Génesis (FS)

En la bendición muhammadiana -la “Plegaria por el Profeta”- los epítetos del Profeta se aplican igualmente -o, mejor, a fortiori- a la Totalidad y al Centro cuya expresión humana es Muhammad, o de los que es “una expresión” si se toma en cuenta la humanidad de todos los tiempos y de todos los lugares. El propio nombre de Muhammad significa “el Glorificado” e indica la perfección de la Creación, de la que da fe también el GÉNESIS: “Y Allâh vio que aquello era bueno”; además, las palabras “nuestro Señor” (Sayyîdunâ), que preceden al nombre de Muhammad, indican la cualidad primordial y normativa del Cosmos en relación con nosotros. 1180 FSCI 3

A fin de cuentas, cuando San Agustín exclama «feliz culpa» al referirse al pecado de Adán y Eva, indica en suma el carácter necesario de la caída: muchas doctrinas cosmogónicas presentan en efecto la pérdida de la beatitud original como un hecho neutro y como una etapa inevitable en la plena realización del hombre, acentuando por consiguiente sus efectos compensatorios como lo hace el Cristianismo a posteriori. Esto es lo que muestra la unión sexual, imagen clásica de la caída, al menos según la sensibilidad cristiana; el Islam y otras religiones insisten por el contrario en la virtud liberadora y perfeccionadora de la sexualidad, pero sin negar jamás los méritos posibles de la castidad ni su necesidad en ciertos casos. En cualquier caso, todo en el orden natural es más o menos relativo, y le es posible al hombre realizar la alquimia sexual de una manera puramente interior, como también es posible lo inverso; esto es evidente y ya lo hemos dicho explícita o implícitamente. Del mismo modo, no enunciamos nada nuevo recordando que el hombre lleva en sí mismo el Paraíso perdido, que en realidad permanece siempre accesible, no fácilmente, sino bajo condiciones tradicionales y personales rigurosas; intrate per angustam portam. El ángel de la espada flamígera, o el dragón guardián del santuario (NA: La serpiente del GÉNESIS no deja de tener relación con el dragón, pero éste es positivo, como lo muestra el paralelo con el ángel o los querubines. Al ser la perspectiva de la Biblia a priori moral y no iniciática – como lo prueba por otra parte la presentación del caso de Salomón – las palabras de la serpiente tienen un carácter maléfico, mientras que según la perspectiva sapiencial el dragón invita, no al pecado, sino a la prueba iniciática y a la victoria, advirtiendo al hombre del peligro que corre. Ciertamente, el hombre ha caído en el sufrimiento y en la muerte, pero éste es el precio de una posibilidad superior de perfección, sin lo cual no habría lugar a hablar de una «feliz culpa». Los budistas dirían que no se puede vencer el samsâra más que conociéndolo.), no dará libre paso más que a aquél que, habiendo vencido la caída, no ha sido rozado por el pecado; a aquél, cuya «bajada a los infiernos» fue de entrada una «feliz culpa», o a aquél que, conociendo así el «santo y seña», posee la llave del Jardín celestial y de la Liberación. 2352 EPV: I EL MISTERIO DEL VELO

