User Tools

Site Tools


guenon:rggt:solve_y_coagula

«SOLVE» Y «COAGULA»

Puesto que acabamos de hacer alusión a la «coagulación» y a la «solución» herméticas, y aunque ya hemos hablado algo de ellas en diversas ocasiones, no será quizás inútil precisar todavía, sobre este punto, algunas nociones que tienen una relación bastante directa con lo que hemos expuesto hasta aquí. En efecto, la fórmula solve y coagula se considera como conteniendo de una cierta manera todo el secreto de la «Gran Obra», en tanto que ésta reproduce el proceso de la manifestación universal, con esas dos fases inversas que hemos indicado hace un momento. El término solve se representa a veces por un signo que muestra el Cielo, y el término coagula por un signo que muestra la Tierra (NA: Aquí hacemos alusión concretamente al simbolismo de los signos del grado 18 de la Masonería escocesa, y también al simbolismo del rito de la «pipa» en los Indios de América del Norte, que implica tres movimientos sucesivos que se refieren respectivamente al Cielo, a la Tierra y al Hombre, y que pueden traducirse por «solución», «coagulación», y «asimilación»); es decir, que se asimilan a las acciones de la corriente ascendente y de la corriente descendente de la fuerza cósmica, o en otros términos, a las acciones respectivas del yang y del yin. Toda fuerza de expansión es yang y toda fuerza de contracción es yin; las «condensaciones», que dan nacimiento a los compuestos individuales, proceden pues de las influencias terrestres, y las «disipaciones», que reducen los elementos de estos compuestos a sus principios originales, proceden de las influencias celestes; son, si se quiere, los efectos de las atracciones respectivas del Cielo y de la Tierra; y es así como «los diez mil seres son modificados por yin y yang», desde su aparición en el mundo manifestado hasta su retorno a lo no manifestado. Por lo demás, es menester prestar atención al hecho de que el orden de los dos términos depende del punto de vista en el que uno se coloque, ya que, en realidad, las dos fases complementarias a las que corresponden son a la vez alternas y simultáneas, y el orden en el que se presenten depende en cierto modo del estado que se tome como punto de partida. Si se parte del estado de no manifestación para pasar a lo manifestado (lo que es el punto de vista que se puede decir propiamente «cosmogónico») (NA: El orden de sucesión de las dos fases desde este punto de vista muestra también por qué el yin está aquí antes que el yang), es la «condensación» o la «coagulación» la que se presentará naturalmente en primer lugar; la «disipación» o la «solución» vendrá después, como movimiento de retorno hacia lo no manifestado, o al menos hacia lo que, en un nivel cualquiera, corresponde a lo no manifestado en un sentido relativo (NA: Esto encuentra numerosas aplicaciones en el dominio de las ciencias tradicionales; una de las más inferiores entre estas aplicaciones es la que se refiere a la «llamada» y a la «devolución» de las «influencias errantes» al comienzo y al fin de una operación mágica). Si al contrario se partiera de un estado dado de manifestación, se debería considerar primero una tendencia que desemboque en la «solución» de lo que se encuentra en ese estado; y entonces una fase ulterior de «coagulación» sería el retorno a otro estado de manifestación; por lo demás, es menester agregar que esta «solución» y «coagulación», en relación al estado antecedente y al estado consecuente respectivamente, pueden ser perfectamente simultáneas en realidad (NA: Es la «muerte» a un estado y el «nacimiento» a otro, considerados como las dos caras opuestas e inseparables de una misma modificación del ser (ver El Simbolismo de la Cruz, cap XXII, y Apercepciones sobre la Iniciación, cap XXVI)). Por otra parte, y esto es todavía más importante, las cosas se representan en sentido inverso según se consideren desde el punto de vista del Principio o al contrario, como acabamos de hacerlo, desde el punto de vista de la manifestación, de tal suerte que, se podría decir, que lo que es yin por un lado es yang por el otro e