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CAPÍTULO X

CAPÍTULO X — NOMBRES Y REPRESENTACIONES SIMBÓLICAS DE LOS CENTROS ESPIRITUALES

En lo que concierne a la «región suprema», podríamos citar todavía muchas otras tradiciones concordantes; hay concretamente, para designarla, otro nombre, probablemente más antiguo que el de Paradêsha: este nombre es el de Tula, de donde los griegos hicieron Thulé; y, como acabamos de verlo, esta Thulé era verosímilmente idéntica a la primitiva «isla de los cuatro Señores». Por lo demás, es menester observar que el mismo nombre de Tula ha sido dado a regiones muy diversas, puesto que, todavía hoy, se le encuentra tanto en Rusia como en América central; sin duda se debe pensar que cada una de estas regiones fue, en una época más o menos lejana, la sede de un poder espiritual que era como una emanación del poder espiritual de la Tula primordial. Se sabe que la Tula mexicana debe su origen a los Toltecas; éstos, se dice, venían de Aztlan, literalmente «la tierra en medio de las aguas», que, evidentemente, no es otra que la Atlántida, y los mismos habían traído este nombre de Tula de su país de origen; el centro al que dieron este nombre debió reemplazar probablemente, en una cierta medida, al centro del continente desaparecido (El signo ideográfico de Aztlan o de Tula era la garza blanca; la garza y la cigüeña desempeñan en Occidente el mismo papel que el ibis en Oriente, y estos tres pájaros figuran entre los emblemas de Cristo; el ibis era, entre los egipcios, uno de los símbolos del Thoth, es decir, de la Sabiduría). Pero, por otra parte, es menester distinguir la Tula atlante de la Tula hyperbórea, ya que es esta última la que, en realidad, representa el centro primero y supremo para el conjunto del Manvantara actual; es esta Tula hyperbórea la que fue la «isla sagrada» por excelencia, y, así como lo decíamos más atrás, su situación era literalmente polar en el origen. Todas las otras «islas sagradas», que son designadas por todas partes por nombres de significación idéntica, no fueron más que imágenes de aquella; y esto se aplica incluso al centro espiritual de la tradición atlante, que no rigió más que un ciclo histórico secundario, subordinado al Manvantara (Una gran dificultad, para determinar de una manera precisa el punto de unión de la tradición atlante con la tradición hiperbórea, proviene de ciertas substituciones de nombres que pueden dar lugar a múltiples confusiones; pero la cuestión, a pesar de todo, no es quizás enteramente insoluble). La palabra Tula, en sánscrito, significa «balanza», y designa en particular el signo zodiacal de este nombre; pero, según una tradición china, la Balanza celeste ha sido primitivamente la Osa Mayor (La Osa Mayor habría sido llamada incluso «Balanza de Jade», y el jade es un símbolo de perfección. En otros pueblos, la Osa Mayor y la Osa Menor han sido asimiladas a los dos platos de una balanza. — Esta balanza simbólica no carece de relación con la que se trata en el Siphra di-Tseniutha (el «Libro del Misterio», sección del Zohar): la misma está «suspendida en un lugar que no es», es decir, en lo «no manifestado», que el punto polar representa para nuestro mundo; por lo demás, se puede decir que es sobre el Polo donde reposa efectivamente el equilibrio de este mundo). Esta precisión es de la mayor importancia, ya que el simbolismo que se vincula a la Osa Mayor está ligado naturalmente de la manera más estrecha al del Polo (La Osa Mayor es, en la India, el sapta-riksha, es decir, la mansión simbólica de los siete Rishis; esto es naturalmente conforme con la tradición hyperbórea, mientras que, en la tradición atlante, la Osa Mayor es reemplazada en este papel por las Pléyades, que están igualmente formadas por siete estrellas; por lo demás, se sabe que, para los griegos, las Pléyades eran hijas de Atlas y, como tales, llamadas también Atlántidas); no podemos extendernos aquí sobre esta cuestión que requeriría ser tratada en un estudio particular (Es curioso anotar también, en conexión con lo que hemos dicho más atrás de la asimilación fonética entre Mêru y mêros, que, en los antiguos Egipcios, la Osa Mayor era llamada la constelación del Muslo). Habría lugar a examinar también la relación que puede existir entre la Balanza polar y la Balanza zodiacal; por lo demás, esta última se considera como el «signo del Juicio», y lo que hemos dicho precedentemente de la balanza como atributo de la Justicia, a propósito de Melki-Tsedeq, puede hacer comprender que su nombre haya sido la designación del Centro espiritual supremo. Tula es llamada también la «isla blanca», y ya hemos dicho que este color es el que representa a la autoridad espiritual; en las tradiciones americanas, Aztlan tiene por símbolo una montaña blanca, pero esta figuración se aplicaba primero a la Tula hyperbórea y a la «montaña polar». En la India, la «isla blanca» (Shwêta-dwîpa), a la que se coloca generalmente en las lejanas regiones del Norte (El Shwêta-dwîpa es una de las dieciocho subdivisiones del Jambu-dwîpa), se considera como la «morada de los Bienaventurados», lo que la identifica claramente a la «Tierra de los Vivos» (Esto recuerda igualmente las «Islas afortunadas» de la antigüedad occidental; pero estas islas estaban situadas al Oeste (el «jardín de las Hespérides»: hesper en griego, vesper en latín, son la tarde, es decir, el Occidente), lo que indica una tradición de origen atlante, y lo que, por otra parte, puede hacer pensar también en el «Cielo Occidental» de