SOBRE EL PAPEL DEL GURU
En estos últimos tiempos, hemos tenido la ocasión de constatar en algunos, al respecto del papel del Guru (NA: Aunque este término pertenece en propiedad a la tradición hindú, entenderemos aquí por él, para simplificar el lenguaje, un Maestro espiritual en el sentido más general, cualquiera que sea la forma tradicional de la cual dependa) equivocaciones y exageraciones tales que nos vemos obligados a volver una vez más sobre esta cuestión para poner un poco las cosas en su punto. En presencia de algunas afirmaciones, estaríamos casi tentados de lamentar haber insistido nos mismo sobre este papel tanto como lo hemos hecho en muchas circunstancias; es verdad que muchos tienen tendencia a disminuir su importancia, cuando no a desconocerla enteramente, y es eso lo que justificaba nuestra insistencia; pero, es de errores en el sentido opuesto a ese de lo que se trata esta vez. Así, los hay que llegan hasta pretender que nadie podrá jamás alcanzar la Liberación si no tiene un Guru, y, naturalmente, con eso entienden un Guru humano; haremos destacar primeramente que esos harían ciertamente mucho mejor en preocuparse de cosas menos lejanas de ellos que la meta última de la realización espiritual, y en contentarse con considerar la cuestión en lo que concierne a las primeras etapas de ésta, que son por lo demás, de hecho, aquellas para las cuales la presencia de un Guru puede aparecer como más particularmente necesaria. Es menester no olvidar, en efecto, que el Guru humano no es en realidad, como lo hemos dicho ya precedentemente, más que una representación exterior y como un «sustituto» del verdadero Guru interior, de suerte que su necesidad se debe únicamente a que el iniciado, no ha llegado a un cierto grado de desarrollo espiritual, es todavía incapaz de entrar directamente en comunicación consciente con éste. En todo caso, es eso lo que limita a los primeros estadios esta necesidad de la ayuda de un Guru humano, y decimos los primeros estadios porque no hay que decir que la comunicación de que se trata deviene posible para un ser mucho antes de que esté a punto de alcanzar la Liberación. Ahora bien, teniendo en cuenta esta restricción, ¿puede considerarse esta necesidad como absoluta, o, en otros término, es la presencia del Guru humano rigurosamente indispensable en todos los casos al comienzo de la realización, es decir, si no para conferir una iniciación válida, lo que sería demasiado evidentemente absurdo, al menos para hacer efectiva una iniciación que, sin esta condición, permanecería simplemente virtual? Por importante que sea realmente el papel del Guru, y, ciertamente, no somos nosotros quien pensamos en contestarle, estamos obligados a decir que una tal aserción es completamente falsa, y eso por varias razones, la primera de las cuales es que hay casos excepcionales de seres en los cuales una transmisión iniciática pura y simple basta, sin que un Guru tenga que intervenir en nada, para «despertar» inmediatamente adquisiciones espirituales obtenidas en otros estados de existencia; por raros que sean estos casos, prueban al menos que no podría tratarse de ninguna manera de una necesidad de principio. Pero hay otra cosa que es mucho más importante de considerar aquí, puesto que en eso ya no se trata de hechos excepcionales de los cuales podría decirse con razón que no hay lugar a tenerlos en cuenta prácticamente, sino más bien de vías perfectamente normales: es que existen formas de iniciación que, por su constitución misma, no implican en modo alguno que alguien deba desempeñar en ellas la función de un Guru en el sentido propio de esta palabra, y este caso es sobre todo el de algunas formas en las que el trabajo colectivo tiene un lugar preponderante, y donde el papel del Guru es desempeñado entonces, no por un individuo humano, sino por una influencia espiritual efectivamente presente en el curso de ese trabajo (NA: A este respecto hay que destacar que, incluso en algunas formas iniciáticas donde la función del Guru existe normalmente, ella no es siempre estrictamente indispensable de hecho: así, en la iniciación islámica, algunas turuq, sobre todo en las condiciones actuales, ya no están dirigidas por un verdadero Sheikh