inversamente, aunque no sea más que por una manera de hablar bastante impropia por lo que se puede referir al Principio mismo una dualidad como la del yin y del yang. En efecto, como ya lo hemos indicado en otra parte (NA: Apercepciones sobre la Iniciación, cap XLVII), es el «expir» o el movimiento de expansión principial el que determina la «coagulación» de lo manifestado, y el «aspir» o el movimiento de contracción principial el que determina su «solución»; y sería exactamente lo mismo, si, en lugar de emplear el simbolismo de las dos fases de la respiración, se empleara el simbolismo del doble movimiento del corazón. Por lo demás, se puede evitar la impropiedad del lenguaje que señalábamos hace un instante por medio de una precisión bastante simple: el Cielo, en tanto que polo «positivo» de la manifestación, representa de una manera directa al Principio en relación a ésta (NA: Por esto es por lo que Tai-ki, aunque es superior tanto al Cielo como a la Tierra y anterior a su distinción, aparece no obstante para nosotros como el «techo del Cielo»), mientras que la Tierra, en tanto que polo «negativo», no puede presentar de él más que una imagen invertida. Así pues, la «perspectiva» de la manifestación referirá bastante naturalmente al Principio mismo lo que pertenece realmente al Cielo, y es así como el «movimiento» del Cielo (movimiento en el sentido puramente simbólico, bien entendido, puesto que ahí no hay nada de espacial) será atribuido de una cierta manera al Principio, aunque éste sea necesariamente inmutable. Lo que es más exacto en el fondo, es hablar, como lo hacíamos un poco más atrás, de las atracciones respectivas del Cielo y de la Tierra, que se ejercen en sentido inverso la una de la otra: toda atracción produce un movimiento centrípeto, y por consiguiente una «condensación», a la cual corresponderá, en el polo opuesto, una «disipación» determinada por un movimiento centrífugo, para restablecer o más bien mantener el equilibrio total (NA: Esto se podrá aproximar a las consideraciones que hemos expuesto en Los Principios del Cálculo infinitesimal, cap XVII). Resulta de ahí que lo que es «condensación» bajo la relación de la substancia es al contrario una «disipación» bajo la relación de la esencia, y que, inversamente, lo que es «disipación» bajo la relación de la substancia es una «condensación» bajo la relación de la esencia; por consiguiente, toda «transmutación», en el sentido hermético de este término, consistirá propiamente en «disolver» lo que estaba «coagulado» y, simultáneamente, en «coagular» lo que estaba «disuelto», y estas dos operaciones aparentemente inversas no son en realidad más que los dos aspectos complementarios de una sola y misma operación. Es por eso por lo que los alquimistas dicen frecuentemente que la «disolución del cuerpo es la fijación del espíritu» e inversamente, donde espíritu y cuerpo no son en suma otra cosa que el aspecto «esencial» y el aspecto «substancial» del ser; esto puede entenderse de la alternancia de las «vidas» y de las «muertes», en el sentido más general de estas palabras, puesto que eso es lo que corresponde propiamente a las «condensaciones» y a las «disipaciones» de la tradición taoísta (NA: Según los comentadores del Tao-te-king, esta alternancia de los estados de vida y de muerte es «el vaivén de la lanzadera en el telar cósmico»; cf El Simbolismo de la Cruz, cap XIV, donde hemos señalado igualmente las demás comparaciones de los mismos comentadores con la respiración y con la revolución lunar), de suerte que, se podría decir, el estado que es vida para los cuerpos es muerte para el espíritu e inversamente; y es por eso por lo que «volatilizar (o disolver) lo fijo y fijar (o coagular) lo volátil» o «espiritualizar el cuerpo y corporificar el espíritu (NA: Se dice también en el mismo sentido «volver lo manifiesto oculto y lo oculto manifiesto»)», se dice también «sacar lo vivo de lo muerto y lo muerto de lo vivo», lo que, por lo demás, es así mismo una expresión coránica (NA: Qorân, VI, 95; sobre la alternancia de las vidas y de las muertes y el retorno al Principio, cf cap II, 28). Así