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LAS TRES VÍAS Y LAS FORMAS INICIÁTICAS

Se sabe que la tradición hindú distingue tres «vías» (mârgas) que son respectivamente las de Karma, de Bhakti, y de Jnânâ; no vamos a volver de nuevo sobre la definición de estos términos, que debemos suponer suficientemente conocida de nuestros lectores; pero precisaremos ante todo que, desde que se corresponden a tres formas de Yoga, eso implica esencialmente que todos tienen o son susceptible de tener una significación de orden propiamente iniciático (NA: Decimos «son susceptibles de tener» porque pueden tener también un sentido exotérico, pero es evidente que éste no está en causa cuando se trata del Yoga; naturalmente, el sentido iniciático es en suma como una transposición suya en un orden superior). Por otra parte, es menester comprender bien que toda distinción de este género tiene siempre forzosamente un cierto carácter «esquemático» y un poco teórico, ya que, de hecho, las «vías» varían indefinidamente para convenir a la diversidad de las naturalezas individuales, e, incluso en una clasificación muy general como esa, no puede ser cuestión más que de una predominancia de uno de los elementos de que se trata en relación a los otros, sin que éstos puedan ser excluidos nunca enteramente. Ocurre aquí como en el caso de los tres gunas: Se clasifica a los seres según el guna que predomina en ellos, pero no hay que decir que la naturaleza de todo ser manifestado por eso no conlleva menos a la vez los tres gunas, aunque en proporciones diversas, ya que es imposible que sea de otro modo en todo lo que procede de Prakriti. La aproximación que hacemos entre estos dos casos es más que una simple comparación, y está tanto más justificada cuanto que hay realmente una cierta correlación entre el uno y el otro: en efecto, el Jnâna-mârga es evidentemente el que conviene a los seres de naturaleza «sattwica», mientras que el Bhakti-mârga y el Karma-mârga convienen a aquellos cuya naturaleza es principalmente «rajásica», por lo demás con matices diferentes; en un cierto sentido, se podría decir quizás que hay en el último algo que está más próximo de tamas que en el otro, pero todavía sería menester no llevar esta consideración demasiado lejos, ya que está bien claro que los seres de naturaleza «tamásica» no están cualificados en modo alguno para seguir un vía iniciática cualquiera que sea. Aparte de esta última reserva, por eso no es menos verdad que existe una relación entre los caracteres respectivos de los tres mârgas y los elementos constitutivos del ser repartidos según el ternario «espíritu, alma, cuerpo» (NA: Aquí todavía, sería menester no ver nada exclusivo en una tal correspondencia, ya que toda vía iniciática, para ser realmente válida, implica necesariamente una participación del ser todo entero); en sí mismo, el Conocimiento puro es de orden esencialmente supraindividual, es decir, en definitiva espiritual, así como es evidente que el intelecto psíquico es de Bhakti, mientras que Karma, en todas sus modalidades, implica forzosamente una cierta actividad de orden corporal, y, cualesquiera que sean las transposiciones de que son susceptibles estos términos, algo de esta naturaleza original debe siempre encontrarse ahí inevitablemente. Esto confirma plenamente lo que decíamos de la correspondencia con los gunas: en estas condiciones, la vía «jnânica» no puede convenir evidentemente más que a los seres en los que predomina la tendencia ascendente de sattwa, y que, por eso mismo, están predispuestos a apuntar directamente a la realización de los estados superiores más bien que a entretenerse en un desarrollo detallado de las posibilidades individuales; por el contrario, las otras dos vías hacen llamada primero a elementos propiamente individuales, aunque sea para transformarlos finalmente en algo que pertenece a un orden superior, y esto es conforme a la naturaleza de rajas, que es la tendencia que produce la expansión del ser en el nivel mismo de la individualidad, la cual, es menester no olvidarlo, está constituida por el conjunto de los elementos psíquico y corporal. Por otra parte, de ahí resulta inmediatamente que la vía «jnânica» se refiere más particularmente a los «misterios mayores», y las vías «bháktica» y «kármica» a los «misterios menores»; en otros términos, con esto se ve también que solo con jnâna es posible llegar a la meta final, mientras que bhakti y karma tienen un papel más bien «preparatorio», puesto que las vías correspondientes no conducen más que hasta un cierto punto, aunque hacen posible la obtención del Conocimiento para aquellos cuya naturaleza no sería apta para él directamente y sin una tal preparación. Por lo demás, entiéndase bien que no puede haber iniciación efectiva, ni siquiera en los primeros estadios, sin una parte más o menos grande de conocimiento real, mientras que, en los medios que la iniciación pone en obra, el «acento» se pone sobre todo sobre uno u otro de los elementos «bháktico» y «kármico»; lo que queremos decir, es que en todo caso, más allá de los límites del estado individual, no puede haber ya más que una sola y única vía, que