricolfi, que relaciona algunas sin ver en ellas nada extraordinario. De este modo, se dice que el palacio del Amor se eleva «en medio del Universo», que este palacio tiene cuatro lados y cuatro puertas; la puerta de Oriente esta reservada a Dios, y la del Norte permanece siempre cerrada. Pero hay aquí algo particularmente interesante: el Templo de Salomón, que simboliza el «Centro del Mundo», tiene también, según la tradición masónica, la forma de un cuadrilátero o «cuadrado largo», y las puertas se abren sobre tres de sus lados, y solamente el del Norte no tiene ninguna abertura; si hay una ligera diferencia (NA: ausencia de puerta por una parte, puerta cerrada por otra), el simbolismo es exactamente el mismo, siendo el Norte el lado oscuro, el que no ilumina nunca la luz del sol. (NA: Es el lado del yin en la tradición china, mientras que el lado opuesto es del yang; y esta puntualización podría ayudar a resolver la controvertida cuestión de la posición respectiva de las dos columnas simbólicas: la del Norte debe normalmente corresponder al principio femenino y la del Sur al principio masculino) Además, el Amor aparece aquí bajo la forma de un rey, que lleva sobre la cabeza una corona de oro; ¿no es así como lo vemos representado igualmente, en la Masonería escocesa, en el grado de «Príncipe de Gracia», (NA: Ver El Esoterismo de Dante, pp 16-l9. El Sr. Ricolfi ha estudiado por sí mismo en uno de sus artículos del Corriere Padano, el sentido particular dado por los «Fieles de Amor» a la palabra Merzé, que parece haber sido una de las enigmáticas designaciones de su organización) y no puede esto indicar entonces que es el «rey pacífico», que es el mismo sentido del nombre de Salomón? Todavía hay otra relación que no es menos sorprendente; en diversos poemas y fábulas, la «Corte de Amor» está descrita como compuesta de pájaros, que toman la palabra uno tras otro; ya hemos dicho anteriormente lo que había que entender por «lenguaje de los pájaros»; (NA: Ver nuestro artículo sobre este tema en Le Voile d'Isis, n° de noviembre 1931. (NA: N del T: está incluido en «Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada»)) ¿sería admisible ver una pura coincidencia en el hecho de que, como ya lo hemos indicado, es precisamente en conexión con Salomón que en el Qoran, este «lenguaje de los pájaros» se encuentra expresamente mencionado? Añadamos aún otro punto que tiene interés para establecer otras concordancias: los papeles principales, en esta «Corte de Amor», parecen ser generalmente atribuidos al ruiseñor y al loro; se sabe la importancia dada al ruiseñor en la poesía persa, de la que Valli señaló los puntos de contacto con la de los «Fieles de Amor», pero lo que quizá se sabe menos es que el loro es el vahana o vehículo simbólico de Kama, es decir del Eros hindú; todo esto ¿no es bastante para reflexionar? Y dado que estamos tratando lo que concierne a los pájaros, ¿no es curioso también que Francesco da Barberino, en sus Documenti d'Amore, represente al Amor con pies de halcón o de gavilán, el pájaro emblemático del Horus egipcio, cuyo simbolismo está estrechamente ligado con el del «Corazón del Mundo»? (NA: El Sr. L Charbonneau-Lassay ha consagrado un estudio a este respecto en la revista Regnabit) A propósito de Francesco da Barberino, el Sr. Ricolfi vuelve sobre la figura de la que ya hemos hablado, (NA: Ver el capitulo V) en la que seis personajes dispuestos simétricamente y un decimotercer personaje andrógino en el centro, representan bastante visiblemente siete grados iniciáticos; si su interpretación difiere un poco de la de Luigi Valli, no es más que sobre puntos de detalle que no cambian en nada el significado esencial. En otra parte, da la reproducción de una segunda figura, representación de una «Corte de Amor» en la que los personajes están repartidos sobre once gradas; este hecho no parece haber llamado particularmente su atención, pero si se quiere relacionar bien con lo que ya hemos dicho antes sobre el papel del número 11 en Dante, respecto al simbolismo de ciertas organizaciones iniciáticas, (NA: El esoterismo de Dante, pp 67-73. El Sr. Ricolfi parece bastante dispuesto a admitir las relaciones de los «Fieles de Amor» con los Templarios, aunque no hace más que una alusión de pasada, estando esta cuestión fuera del tema que se ha propuesto tratar más especialmente) se comprenderá fácilmente su importancia. Por lo demás, parece que el autor de los Documenti d'Amore, no ignoraba ciertos conocimientos tradicionales de un género bastante especial, como la explicación del sentido de las palabras por el desarrollo de sus elementos constitutivos; en efecto, cuando se lee atentamente esta frase mediante la que definió una de las doce virtudes a las cuales corresponden las doce partes de su obra (NA: y este número también