El GÉNESIS nos informa que en el centro del Paraíso terrenal estaba el árbol de la Vida, y que otro árbol era el de la ciencia del Bien y del Mal; los frutos de este segundo árbol estaban prohibidos al hombre. El árbol central es el del conocimiento sintético o unitivo: es ver los accidentes, o las contingencias, en la Substancia o en función de ella. El árbol prohibido es el del conocimiento separativo: es ver los accidentes fuera de la Substancia u olvidándola, como si los accidentes fuesen substancias autónomas, lo que conduce prácticamente a la negación de la Substancia una; éste fue el pecado de la primera pareja humana. Ahora bien, para una perspectiva voluntarista y penitencial, que ve el mal ante todo en la pasión de la carne, es grande la tentación de ver la caída en el acto sexual; en realidad, la causa de la caída no podría estar en una ley positiva de la naturaleza; está únicamente en el hecho de desvincular los bienes naturales de su Fuente divina, de vivirlos fuera de Dios y de atribuirse su gloria y su goce. El pecado de Adán y Eva fue en el fondo menos una acción exterior determinada que el hecho de situarse fuera del Centro divino: de aislar – en el acto de conocimiento o de voluntad – el sujeto y el objeto, por tanto, de separarlos prácticamente, aunque ilusoriamente, de Dios, que, a fin de cuentas, es el único Sujeto y el único Objeto; al hacer esto, la primera pareja humana cometió necesariamente un acto principal de desobediencia (NA: Según la Theologia Germanica, «el pecado no es otra cosa que esto: que la criatura se aparta del Bien inmutable y se vuelve hacia el bien cambiante»; Adán cayó «porque reivindicó algo para sí mismo… Si hubiese comido siete manzanas, sin reivindicar nada para sí mismo, no habría caído». La manzana estaba prohibida precisamente porque ella coincidía para Adán con el deseo de un bien «para mí»; es decir, que el «pecado» cósmico es el principium individuationis.). 2526 EPV: I EL ÁRBOL PRIMORDIAL

Pero, ¿qué significa en el GÉNESIS la idea de que el conocimiento del Bien y del Mal es un privilegio de Dios? Esto significa que sólo Dios puede querer todo lo que Él quiere, porque sólo Dios es el Soberano Bien y, por este hecho, Él no puede querer más que el bien (NA: Ashari lo comprendió bien, pero lo expresó mal – y lo llevó al absurdo -, al sostener que una injusticia por parte de Dios, si fuese posible, sería justicia.); sólo el absoluto Bien tiene derecho a la absoluta Libertad, sólo Él la posee, lo que equivale a decir que la posee por definición. ¿En qué sentido el pecado de la primera pareja humana fue una usurpación de un privilegio divino? En el sentido de que esta pareja, al comer el fruto prohibido, actuó como si este fruto fuera el Soberano Bien, a quien toda posibilidad le es ontológicamente permitida; es decir, que Adán y Eva atribuyeron a lo relativo los derechos de lo Absoluto. Positivamente, el árbol de la ciencia del Bien y del Mal es la Omniposibilidad en cuanto Libertad divina; negativa o restrictivamente, es esta Posibilidad en cuanto, desplegándose en la Existencia, es decir, hacia lo bajo, si se quiere, se aleja necesariamente de la Fuente divina. 2534 EPV: I EL ÁRBOL PRIMORDIAL

Es por esto por lo que los primeros hombres, si hubiesen podido comer el fruto del árbol de la Vida, después de haber comido el del árbol del Bien y del Mal, hubiesen sido elevados a la cima de la jerarquía angélica, por usurpación y no por derecho; simple manera de hablar, porque una tal usurpación, precisamente, era imposible, cosa que el GÉNESIS expresa colocando querubines armados de espadas a la entrada del Paraíso (NA: Estos querubines los llevamos en nosotros mismos, en el fondo del corazón y en la entrada del Paraíso inmanente, y es por esto por lo que la experimentación espiritualista profana no podría dar el menor resultado real y no puede, por el contrario, más que intensificar las tinieblas y la ilusión.). 2572 EPV: I EL ÁRBOL PRIMORDIAL

La caída puede interpretarse en diferentes grados: así, no resulta ilegítimo admitir que puede simbolizar la entrada en la materia, es decir, el paso cosmogónico del estado anímico al estado material; se puede admitir igualmente – siempre con reservas evidentes – que la creación de Eva simboliza este paso (NA: En este caso, Adán sería el andrógino primordial, que en efecto no es concebible más que en el estado anímico.), o también que la caída representa un estado ulterior y negativo de él. Pero ésta no es la primera intención del GÉNESIS, que comienza exactamente con la creación del mundo material y que a continuación relata – en el segundo capítulo (NA: No hay en la Biblia «capas» divergentes, una «elohísta» y otra «yahvista»; no hay en ella más que una diversidad de punto de vista o de acento, como en toda Escritura sagrada.)- la decadencia del hombre, la cual determinó el deterioro de la materia y de todas las especies vivas que se encontraban en este estado. 2576 EPV: I EL ÁRBOL PRIMORDIAL