pues, la «transmutación» implica, a un grado o a otro (NA: Para comprender las razones de esta restricción, uno no tendrá más que remitirse a lo que hemos explicado en nuestro Apercepciones sobre la Iniciación, cap XLII), una suerte de inversión de las relaciones ordinarias (queremos decir tal como se consideran desde el punto de vista del hombre ordinario), inversión que, por lo demás, es más bien, en realidad, un restablecimiento de las relaciones normales; nos limitaremos a señalar aquí que la consideración de una tal «inversión» es particularmente importante desde el punto de vista de la realización iniciática, sin poder insistir más en ello, ya que para eso serían menester desarrollos que no podrían entrar en el cuadro del presente estudio (NA: En el grado más elevado, esta «inversión» queda en estrecha relación con lo que el simbolismo cabalístico designa como el «desplazamiento de las luces», y también con esta palabra que la tradición islámica pone en boca de los awliyâ: «Nuestros cuerpos son nuestros espíritus, y nuestros espíritus son nuestros cuerpos» (ajsâmnâ arwâhnâ, wa arwâhna ajsâmnâ). — Por otra parte, en virtud de esta misma «inversión», se puede decir que, en el orden espiritual, es lo «interior» lo que envuelve a lo «exterior», lo que acaba de justificar lo que hemos dicho precedentemente sobre el tema de las relaciones del Cielo y de la Tierra). Por otra parte, esta doble operación de «coagulación» y de «solución» corresponde muy exactamente a lo que la tradición cristiana designa como el «poder de las llaves»; en efecto, este poder es doble también, puesto que conlleva a la vez el poder de «atar» y el poder de «desatar»; ahora bien «atar» es evidentemente la misma cosa que «coagular», y «desatar» es la misma cosa que «disolver» (NA: Por lo demás, en latín se dice potestas ligandi et solvendi; la «ligadura», en el sentido literal, se encuentra en el uso mágico de los nudos, que tiene por contrapartida el de los clavos en lo que concierne a la «disolución»); y la comparación de diferentes símbolos tradicionales confirma también esta correspondencia de una manera tan clara como es posible. Se sabe que la figuración más habitual del poder de que se trata es la de las dos llaves, una de oro y la otra de plata, que se refieren respectivamente a la autoridad espiritual y al poder temporal, o a la función sacerdotal y a la función real, y también, desde el punto de vista iniciático, a los «misterios mayores» y a los «misterios menores» (y es a este último respecto como eran, entre los antiguos Romanos, uno de los atributos de Jano) (NA: Ver Autoridad espiritual y poder temporal, cap V y VIII, y también, sobre la relación de los «misterios mayores» y de los «misterios menores» con la «iniciación sacerdotal» y la «iniciación real» respectivamente, ver Apercepciones sobre la Iniciación, cap XXXIX y XL); alquímicamente, se refieren a operaciones análogas efectuadas en dos grados diferentes, grados que constituyen respectivamente la «obra al blanco», que corresponde a los «misterios menores», y la «obra al rojo», que corresponde a los «misterios mayores»; estas dos llaves, que son, según el lenguaje de Dante, la del «Paraíso celeste» y la del «Paraíso terrestre», están cruzadas de manera que recuerdan la forma del swastika. En parecido caso, cada una de las dos llaves debe ser considerada como teniendo, en el orden al que se refiere, el doble poder de «abrir» y de «cerrar», o de «atar» y de «desatar» (NA: Se puede decir no obstante, en un cierto sentido, que el poder de «atar» prevalece en la llave que corresponde a lo temporal, y que el poder de «desatar» prevalece en la llave que corresponde a lo espiritual, ya que lo temporal y lo espiritual son yin y yang el uno en relación al otro; esto podría justificarse, incluso exteriormente, hablando de «constricción» en el primer caso y de «libertad» en el segundo); pero existe también otra figuración más completa, donde, para cada uno de los dos órdenes, los dos poderes inversos están representados distintamente por dos llaves opuestas la una a la otra. Esta figuración es la del swastika