la tradición tibetana). No obstante, hay una excepción notable: las tradiciones célticas hablan sobre todo de la «isla verde» como la «isla de los Santos» o la «isla de los Bienaventurados» (El nombre de «isla de los Santos», así como el de «isla verde», ha sido aplicado ulteriormente a Irlanda, e incluso a Inglaterra. — Señalamos igualmente el nombre de isla de Heligoland, que tiene la misma significación); pero en el centro de esa isla se eleva la «montaña blanca», que no ha sido, se dice, sumergida por ningún diluvio (Ya hemos señalado las tradiciones similares que conciernen al Paraíso terrestre. — En el esoterismo islámico, la «isla verde» (el-jezirah el-khadrah) y la «montaña blanca» (el-jabal el-abiod) también se conocen, aunque se habla muy poco de ellas en el exterior), y cuya cima es de color púrpura (Se reencuentran aquí los tres colores herméticos: verde, blanco y rojo, de los que hemos hablado en El Esoterismo de Dante). Esta «montaña del Sol», como también se llama, es lo mismo que el Mêru: éste, que es también la «montaña blanca», ésta rodeado de un cinturón verde por el hecho de que está situado en medio del mar (Por otra parte, a veces se trata de un cinturón con los colores del arcoiris, que puede ser aproximado al echarpe de Iris; Saint-Yves hace alusión a él en su Mission de l'Inde, y la misma cosa se encuentra en las visiones de Anne-Catherine Emmerich. — A este respecto, uno se remitirá a lo que hemos dicho precedentemente sobre el simbolismo del arcoiris, así como sobre los siete dwîpas), y en su cima brilla el triángulo de la luz. A la designación de centros espirituales como la «isla blanca» (designación que, lo recordamos todavía, ha podido aplicarse como todas las demás a centros secundarios, y no únicamente al centro supremo al cual convenía en primer lugar), es menester vincular los nombres de lugares, regiones, o ciudades, que expresan igualmente la idea de blancura. Existe un gran número de ellas, de Albión a Albania pasando por Alba la larga, la ciudad madre de Roma, y las otras ciudades antiguas que han podido llevar el mismo nombre (Por lo demás, hay que aproximar el latín albus, «blanco», al hebreo laban, que tiene el mismo sentido, y cuyo femenino Lebanah sirve para designar la Luna; en latín, Luna puede significar a la vez «blanca» y «luminosa», y ambas ideas están conexas); en los griegos, el nombre de la ciudad de Argos tiene la misma significación (Entre el adjetivo argos, «blanco» y el nombre de la ciudad, no hay más que una simple diferencia de acentuación; el nombre de la ciudad es neutro, y este mismo nombre en masculino es el de Argus. Se puede pensar aquí en la nave Argo (de la que se dice que fue construida por Argus, y cuyo mástil estaba hecho de un roble del bosque de Dodona); en este último caso, la palabra puede significar igualmente «rápido», puesto que la rapidez se considera como un atributo de la luz (y especialmente del relámpago), pero el primer sentido es «blancura», y por consiguiente «luminosidad». — De la misma palabra deriva también el nombre de la plata, que es el metal blanco y que corresponde astrológicamente a la Luna; el latín argentum (plata) y el griego arguros tienen visiblemente una raíz idéntica); y la razón de estos hechos aparecerá más claramente por lo que diremos un poco más adelante. Hay que hacer todavía una precisión sobre la representación del centro espiritual como una isla, que encierra por lo demás la «montaña sagrada», ya que, al mismo tiempo que una tal localización ha podido existir efectivamente (aunque todas las «Tierras Santas» no sean islas), debe tener también una significación simbólica. Los hechos históricos mismos, y sobre todo los de la historia sagrada, traducen en efecto a su manera verdades de orden superior, en razón de la ley de correspondencia que es el fundamento mismo del simbolismo, y que une a todos los mundos en la armonía total y universal. La idea que evoca la representación de que se trata es esencialmente la de «estabilidad», idea que hemos indicado precisamente como característica del Polo: la isla permanece inmutable en medio de la agitación incesante de las olas, agitación que es una imagen de la del mundo exterior; y es menester haber atravesado el «mar de las pasiones» para llegar al «Monte de la Salvación», al «Santuario de la Paz» («El Yogî, habiendo atravesado el mar de las pasiones, está unido con la Tranquilidad y posee el “Sí mismo” en su plenitud, dice Shankarâchârya (Atmâ-Bhoda). Las pasiones se toman aquí para designar todas las modificaciones contingentes y transitorias que constituyen la «corriente de las formas»: ese es el dominio de las «aguas inferiores», según el simbolismo común a todas las tradiciones. Por eso es por lo que la conquista de la «Gran Paz» es frecuentemente representada bajo la figura de una navegación (y ésta es una de las razones por las que la barca, en el simbolismo católico, representa a la Iglesia); a veces es representada también bajo la forma de una guerra, y la Bhagavad-Gîtâ puede ser interpretada en este sentido, de igual modo que se podría desarrollar, bajo este punto de vista, la teoría de la «guerra santa» (jihâd) según la doctrina islámica. — Agregaremos que «caminar sobre las aguas» simboliza la dominación del mundo de las formas y del cambio: Vishnu es llamado Nârâyana, «El que camina sobre las aguas»; se impone una aproximación con el Evangelio, donde se ve precisamente a Cristo caminar sobre las aguas).

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