capaz de desempeñar efectivamente el papel de un Maestro espiritual, sino solamente por Kholafâ que no pueden hacer apenas más que transmitir válidamente la influencia iniciática; por eso no es menos verdad que, cuando la cosa es así, la barakah del Sheikh fundador de la tarîqah puede muy bien, al menos para individualidades particularmente bien dotadas, y en virtud de ese simple vinculamiento a la silsilah, suplir la ausencia de un Sheikh presentemente vivo, y este caso deviene entonces completamente comparable al que acabamos de recordar). Sin duda, hay ahí una cierta desventaja, en el sentido de que una tal vía es evidentemente menos segura y más difícil de seguir que aquella donde el iniciado se beneficia del control constante de un Maestro espiritual; pero eso es otra cuestión, y lo que importa desde el punto de vista donde nos colocamos al presente, es que la existencia misma de estas formas iniciáticas, que se proponen necesariamente la misma meta que las demás, y que por consiguiente deben poner a la disposición de sus adherente medios suficientes para llegar a ella desde que están plenamente calificados, prueba ampliamente que la presencia de un Guru no podría considerarse como constituyendo una condición indispensable en todos los casos. Entiéndase bien, por lo demás, que, haya o no un Guru humano, el Guru interior está siempre presente, puesto que no es más que uno con el «Sí mismo»; que, para manifestarse a aquellos que todavía no pueden tener una consciencia inmediata de él, tome como soporte un ser humano o una influencia espiritual «no-encarnada», en eso no hay en suma más que una diferencia de modalidades que no afecta en nada a lo esencial. Hemos dicho hace un momento que el papel del Guru, allí donde existe, es sobre todo importante al comienzo de la iniciación efectiva, y eso puede parecer incluso completamente evidente, puesto que es natural que un iniciado tenga mayor necesidad de ser guiado cuanto menos avanzado está en la vía; esta precisión contiene ya implícitamente la refutación de otro error que hemos constatado, y que consiste en pretender que no puede ser verdadero Guru más que el que ya ha llegado al término de la realización espiritual, es decir, a la Liberación. Si fuera verdaderamente así, sería más bien desalentador para aquellos que buscan obtener la ayuda de un Guru, pues está bien claro que las posibilidades que tendrían de encontrar uno serían entonces extremadamente restringidas; pero, en realidad, para que alguien pueda desempeñar eficazmente ese papel de Guru al comienzo, basta que sea capaz de conducir a su discípulo hasta un cierto grado de iniciación efectiva, lo que es posible incluso si él mismo no ha ido más allá de ese grado (NA: Por otra parte, esta capacidad supone, además del desarrollo espiritual correspondiente a la posesión de ese grado, algunas cualidades especiales, del mismo modo que, entre aquellos que poseen los mismos conocimientos en un orden cualquiera, no todos son igualmente aptos para enseñarlos a los demás). Por eso es por lo que la ambición de un verdadero Guru, si puede decirse, debe ser sobre todo poner a su discípulo en estado de rebasarle lo más pronto posible, ya sea dirigiéndole, cuando ya no puede conducirle más lejos, a otro Guru que tenga una competencia más extensa que la suya propia (NA: Debe entenderse bien que este cambio no puede operarse nunca, regular y legítimamente, si no es con la autorización del primer Guru, e incluso por su iniciativa, ya que es él solo, y no el discípulo, quien puede apreciar si su papel ha terminado respecto a éste, y también si tal otro Guru es realmente capaz de llevarle más lejos de lo que podría llevarle él mismo. Agregamos que, a veces, un tal cambio puede tener también una razón completamente diferente, y deberse solo a que el Guru constate que el discípulo, debido a algunas particularidades de su naturaleza individual, puede ser guiado más eficazmente por algún otro), ya sea, si es capaz de ello, conduciéndole al punto donde se establecerá la comunicación consciente y directa con el Guru interior; y, en este último caso, eso es igualmente verdadero tanto si el Guru humano es verdaderamente un jîvan-mukta como si no posee más que un grado