llamado «clavijero», precisamente porque cada uno de sus cuatro brazos está formado por una llave (NA: Fig. 12) (NA: Existen diversas variantes de esta figura; la forma que reproducimos aquí se encuentra concretamente, al lado del swastika ordinario, sobre un vaso etrusco del Museo del Louvre. — Ver una figuración cristiana similar al swastika clavijero en la introducción de Mgr Devoucoux a la Histoire de l'antique cité d'Autun del canónigo Edme Thomas, p XLVI); se tienen así dos llaves opuestas según un eje vertical y otras dos según un eje horizontal (NA: Sería menester, en todo rigor, decir un eje relativamente vertical y un eje relativamente horizontal el uno en relación al otro, puesto que el swastika debe considerarse como trazado en un plazo horizontal (ver El Simbolismo de la Cruz, cap X). — La llave es un símbolo esencialmente «axial», de igual modo que el bastón y el cetro, que, en algunas figuraciones de Jano, reemplaza a la que corresponde al poder temporal o a los «misterios menores»); en relación al ciclo anual, del que se conoce la estrecha relación que tiene con el simbolismo de Jano, el primero de estos dos ejes es un eje solsticial y el segundo un eje equinoccial (NA: En las figuraciones más habituales de Jano (NA: Janus Bifrons), los dos rostros, entre otras significaciones, corresponden a los dos solsticios; pero existen también, aunque más raramente, figuraciones de Jano con cuatro rostros (NA: Janus Quadrifons), que corresponden a los dos solsticios y a los dos equinoccios, y que presentan una semejanza bastante singular con el Brahmâ Chaturmukha de la tradición hindú); aquí, el eje vertical o solsticial se refiere a la función sacerdotal, y el eje horizontal o equinoccial a la función real (NA: Haremos observar de pasada que se podrían sacar de aquí algunas consecuencias en lo que concierne a la significación de la predominancia atribuida en algunas formas tradicionales a los solsticios y a los equinoccios en otras, concretamente para la fijación del comienzo del año; diremos solo que el punto de vista solsticial tiene en todo caso un carácter más «primordial» que el punto de vista equinoccial). La relación de este símbolo con el de la doble espiral está establecida por la existencia de otra forma del swastika, que es una forma de brazos curvos, que tienen la apariencia de dos S cruzadas; la doble espiral puede identificarse naturalmente, ya sea a la parte vertical de este swastika, o ya sea a su parte horizontal. Es cierto que lo más frecuentemente la doble espiral está colocada horizontalmente a fin de poner en evidencia el carácter complementario y en cierto modo simétrico de las dos corrientes de la fuerza cósmica (NA: Esta simetría es particularmente manifiesta también en el caso de las dos serpientes del caduceo); pero, por otra parte, la curva que es su equivalente en el yin-yang está al contrario, en general, colocada verticalmente; así pues, según los casos, se podrá considerar preferentemente una u otra de estas dos posiciones, que se encuentran reunidas en la figura del swastika de brazos curvos, y que corresponden entonces respectivamente a los dos dominios en los que se ejerce el «poder de las llaves» (NA: La medicina, que dependía en los antiguos del «arte sacerdotal», corresponde por eso a una posición vertical de la doble espiral, en tanto que pone en acción, como lo hemos indicado más atrás, las fuerzas respectivas del yang y del yin. Esta doble espiral vertical es representada por la serpiente enrollada en S alrededor del bastón de Esculapio, y que por lo demás, en este caso, es figurada solo para expresar que la medicina no pone en obra más que el aspecto «benéfico» de la fuerza cósmica. — Hay que precisar que el término de «espagírica», que designa la medicina hermética, expresa formalmente, por su composición, la doble operación de «solución» y de «coagulación»; el ejercicio de la medicina tradicional es pues propiamente, en un orden particular, una aplicación del «poder de las llaves»). A este mismo «poder de las llaves» corresponde también, en las tradiciones hindú y tibetana, el doble poder del vajra (NA: Vajra es la palabrea sánscrita; la forma tibetana es dorje); este símbolo es, como se sabe, el del rayo (NA: Es a la vez «rayo» y «diamante», por una doble acepción de la misma palabra, y, en la una y la otra de estas dos significaciones, es también un símbolo «axial»), y sus dos extremidades, formadas de puntas en forma de llama, corresponden a los dos aspectos opuestos del poder representados por el rayo: generación y destrucción, vida y muerte (NA: Es lo que figuran también algunas armas de doble corte, concretamente, en el simbolismo de la Grecia arcaica, el doble hacha, cuya significación puede ser aproximada a la del caduceo. — Por otra parte, el rayo era representado en la tradición escandinava por el martillo de Thor, al que se puede asimilar el mazo del Maestro en el simbolismo masónico; así pues, éste es también un equivalente del vajra, y, como él, tiene el doble poder de dar la vida y la muerte, así como lo muestra su papel en la consagración iniciática por una parte y en la leyenda de Hiram por otra). Si se aproxima el vajra al «Eje del Mundo», estas dos extremidades corresponden a los dos polos, así como a los solsticios (NA: Estos se asimilan en efecto, en la correspondencia espacial del ciclo anual, al Norte (invierno) y al Sur (verano), mientras que los dos equinoccios se asimilan al Este (primavera) y al Oeste (otoño); estas relaciones tienen concretamente una gran importancia, desde el punto de vista ritual, en la tradición extremo oriental); así pues, debe ser colocado verticalmente, lo que concuerda por lo demás con su carácter de símbolo masculino (NA: Su complementario femenino es, en la tradición hindú, la concha shankha, y, en la tradición tibetana, la campanilla ritual dilbu, sobre la que se ve frecuentemente una figura femenina que es la de la Prâjnâ-pâramitâ o «Sabiduría transcendente» de la que ella es el símbolo, mientras que el vajra es el símbolo del «Método» o de la «Vía»), así como con el hecho de que es esencialmente un atributo sacerdotal (NA: Los lamas tienen el vajra en la mano derecha y la campanilla en la mano izquierda; estos dos objetos rituales no deben estar separados nunca). Puesto así en la posición vertical, el vajra representa la «Vía del Medio» (que es también, como se verá más adelante, la «Vía del Cielo»); pero también puede estar inclinado de un lado o de otro, y entonces estas dos posiciones corresponden a las «vías» tántricas de derecha y de izquierda (dakshina-mârga y vâma-mârga), pudiendo esta derecha y esta izquierda, por otra parte, ser puestas en relación con los puntos equinocciales, de igual modo en que lo alto y lo bajo lo están con los puntos solsticiales (NA: Se encuentra a veces, en el simbolismo tibetano, una figura formada de dos vajras cruzados, que es evidentemente un equivalente del swastika; las cuatro puntas corresponden entonces exactamente a las cuatro llaves del swastika clavijero); evidentemente habría mucho que decir sobre todo esto, pero, para no alejarnos mucho de nuestro tema, nos contentaremos aquí con estas pocas indicaciones; y concluiremos lo expuesto diciendo que el poder del vajra, o el «poder de las llaves» que es idéntico en el fondo, al implicar el manejo y la puesta en obra de las fuerzas cósmicas bajo su doble aspecto de yin y de yang, no es en definitiva nada más que el poder mismo de gobernar la vida y la muerte (NA: En antiguos manuscritos provenientes de la Masonería operativa, se trata, sin más explicación, de una cierta faculty of abrac; esta palabra enigmática abrac, que ha dado lugar a diversas interpretaciones más o menos fantasiosas, y que es en todo caso una palabra manifiestamente deformada, parece deber significar en realidad el rayo o el relámpago (en hebreo ha-baraq, en árabe el-barq), de suerte que, ahí también, se trataría propiamente del poder del vajra. Se puede comprender fácilmente, por todo esto, en virtud de qué simbolismo el poder de provocar tormentas ha sido considerado frecuentemente, en los pueblos más diversos, como una suerte de consecuencia de la iniciación).

guenon/rggt/solve_y_coagula.txt · Last modified: by 127.0.0.1