es necesariamente la del Conocimiento puro. Otra consecuencia que nos es menester notar también, es que, en razón de la conexión de las dos vías «bháktica» y «kármica» con el orden de las posibilidades individuales y con el dominio de los «misterios menores», la distinción entre ellas está mucho menos marcada que con la vía «jnânica», lo que deberá reflejarse naturalmente de una cierta manera en las relaciones de las formas iniciáticas correspondientes; por lo demás, tendremos que volver de nuevo un poco más sobre este punto en la continuación de nuestra exposición. Estas consideraciones nos llevan a considerar todavía otra relación, la que existe, de una manera general, entre los tres mârgas y las tres castas «dos veces nacidas»; por lo demás, es fácil comprender que debe haber una tal relación, puesto que la distinción de las castas no es otra cosa en principio que una clasificación de los seres humanos según sus naturalezas individuales, y puesto que es precisamente por conveniencia con la diversidad de esas naturalezas por lo que existe una pluralidad de vías. Puesto que los brâhmanes son de naturaleza «sattwica», están particularmente calificados para el Jnâna-mârga, y se dice expresamente que deben tender tan directamente como sea posible a la posesión de los estados superiores del ser; por lo demás, su función misma en la sociedad tradicional es esencialmente y ante todo una función de conocimiento. Las otras dos castas, cuya naturaleza es principalmente «rajásica», ejercen funciones que, en sí mismas, no rebasan el nivel individual y están orientadas hacia la actividad exterior (NA: Decimos que «en sí mismas» porque pueden ser transformadas por una iniciación que las toma como soporte): las de los kshatriyas corresponden a lo que se puede llamar el «psiquismo» de la colectividad, y las de los vaishyas tienen por objeto las diversas necesidades del orden corporal; según lo que hemos dicho precedentemente, de eso resulta que los kshatriyas deben estar calificados sobre todo para el Bhakti-mârga y los vaishyas para el Karma-mârga, y, de hecho, es en efecto eso lo que se puede constatar generalmente en las formas iniciáticas que les están destinadas respectivamente. No obstante, a propósito de esto hay que hacer una precisión importante: es que, si se entiende el Karma-mârga en su sentido más extenso, se define por el swadharma, es decir, por el cumplimiento por cada ser de la función que es conforme a su propia naturaleza; entonces se podría considerar su aplicación a todas las castas, salvo, sin embargo, que este término sería manifiestamente impropio en lo que concierne a los brâhmanes, pues la función de éstos está en realidad más allá del dominio de la acción; pero al menos podría aplicarse a la vez, aunque con modalidades diferentes, al caso de los kshatriyas y al de los vaishyas, lo que es un ejemplo de la dificultad que hay, como lo decíamos más atrás, en separar de una manera completamente clara lo que conviene a los unos y a los otros, y, por lo demás, se sabe que la Bhagavad Gîtâ expone un Karma-Yoga que es más especialmente para el uso de los kshatriyas. A pesar de eso, por ello no es menos verdad que, si se toman las palabras en su sentido más estricto, las iniciaciones de los kshatriyas presentan en su conjunto un carácter sobre todo «bháktico» y las de los vaishyas un carácter sobre todo «kármico»; y esto se aclarará todavía dentro de un momento por un ejemplo sacado de las formas iniciáticas del mundo occidental mismo. En efecto, no hay que decir que, cuando hablamos de las castas como lo hacemos aquí, refiriéndonos en primer lugar a la tradición hindú por la comodidad de nuestra exposición y porque nos proporciona a este respecto la terminología más adecuada, lo que decimos de ellas se extiende igualmente a todo lo que corresponde en otras partes a estas castas, bajo una forma o bajo otra, ya que las grandes categorías entre las cuales se reparten las naturalezas individuales de los seres humanos son siempre y por todas partes las mismas, por eso mismo de que, reducidas a su principio, no son más que una resultante de la predominancia respectiva de los diferentes gunas, lo que es evidentemente aplicable a la humanidad toda entera, en tanto que caso particular de una ley que vale para todo el conjunto de la manifestación universal. La única diferencia notable está en la proporción más o menos grande, según las condiciones de tiempo y de lugar, de los hombres que pertenecen a cada una de estas categorías y que, por consiguiente, si están calificados para recibir una iniciación, serán susceptibles de seguir una u otra de las vías correspondientes (NA: Para no complicar inútilmente nuestra exposición, no hacemos intervenir aquí la consideración de las anomalías que, en la época actual y sobre todo en occidente, resultan de la «mezcla de las castas», de la dificultad siempre creciente de determinar exactamente la verdadera naturaleza de cada hombre, y del hecho de que la mayoría no desempeña ya la función que convendría realmente a su propia naturaleza); y, en los casos más extremos, puede ocurrir que alguna de estas vías deje de existir