Como el Nyâya, el Vaishêshika distingue un cierto número de padârthas, pero, bien entendido, determinándolos desde un punto de vista diferente; así pues, estos padârthas no coinciden con los del Nyâya, e incluso pueden entrar todos en las subdivisiones del segundo de éstos, pramêya o «lo que es objeto de prueba». El Vaishêshika considera seis padârthas, de los que el primero se llama dravya; esta palabra se traduce ordinariamente por «substancia», y se puede hacer en efecto, a condición de entenderla, no en el sentido metafísico o universal, sino exclusivamente en el sentido relativo donde designa la función del sujeto lógico, y que es el que tiene igualmente en la concepción de las categorías de Aristóteles. El segundo padârtha es la cualidad, que es llamada guna, término que encontraremos de nuevo a propósito del Sânkhya, pero aplicado diferentemente; aquí, las cualidades de que se trata son los atributos de los seres manifestados, lo que la escolástica llama «ACCIDENTES» considerándolos en relación a la substancia o al sujeto que es su soporte, en el orden de la manifestación en modo individual. Si se transpusieran estas mismas cualidades más allá de este modo especial para considerarlas en el principio mismo de su manifestación, deberían considerarse como constitutivas de la esencia, en el sentido en el que este término designa un principio correlativo y complementario de la substancia, ya sea en el orden universal, o ya sea incluso, relativamente y por correspondencia analógica, en el orden individual; pero la esencia, incluso individual, donde los atributos residen «eminentemente» y no «formalmente», escapa al punto de vista del Vaishêshika, que está del lado de la existencia entendida en su sentido más estricto, y es por eso por lo que los atributos no son verdaderamente para él más que «ACCIDENTES». Hemos expuesto voluntariamente estas últimas concepciones en un lenguaje que debe hacerlas más particularmente comprehensibles a aquellos que están habituados a la doctrina aristotélica y escolástica; este lenguaje es, por lo demás, dado el caso, el menos inadecuado de aquellos que el Occidente pone a nuestra disposición. La substancia, en los dos sentidos de los que es susceptible esta palabra, es la raíz de la manifestación, pero en sí misma no es manifestada, y sólo se manifiesta en y por sus atributos, que son sus modalidades, y que, inversamente, no tienen existencia real, según este orden contingente de la manifestación, más que en y por la substancia; es en ésta donde subsisten las cualidades, y es por ella por lo que se produce la acción. El tercer padârtha es, en efecto, karma o la acción; y la acción, cualquiera que sea su diferencia en relación a la cualidad, entra con ésta en la noción general de los atributos, ya que no es nada más que una «manera de ser» de la substancia; es lo que indica, en la constitución del lenguaje, la expresión de la cualidad y de la acción bajo la forma común de los verbos atributivos. La acción se considera como consistiendo esencialmente en el movimiento, o más bien en el cambio, ya que esta noción, mucho más extensa, en la que el movimiento no constituye más que una especie, es la que se aplica más exactamente aquí, e incluso a lo que presenta de análogo la física griega. Se podría decir, por consiguiente, que la acción es para el ser un modo transitorio y momentáneo, mientras que la cualidad es un modo relativamente permanente y estable a algún grado; pero, si se considera la acción en la integralidad de sus consecuencias temporales e incluso intemporales, esta distinción misma se desvanecería, como, por lo demás, se podría prever destacando que todos los atributos, cualesquiera sean, proceden igualmente de un mismo principio, y eso tanto bajo el aspecto de la substancia como bajo el de la esencia. Podremos ser más breve sobre los tres padârthas que vienen después, y que representan en suma categorías de relaciones, es decir, también algunos atributos de las substancias individuales y de los principios relativos que son las condiciones determinantes inmediatas de su manifestación. El cuarto padârtha es sâmânya, es decir, la comunidad de cualidad, que, en los grados diversos de los cuales es susceptible, constituye la superposición de los géneros; el quinto es la particularidad o la diferencia, llamado más especialmente vishêsha, y que es lo que pertenece en propiedad a una substancia determinada, aquello por lo que se diferencia de todas las otras; finalmente, el sexto es samavâya, la agregación, es decir, la relación íntima de inherencia que une la substancia y sus atributos, y que, por lo demás, es ella misma un atributo de esa substancia. El conjunto de estos seis padârthas, que comprenden así las substancias y todos sus atributos, constituye bhâva o la existencia; en oposición correlativa está abhâva o la no existencia, de la que a veces se hace un séptimo padârtha, pero cuya concepción es puramente negativa: es propiamente la «privación» entendida en el sentido aristotélico. 283 IGEDH: El Vaishêshika
«Cuando los ACCIDENTES (formales y demás, que comprenden tanto la manifestación sutil como la manifestación grosera) son suprimidos (puesto que no existen sino en modo ilusorio, de tal suerte que no son verdaderamente nada al respecto del Principio), el Muni (tomado aquí como sinónimo de Yogî), entra, con todos los seres (en tanto que ya no se distinguen de él mismo), en la Esencia que penetra todo (y que es Âtmâ)»1.
(…)
«Cuando el “Sí mismo” es alumbrado por la meditación (que es un conocimiento teórico, y por consiguiente todavía indirecto, que le hace aparecer como si recibiera la Luz de una fuente diferente de sí mismo, lo que es todavía una distinción ilusoria), y cuando arde después por el fuego del Conocimiento (al realizar su identidad esencial con la Luz Suprema), se libera de todos los ACCIDENTES (o modificaciones contingentes), y brilla en su propio esplendor, como el oro que se purifica en el fuego»3. (HDV XIV)