Es preciso incluso, a fin de no descuidar ninguna posibilidad, considerar el caso, sin duda raro, pero en modo alguno ilegítimo en sí, en el que esta abstinencia es definitiva y en el que el ideal de confraternidad se combina con el de castidad (NA: El matrimonio de Ramakrishna nos ofrece un ejemplo de esto. El Paramahamsa solía adorar a su mujer sin tocarla; lo que vale infinitamente más que tocarla sin adorarla.); en este caso, el tono no será el de un moralismo pedante o atormentado, sino el de la santa infancia. Con toda evidencia, el matrimonio blanco presupone cualificaciones vocacionales bastante particulares, al mismo tiempo que un punto de vista espiritual que afiance esta solución, conforme a estas palabras del GÉNESIS: «No es bueno que el hombre esté solo; voy a hacerle una ayuda semejante a él» (NA: Se traduce también por «que sea adecuada» o «que sea digna de él»; este pasaje, si se toma uno el trabajo de comprenderlo, pone término a la piadosa misoginia, y a la santa ligereza, de algunos exégetas.). 3006 EPV: II EL PROBLEMA DE LA SEXUALIDAD

Pretender que la mujer santa se convierte en hombre por el solo hecho de su santidad equivale a presentarla como un ser desnaturalizado: en realidad, la mujer santa no puede ser tal más que sobre la base de su perfecta feminidad, pues si no, Dios se habría equivocado creando a la mujer – quod absit -, siendo así que, según el GÉNESIS, ella fue, en la intención de Dios, «una ayuda semejante al hombre»; es decir, en primer lugar, una «ayuda», no un obstáculo, y, en segundo lugar, una criatura «semejante», no infrahumana; para ser aceptable ante Dios, ella no tiene que dejar de ser lo que es (NA: Ave gratia plena, dice el ángel a María. «Llena de gracia»: lo que decide la cuestión, puesto que María es una mujer. El ángel no dice ave María, porque, para él, gratia plena es el nombre que da a la Virgen; lo que equivale a decir que María es sinónimo de gratia plena). 3074 EPV: II EL PROBLEMA DE LA SEXUALIDAD

El hombre debe dominarse porque, al ser centro, es llamado a dominar la periferia; si Dios en el GÉNESIS confiere al hombre el imperio sobre todas las demás criaturas terrenas, esto significa que el hombre, responsable y libre, debe ante todo dominarse a sí mismo, porque también él posee en su alma una periferia y un centro; nadie puede gobernar a otros sin saber gobernarse a sí mismo. El hombre es por definición un cosmos total, aunque reducido, lo que se expresa con el término «microcosmo»; ahora bien, el espíritu debe dominar las potencias pasionales del alma y mantener a raya a los elementos tenebrosos, a fin de que el microcosmo realice la perfección del macrocosmo (NA: O del «Hombre Universal», como dirían los sufíes. El Universo, perfectamente jerarquizado o equilibrado, se encuentra personificado en el Profeta.). En el plano de la experiencia corriente, es muy evidente que la razón debe dominar al sentimiento y la imaginación, y que debe obedecer a su vez al Intelecto o a la fe; ésta ejerce la función del Intelecto en el no-metafísico, lo que no significa de ninguna manera que esté ausente en el metafísico; en éste significa la prolongación psíquica o la shakti del conocimiento, y no un simple credo quia absurdum est (NA: Citamos esta frase de Tertuliano en su sentido elemental, pero es susceptible de una interpretación más matizada que la emparenta con el credo ut intelligam de San Anselmo. De hecho, la línea de demarcación entre el discernimiento y la fe es algo complejo y se repite a diferentes niveles.). 3126 EPV: II DIMENSIONES DE LA VOCACIÓN HUMANA