prácticamente en un medio dado, una vez que ha devenido insuficiente para permitir el mantenimiento de una forma iniciática distinta el número de aquellos que serían aptos para seguirla (NA: Señalamos incidentemente que esto puede obligar a aquellos que están todavía calificados para esta vía a «refugiarse», si es permisible expresarse así, en organizaciones que practican otras formas iniciáticas que primitivamente no estaban hechas para ellos, inconveniente que, por lo demás, puede ser atenuado por una cierta «adaptación» efectuada en el interior de esas organizaciones mismas). Es lo que ha ocurrido concretamente en occidente, donde, desde hace ya mucho tiempo al menos, las aptitudes para el conocimiento han sido, constantemente, cada vez más raras y menos desarrolladas que la tendencia a la acción, lo que equivale a decir que, en el conjunto del mundo occidental, e incluso en lo que constituye la «élite» al menos relativa, rajas predomina con mucho sobre sattwa; así, incluso ya en la Edad Media, no se encuentran indicios bien claros de la existencia de formas iniciáticas propiamente «jnânicas», que habrían debido corresponder normalmente a una iniciación sacerdotal; eso llega a tal punto que incluso las organizaciones iniciáticas, que estaban entonces en conexión más especial con algunas órdenes religiosas, por eso no tenían menos un carácter «bháktico» fuertemente acentuado, en la medida en que es posible juzgarlo según el modo de expresión empleado habitualmente por aquellos de sus miembros que dejaron obras escritas. Por el contrario, se encuentra en aquella época, por una parte, la iniciación caballeresca, cuyo carácter dominante es evidentemente «bháktico» (NA: Es la misma cosa para las iniciaciones tales como la de los Fedeli d'Amore, como el nombre mismo de ésta lo indica expresamente, aunque el elemento «jnânico» parezca haber tenido ahí no obstante un mayor desarrollo que en la iniciación caballeresca, con la cual tenían por lo demás relaciones bastante estrechas), y, por otra parte, las iniciaciones artesanales, que eran «kármicas» en el sentido más estricto, puesto que estaban basadas esencialmente sobre el ejercicio efectivo de un oficio. No hay que decir que la primera era una iniciación de kshatriyas y que las segundas eran iniciaciones de vaishyas, tomando la designación de las castas según la significación general que hemos explicado hace un momento; y agregaremos que los lazos que existieron casi siempre de hecho entre estas dos categorías, así como hemos tenido frecuentemente la ocasión de señalarlo en otras partes, son una confirmación de lo que hemos dicho más atrás de la imposibilidad de separarlas completamente. Más tarde, las formas «bhákticas» mismas desaparecieron, y las únicas iniciaciones que subsisten todavía actualmente en occidente son iniciaciones de oficio o lo han sido en el origen; incluso allí donde, a consecuencia de algunas circunstancias particulares, la práctica del oficio ya no se requiere como una condición necesaria, lo que, por lo demás, no puede considerarse sino como una disminución, cuando no como una verdadera degeneración, eso no cambia nada evidentemente en cuanto a su carácter esencial. Ahora bien, si la existencia exclusiva de formas iniciáticas que pueden ser calificadas de «kármicas» en el occidente actual es un hecho incontestable, es menester decir que las interpretaciones a las que este hecho ha dado lugar no están siempre exentas de equívocos y de confusiones, y eso bajo más de un punto de vista; es eso lo que nos queda por examinar todavía para poner las cosas en su punto tan completamente como es posible. Primeramente, algunos se han imaginado que, por su carácter «kármico», las iniciaciones occidentales se oponen en cierto modo a las iniciaciones orientales, que, según su manera de ver, serían todas propiamente «jnânicas» (NA: Hay que destacar que, en una tal concepción, se ignora o no se tiene en cuenta la existencia de iniciaciones «bhákticas»); eso es completamente inexacto, pues la verdad es que, en oriente, coexisten todas las categorías de formas iniciáticas, como lo prueba por lo demás suficientemente la enseñanza de la tradición hindú sobre la cuestión de los tres mârgas; por el contrario, si no existe más que una en occidente, es porque las posibilidades de este orden se encuentran reducidas al mínimo. Que la predominancia cada vez más exclusiva de la tendencia a la acción exterior sea una de las causas principales de ese estado de hecho, eso no es dudoso; pero por ello no es menos verdad que, a pesar del agravamiento de esta tendencia, todavía hoy subsiste una iniciación, cualquiera que sea, y pretender lo contrario implica una grave equivocación sobre la significación real de la vía «kármica», así como lo veremos más precisamente dentro de un momento. Además, no es admisible querer hacer en cierto modo una cuestión de principio de lo que no es más que el efecto de una simple situación contingente, y considerar las cosas como si toda forma iniciática occidental debiera ser necesariamente de tipo «kármico» por eso mismo de que es occidental; no creemos que haya necesidad de insistir más en ello, ya