menor de realización espiritual. Todavía no hemos terminado con todas las concepciones erróneas que tienen curso en algunos medios, y entre las cuales una hay que nos parece particularmente peligrosa; hay gentes que se imaginan que pueden considerarse como vinculados a tal forma tradicional únicamente por el hecho de que es a esa a la que pertenece su Guru, o al menos aquel a quien se creen autorizados a considerar como tal, y sin que para eso tengan que hacer ni que cumplir ningún rito cualquiera que sea. Debería ser bien evidente que ese pretendido vinculamiento no podría tener en modo alguno un valor efectivo, y que ni siquiera tiene la menor realidad; sería verdaderamente muy fácil vincularse a una tradición sin otras condiciones que esa, y no se puede ver ahí más que el efecto de un desconocimiento completo de la necesidad de la práctica de un exoterismo, que, en el caso de una iniciación que depende de una tradición determinada y no exclusivamente esotérica, no puede ser naturalmente más que el de esa misma tradición (NA: Tomamos aquí la palabra «exoterismo» en su acepción más amplia, para designar la parte de una tradición que se dirige a todos indistintamente, y que constituye la base normal y necesaria de toda iniciación correspondiente). Aquellos que piensan así se creen sin duda ya pasados más allá de todas las formas, aunque su error es grande, ya que la necesidad misma que sienten de recurrir a un Guru es una prueba suficiente de que todavía no están donde suponen (NA: Hay inclusive algo contradictorio aquí, ya que, si hubieran podido llegar realmente a ese punto antes de tener un Guru, sería ciertamente la mejor prueba de que éste no es indispensable como lo afirman por otra parte); que el Guru mismo haya llegado ahí o no, eso no cambia nada lo que toca a los discípulos y no les concierne incluso de ninguna manera. Lo que es más sorprendente, es menester decirlo también, es que se pueda encontrar un Guru que acepte discípulos en semejantes condiciones, y sin haber rectificado previamente este error en ellos; eso solo sería incluso motivo para causar serias dudas sobre la realidad de su cualidad espiritual. En efecto, todo verdadero Maestro espiritual debe ejercer necesariamente su función en conformidad con una tradición determinada; cuando ello no es así, esa es una de las marcas que permiten reconocer más fácilmente que no se trata más que de un falso Maestro espiritual, que por lo demás, en algunos casos, puede muy bien no serlo de mala fe, sino ilusionarse él mismo por ignorancia de las condiciones reales de la iniciación; ya nos hemos explicado suficientemente más atrás como para que no sea útil insistir más en ello (NA: Ver capítulo XXI: Verdaderos y falsos instructores espirituales). Por otra parte, ya que es menester prever todas las objeciones, importa hacer una distinción muy clara entre este caso y aquel donde puede ocurrir que, accidentalmente en cierto modo, y fuera de su función tradicional, un Maestro espiritual dé no solo aclaraciones de orden espiritual, lo que no podría plantear ninguna dificultad, sino también algunos consejos de un carácter más práctico a personas no pertenecientes a su propia tradición; debe entenderse bien que entonces no puede tratarse más que de simples consejos, que, como todos los que podrían venir de algún otro, sacan su valor únicamente de los conocimientos que aquel que los da posee en tanto que individuo humano, y no en tanto que representante de una cierta tradición, y que no podrían poner, frente a él, a aquel que los recibe en la situación de un discípulo en el sentido iniciático de esta palabra. Evidentemente, eso no tiene nada en común con la pretensión de conferir una iniciación a gentes que no reúnen las condiciones requeridas para recibirla válidamente, condiciones entre las cuales figura siempre necesariamente el vinculamiento regular y efectivo a la tradición a la cual pertenece la forma iniciática considerada, con todas las observancias rituales que eso implica esencialmente; y es menester decir claramente que, a falta de ese vinculamiento, la relación que une a los supuestos discípulos con su Guru no es ella misma, en tanto que lazo iniciático, más que una ilusión pura y simple.