En la Thora hay un pasaje del que se ha abusado mucho, con la intención de encontrar en él un argumento en favor de una sedicente «vocación de la tierra» y una consagración del materialismo devorador de nuestro siglo: «Procread y multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre los ganados y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra» (NA: GÉNESIS, 1, 28) (NA: La exégesis rabínica explica sin duda el sentido de esta enunciación, pero no es este aspecto el que nos importa aquí.). Ahora bien, esta orden no hace más que definir la naturaleza humana en sus relaciones con el ambiente terrestre, o, dicho de otro modo, define los derechos que resultan de nuestra naturaleza; Dios dice al hombre: «Tú harás tal cosa», como diría al fuego que ardiera y al agua que corriese; toda función natural procede forzosamente de una Orden divina. Por esta forma imperativa de la Palabra divina, el hombre sabe que, si él domina sobre la tierra, no es de manera abusiva, sino según la Voluntad del Altísimo y, por consiguiente, según la lógica de las cosas; pero esta Palabra no significa en absoluto que el hombre deba abusar de sus capacidades dedicándose exclusivamente a la explotación desmesurada y avasalladora, y finalmente destructora, de los recursos terrestres. Porque aquí, como en otros casos, es preciso comprender las palabras en el contexto de las otras palabras que las completan necesariamente, es decir, que el pasaje citado no es inteligible más que a la luz del Mandamiento supremo: «Amarás a Yaveh, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.» Sin esta clave, el pasaje sobre la fecundidad podría ser interpretado como prohibición del celibato y exclusión de toda preocupación contemplativa; pero el Mandamiento supremo muestra precisamente cuáles son los límites de este pasaje, cuál es su fundamento necesario y su sentido total: muestra que el derecho o el deber de dominar sobre el mundo depende de lo que es el hombre en sí mismo. 3170 EPV: II EL MANDAMIENTO SUPREMO

Otros pasajes, sobre todo en el GÉNESIS, pero también en textos como el Cantar de los Cantares, se quedan en enigmas en ausencia de los comentarios tradicionales. En la aproximación a las Escrituras sería siempre importante tener muy en cuenta los comentarios rabínicos y cabalistas y -del lado cristiano- también los comentarios patrísticos y místicos; se vería entonces que la interpretación al pie de la letra casi nunca basta por sí misma y que sus aparentes ingenuidades, inconsecuencias y contradicciones se resuelven en una dimensión de profundidad de la que hay que poseer la clave. El sentido literal es a menudo un lenguaje cifrado que cubre más que descubre y del que no se espera que proporcione más que puntos de referencia para verdades de orden cosmológico, metafísico y místico; las tradiciones orientales son unánimes en esta interpretación compleja y pluridimensional de los textos sagrados. Según el maestro Eckhart, «el Espíritu Santo enseña toda verdad; es cierto que hay un sentido literal que el autor tenía en cuenta, pero como Dios es el autor de la santa Escritura, todo sentido verdadero es al mismo tiempo, sentido literal; pues todo lo verdadero proviene de la Verdad misma, está contenido en ella, deriva de ella y es querido por ella». Y del mismo modo Dante en su Convivio: «Las Escrituras pueden comprenderse y deben ser expuestas principalmente según cuatro sentidos. Uno se llama literal… Otro, alegórico… El tercero, moral… El cuarto sentido se denomina anagógico, es decir, que sobrepasa los sentidos (sovrasenso); es lo que sucede cuando se expone una Escritura que, aunque es verdadera en el sentido literal, significa además las cosas superiores de la Gloria eterna, como puede verse en el Salmo del Profeta, donde se dice que cuando el pueblo de Israel salió de Egipto, Judea se hizo santa y libre. Aunque sea manifiestamente verdadero que fue así según la letra, lo que se entiende espiritualmente también es verdadero; esto es, que cuando el alma sale del pecado, se vuelve santa y libre en su poder. (Trattato Secondo, I.) 5165 FSRMA: CLAVES DE LA BIBLIA LA VÍA DE LA UNIDAD