tiene su razón de ser: es un zodíaco en el que el Amor es el Sol), y que el Sr. Ricolfi cita sin comentario: «Docilitas, data novitiis notitia vitiorum, docet illos ab illorum vilitate abstinere»; ¿no hay algo aquí que recuerda, por ejemplo, al Crátilo de Platón? (NA: En una época más reciente, volvemos a encontrar un procedimiento similar, empleado de forma mucho más aparente, en el tratado hermético de Cesare della Riviera, Il Mondo mágico degli Heroi (NA: ver nuestra reseña en Le Voile d'Isis, n de octubre 1932). Del mismo modo, cuando Jacques de Baisieux dice que a-mor significa «sin muerte», no es necesario declarar como lo hace el Sr. Ricolfi que es una «falsa etimología»: en realidad no se trata para nada de etimología sino de un procedimiento de interpretación comparable al nirukta de la tradición hindú; y sin conocer el poema en cuestión, habíamos indicado esta explicación, añadiendo una comparación con las palabras sánscritas a-mara y a-mrita en el primer artículo que hemos consagrado a los trabajos de Luiggi Valli, transformado aquí en el Cap IV) Señalemos aún, sin dejar a Francesco da Barberino, un fallo bastante curioso del Sr. Ricolfi a propósito de su figura andrógina, que es claramente hermética y no tiene absolutamente nada de «mágica», pues son dos cosas completamente distintas; él habla a este respecto incluso de «magia blanca», mientras que querría ver «magia negra» en el Rebis de Basilio Valentin, a causa del dragón, que como ya lo hemos dicho (NA: Ver el capítulo V)representa simplemente el mundo elemental, y que además se coloca bajo los pies del Rebis, así pues dominado por él, y también, cosa más divertida, ¡a causa de la escuadra y el compás, esto por razones que es fácil adivinar y que provienen seguramente mucho más de contingencias políticas que de consideraciones de orden iniciático! Finalmente, para terminar, puesto que el Sr. Ricolfi parece tener alguna duda sobre el carácter esotérico de la figura en la que, bajo la apariencia de una simple «letra adornada», Francesco da Barberino se hace representar en adoración ante la letra I, precisemos el significado de ésta, que fue según Dante el primer nombre de Dios: designa propiamente la «Unidad divina» (NA: y además es por eso por lo que este nombre es primero la unidad de la esencia, precediendo necesariamente a la multiplicidad de los atributos); en efecto, no solamente ella es el equivalente de la iod hebrea, hieroglifo del Principio y en sí misma principio de todas las demás letras del alfabeto, y cuyo valor numérico 10 se refiere a la unidad (NA: es la unidad desarrollada en el cuaternario: 1+2+3+4=10, o el punto central que produce por su expansión el círculo de la manifestación universal); no solamente la letra I representa la unidad en la numeración latina, en razón de su forma rectilínea, que es la más simple de todas las formas geométricas (NA: siendo el punto «sin forma»), sino que incluso en la lengua china, la palabra i significa «unidad», y Taï-i es la «Gran unidad», que está representada simbólicamente como residiendo en la estrella polar, lo cual está lleno de significado pues, volviendo a la letra I de los alfabetos occidentales, apercibimos que, siendo una recta vertical, es por ello mismo adecuada para simbolizar el «Eje del Mundo», cuya importancia en todas las doctrinas tradicionales conocemos; (NA: En la Masonería operativa, la plomada, figura del «Eje del Mundo», está suspendida de la estrella polar o de la letra G, que en ese caso toma su lugar, y que no es, como lo habíamos indicado, más que un sustituto de la iod hebrea. (NA: Cf La Gran Tríada, Cap XXV)) así pues, este «primer nombre de Dios» nos recuerda la anterioridad del simbolismo «polar» respecto al simbolismo «solar». Naturalmente. hemos insistido aquí sobre todo en los puntos o explicaciones del Sr. Ricolfi que son manifiestamente insuficientes, pues pensamos que eso es lo más útil; pero es evidente que sería injusto agraviar a los especialistas de la «historia literaria», que no están nada preparados para abordar el dominio esotérico, por faltarles los datos necesarios para discernir e interpretar correctamente todos los símbolos iniciáticos. Es necesario, por contra, reconocer el mérito que tiene por su parte atreverse a ir en contra de las opiniones oficialmente admitidas y de interpretaciones antitradicionales impuestas por el espíritu profano que domina el mundo moderno, y saber agradecerles el poner a nuestra disposición, al exponer imparcialmente el resultado de sus investigaciones, los documentos en los cuales podemos encontrar lo que ellos mismos no han visto; y no podemos más que desear ver aparecer aún muchos trabajos del mismo tipo que aporten nuevas luces sobre la cuestión tan misteriosa y compleja de las organizaciones iniciáticas de la Edad Media occidental.
