User Tools

Site Tools


guenon:rgsc:xxx

XXX

ÚLTIMAS PRECISIONES SOBRE EL SIMBOLISMO ESPACIAL

En todo lo que precede, no hemos buscado establecer una distinción clara entre las significaciones respectivas de los dos términos “espacio” y “extensión”, y, en muchos casos, los hemos empleado incluso casi indiferentemente el uno por el otro; esta distinción, como la del “tiempo” y la “duración”, puede ser de una gran utilidad para algunas sutilezas filosóficas, puede tener incluso algún valor real desde el punto de vista cosmológico, pero, ciertamente, la metafísica pura nada tiene que hacer con ella ( Mientras que la extensión se considera habitualmente como una particularización del espacio, la relación del tiempo y de la duración se considera a veces en un sentido opuesto; en efecto, según algunas concepciones, y concretamente la de los filósofos escolásticos, el tiempo no es más que un modo particular de la duración; pero esto, que es por lo demás perfectamente aceptable, se vincula a consideraciones que son extrañas a nuestro tema. Todo lo que podemos decir a este respecto, es que el término “duración” se toma entonces para designar generalmente todo modo de sucesión, es decir, en suma toda condición que, en otros estados de existencia, puede corresponder analógicamente a lo que es el tiempo en el estado humano; pero el empleo de este término se arriesga quizás a dar lugar a algunas confusiones). Por lo demás, de una manera general, preferimos abstenernos de todas las complicaciones de lenguaje que no sean estrictamente necesarias para la claridad y la precisión de nuestra exposición; y, según una declaración que no es nuestra, pero que podemos hacer enteramente nuestra, “nos repugna cargar a la metafísica con una nueva terminología, puesto que nos acordamos de que las terminologías son temas de discusiones, de errores y de descrédito; aquellos que las crean, para las necesidades aparentes de sus demostraciones, erizan con ellas incomprehensiblemente sus textos, y se atan a ellas con tanto amor que frecuentemente estas terminologías, áridas e inútiles, acaban por constituir la única novedad del sistema propuesto” ( NA: Matgioi, La Vía Metafísica, p 33 ( Nota )).

Fuera de estas razones generales, si nos ha ocurrido frecuentemente llamar espacio a lo que, hablando propiamente, no es en realidad más que una extensión particular de tres dimensiones, es porque, incluso en el más alto grado de universalización, del símbolo espacial que hemos estudiado, no hemos rebasado los límites de esta extensión, tomada para dar una figuración, necesariamente imperfecta como lo hemos explicado, del ser total. No obstante, si uno quisiera atenerse a un lenguaje más riguroso, sin duda no debería emplearse la palabra “espacio” más que para designar el conjunto de todas las extensiones particulares; así, la posibilidad espacial, cuya actualización constituye una de las condiciones especiales de algunas modalidades de manifestación ( tales como nuestra modalidad corporal, en particular ) en el grado de existencia al que pertenece el estado humano, contiene en su indefinidad todas las extensiones posibles, cada una de las cuales es ella misma indefinida a un menor grado, y que pueden diferir entre ellas por el número de las dimensiones o por otras características; y es por lo demás evidente que la extensión llamada “euclidiana”, que estudia la geometría ordinaria, no es más que un caso particular de la extensión de tres dimensiones, puesto que no es su única modalidad concebible ( La perfecta coherencia lógica de las diversas geometrías “no-euclidianas” es una prueba suficiente de ello; pero, bien entendido, éste no es el lugar para insistir sobre la significación y el alcance de estas geometrías, como tampoco sobre los de la “hipergeometría” o geometrías de más de tres dimensiones).

A pesar de eso, la posibilidad espacial, incluso en toda esta generalidad donde la consideramos, no es todavía más que una posibilidad determinada, indefinida sin duda, e incluso indefinida a una potencia múltiple, pero no obstante finita, puesto que, como lo muestra en particular la producción de la serie de los números a partir de la unidad, lo indefinido procede de lo finito, lo que no es posible más que a condición de que lo finito mismo contenga en potencia este indefinido; y es bien evidente que lo “más” no puede salir de lo “menos”, ni lo infinito de lo finito. Por lo demás, si ello fuera de otro modo, la coexistencia de una indefinidad de otras posibilidades, que no están comprendidas en esa ( Para atenerse a lo que es conocido por todo el mundo, el pensamiento ordinario mismo, tal como le consideran los psicólogos, está fuera del espacio y no puede situarse en él de ninguna manera), y cada una de las cuales es igualmente susceptible de un desarrollo indefinido, sería imposible; y ésta sola consideración, a falta de toda otra, bastaría plenamente para demostrar la absurdidad de ese “espacio infinito” del que se ha abusado tanto ( Por lo demás, se ha abusado otro tanto del “número infinito”; de una manera general, el pretendido “infinito cuantitativo”, bajo todas sus formas, no es y no puede ser pura y simplemente, más que lo indefinido; con esto desaparecen todas las contradicciones inherentes a este supuesto “infinito”, que embarazan tan enormemente a los matemáticos y a los filósofos), ya que no puede ser verdaderamente infinito más que aquello que lo comprende todo, aquello fuera de lo cual no hay absolutamente nada que pueda limitarlo de una manera cualquiera, es decir, la Posibilidad total y Universal ( Si, como lo hemos dicho más atrás, nos es imposible admitir el punto de vista estrecho del geocentrismo, habitualmente ligado al antropomorfismo, tampoco aprobamos más esa especie de lirismo científico, o más bien pseudocientífico, que parece sobre todo querido por algunos astrónomos, y en el que se trata sin cesar del “espacio infinito” y del “tiempo eterno”, que son, lo repetimos, puras absurdidades, puesto que, precisamente, no puede ser infinito y eterno más que lo que es independiente del espacio y del tiempo; en el fondo, eso no es más que una de las numerosas tentativas del espíritu moderno para limitar la Posibilidad universal a la medida de sus propias capacidades, que no rebasan apenas los límites del mundo sensible).

Detendremos aquí la presente exposición, reservando para otro estudio las demás consideraciones relativas a la teoría metafísica de los estados múltiples del ser, que consideraremos entonces independientemente del simbolismo geométrico al que ella da lugar. Para permanecer en los límites que entendemos imponernos por el momento, agregaremos simplemente esto, que nos servirá de conclusión: es por la consciencia de la Identidad del Ser, permanente a través de todas las modificaciones indefinidamente múltiples de la Existencia única, como se manifiesta, tanto en el centro mismo de nuestro estado humano como en el de todos los demás estados, este elemento transcendente e informal, y por consiguiente, no encarnado y no individualizado, al que se llama el “Rayo Celeste”; y es esta consciencia, superior por eso mismo a toda facultad de orden formal, y por consiguiente esencialmente supraracional, y que implica el asentimiento de la ley de armonía que liga y une todas las cosas en el Universo, decimos, es esta consciencia la que, para nuestro ser individual, pero independientemente de él y de las condiciones a las cuales está sometido, constituye verdaderamente la “sensación de la eternidad” ( No hay que decir que la palabra “sensación” no se toma aquí en su sentido propio, sino que debe entenderse, por transposición analógica, de una facultad intuitiva, que aprehende inmediatamente su objeto, como la sensación lo hace en su orden; pero en eso hay toda la diferencia que separa a la intuición intelectual de la intuición sensible, lo supraracional de lo infraracional).

guenon/rgsc/xxx.txt · Last modified: by 127.0.0.1