Uno de los símbolos a que queremos referirnos es el triángulo con el vértice hacia abajo; es como una suerte de representación esquemática de la copa sacrificial, y con tal valor se encuentra en ciertos yantra o símbolos geométricos de la India. Por otra parte, es particularmente notable desde nuestro punto de vista que la misma figura sea igualmente un símbolo del corazón, cuya forma reproduce simplificándola: el “triángulo del corazón” es expresión corriente en las tradiciones orientales. Esto nos conduce a una observación tampoco desprovista de interés: que la FIGURACIÓN DEL CORAZÓN inscripto en un triángulo así dispuesto no tiene en sí nada de ilegítimo, ya se trate del corazón humano, o del Corazón divino, y que, inclusive, resulta harto significativa cuando se la refiere a los emblemas utilizados por cierto hermetismo cristiano medieval, cuyas intenciones fueron siempre plenamente ortodoxas. Si a veces se ha querido, en los tiempos modernos, atribuir a tal representación un sentido blasfemo ( (Ver Reg., agosto-septiembre de 1924)), es porque, conscientemente o no, se ha alterado la significación primera de los símbolos hasta invertir su valor normal; se trata de un fenómeno del cual podrían citarse muchos ejemplos y que por lo demás encuentra su explicación en el hecho de que ciertos símbolos son efectivamente susceptibles de doble interpretación, y tienen como dos faces opuestas. La serpiente, por ejemplo, y también el león, ¿no significan a la vez, según los casos, Cristo y Satán? No podemos entrar a exponer aquí, a ese respecto, una teoría general, que nos llevaría demasiado lejos; pero se comprenderá que hay en ello algo que hace muy delicado al manejo de los símbolos y también que este punto requiere especialísima atención cuando se trata de descubrir el sentido real de ciertos. emblemas y traducirlo correctamente ( (Cf. Le Règne de la quantité et les signes des temps, cap. XXIX: “Le renversement des symboles”)). SFCS: EL SAGRADO CORAZON Y LA LEYENDA DEL SANTO GRAAL
En ciertos casos, la FIGURACIÓN DEL CORAZÓN incluye solo uno de esos dos aspectos: luz o calor; la luz está representada, naturalmente, por una irradiación del tipo ordinario, o sea formada únicamente por rayos rectilíneos; en cuanto al calor, está representado por lo común por llamas que surgen del corazón. Por otra parte, cabe observar que la irradiación, incluso cuando están reunidos los dos aspectos, parece sugerir, de modo general, una preponderancia reconocida al aspecto luminoso; esta interpretación se ve confirmada por el hecho de que las representaciones del corazón irradiante, con distinción o no de ambas clases de rayos, son las más antiguas, pues datan en su mayoría de épocas en que la inteligencia estaba aún referida tradicionalmente al corazón, mientras que las representaciones del corazón en llamas se difundieron sobre todo con las ideas modernas que reducen el corazón a no corresponder sino al sentimiento (Es notable a este respecto que, en el simbolismo cristiano particularmente, las figuraciones más antiguas del Sagrado Corazón pertenecen todas al tipo del corazón irradiante, mientras que en las que no se remontan más allá del siglo XVII se encuentra de modo constante y casi exclusivo el corazón en llamas: es éste un ejemplo muy significativo del influjo ejercido por las concepciones modernas hasta en el dominio religioso). Harto sabido es, en efecto, que se ha llegado a no dar al corazón otra significación que ésa, olvidando por completo su relación con la inteligencia; el origen de esta desviación, por lo demás, es sin duda imputable en gran parte al racionalismo, en cuanto pretende identificar pura y simplemente la inteligencia con la razón, pues el corazón no está en relación con esta última sino más bien con la inteligencia trascendente, precisamente, ignorada o incluso negada por el racionalismo. Verdad es, por otra parte, que desde que el corazón se considera como centro del ser, todas las modalidades de éste pueden en cierto sentido serle referidas por lo menos indirectamente, incluido el sentimiento o lo que los psicólogos llaman la “afectividad”; pero ello no quita que hayan de observarse las relaciones jerárquicas, manteniendo solo al intelecto como verdaderamente “central” y no teniendo las demás modalidades sino un carácter más o menos “periférico”. Pero, al desconocerse la intuición intelectual, que reside en el corazón (Esta intuición intelectual es la simbolizada propiamente por el “ojo del corazón”), y al usurpar la razón, que reside en el cerebro, el papel “iluminador” (Cf. lo que hemos dicho en otro lugar sobre el sentido racionalista dado a las “luces” en el siglo XVIII, especialmente en Alemania, y sobre la significación conexa de la denominación “Iluminados de Baviera” (Aperçus sur l’Initiation, cap. XX)) de aquélla, no quedaba al corazón sino la posibilidad única de ser considerado como la sede de la afectividad” (Así, Pascal, contemporáneo de los comienzos del racionalismo propiamente dicho, entiende ya “corazón” en el sentido exclusivo de “sentimiento”); por otra parte, el mundo moderno debía también ver surgir, como una suerte de contrapartida del racionalismo, lo que puede llamarse el sentimentalismo, es decir, la tendencia a ver el sentimiento como lo más profundo y elevado que hay en el ser, y a afirmar su supremacía sobre la inteligencia; y es bien evidente que tal cosa, como todo lo que no es en realidad sino exaltación de lo “infrarracional” en una u otra forma, no ha podido producirse sino porque la inteligencia había sido previamente reducida a la simple razón. SFCS: EL CORAZON IRRADIANTE Y EL CORAZÓN EN LLAMAS