que, después de todo lo que hemos dicho, debe estar bastante claro que una tal opinión no podría responder a la realidad, que, por lo demás, es evidentemente mucho más compleja de lo que parece suponerse. Otro punto muy importante es éste: el término de Karma, cuando se aplica a una vía o a una forma iniciática, debe entenderse ante todo en su sentido técnico de «acción ritual»; a este respecto, es fácil ver que hay en toda iniciación un cierto lado «kármico», puesto que ella implica siempre esencialmente el cumplimiento de ritos particulares; por lo demás, eso corresponde también a lo que hemos dicho de la imposibilidad que hay de que una u otra de las tres vías exista en el estado puro. Además, y fuera de los ritos propiamente dichos, toda acción, para ser realmente «normal», es decir, conforme al «orden», debe ser «ritualizada», y, como lo hemos explicado frecuentemente, lo es efectivamente en una civilización integralmente tradicional; incluso en los casos que se podrían decir «mixtos», es decir, aquellos donde una cierta degeneración ha traído consigo la introducción del punto de vista profano y le ha hecho un sitio más o menos amplio en la actividad humana, eso sigue siendo todavía verdad al menos para toda acción que está en relación con la iniciación, y ello es así concretamente para todo lo que concierne a la práctica del oficio en el caso de las iniciaciones artesanales (NA: Se podría decir que, en este caso, «kármico» es casi sinónimo de «operativo», entendiendo naturalmente esta última palabra en su verdadero sentido, sobre el que frecuentemente hemos tenido ocasión de insistir). Se ve que eso está tan lejos como es posible de la idea que se hacen de una vía «kármica» aquellos que piensan que una organización iniciática, porque presenta un tal carácter, debe mezclarse más o menos directamente en una acción exterior y completamente profana, como lo son inevitablemente en particular, en las condiciones del mundo moderno, las actividades «sociales» de todo género. La razón que invocan éstos en apoyo de su concepción es generalmente que una tal organización tiene el deber de contribuir al bienestar y a la mejora de la humanidad en su conjunto; la intención puede ser muy loable en sí misma, pero la manera en que consideran su realización, incluso si se la despoja de las ilusiones «progresistas» a las que se asocia muy frecuentemente, por eso no es menos completamente errónea. Ciertamente, nunca se ha dicho que una organización iniciática no pueda proponerse secundariamente una meta como la que tienen en vista, en cierto modo «por añadidura», y con la condición de no confundirla jamás con lo que constituye su meta propia y esencial; pero entonces, para ejercer una influencia sobre el medio exterior sin dejar de ser lo que ella debe ser verdaderamente, será menester que ponga en obra medios completamente diferentes de los que creen sin duda que son los únicos posibles, medios de un orden mucho más «sutil», y por lo demás mucho más eficaces. Pretender lo contrario, es en el fondo, desconocer totalmente el valor de lo que hemos llamado a veces una «acción de presencia»; y, en el orden iniciático, este desconocimiento es comparable a lo que es, en el orden exotérico y religioso, el desconocimiento, tan extendido también en nuestra época, del papel de las órdenes contemplativas; en suma, en los dos casos, es una consecuencia de la misma mentalidad específicamente moderna, para la cual todo lo que no aparece al exterior y no cae bajo los sentidos es como si no existiera. Ya que estamos con este punto, agregaremos todavía que hay también equivocaciones sobre la naturaleza de las otras dos vías, y sobre todo de la vía «bháktica», ya que, en lo que concierne a la vía «jnânica», es muy difícil confundir el Conocimiento puro, o incluso las ciencias tradicionales que dependen más propiamente del dominio de los «misterios menores», con las especulaciones de la filosofía y de la ciencia profanas. En razón de su carácter más estrictamente transcendente, se puede ignorar enteramente esta vía mucho más fácilmente que desnaturalizarla con falsas concepciones; e incluso sus travestimientos en «filosofía», por parte de algunos orientalistas, que no dejan subsistir absolutamente nada de lo esencial y que lo reducen todo a la sombra vana de las «abstracciones», equivalen de hecho a la ignorancia pura y simple y están muy alejados de la verdad como para poder imponer a nadie la menor noción de las cosas iniciáticas. En lo que concierne a Bhakti, el caso es bastante diferente, y aquí los errores provienen sobre todo de una confusión del sentido iniciático de este término con su sentido exotérico, que por lo demás, a los ojos de los occidentales, toma casi forzosamente un aspecto específicamente religioso y más o menos «místico» que no puede tener en las tradiciones orientales: ciertamente, eso no tiene nada que ver con la iniciación, y, si no se tratara realmente de nada más, es evidente que no podría haber «Bhakti-Yoga»; pero esto nos lleva una vez más a la cuestión del misticismo y de sus diferencias esenciales con la iniciación.

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