cosmogonía (FS)

Se reprocha a Platón haber tenido una idea demasiado negativa de la materia, pero esto es olvidar que a este respecto hay, en el pensamiento de Platón (NA: Por «pensamiento» entendemos aquí, no una elaboración artificial, sino la cristalización mental de un conocimiento real. Mal que les pese a los teólogos antiplatónicos, el platonismo no es verdadero porque es lógico, sino que es lógico porque es verdadero; y en cuanto a los ilogismos eventuales o aparentes de las teologías, se explican no por un pretendido derecho de los misterios al absurdo, sino por el carácter fragmentario de determinados datos dogmáticos y también por la insuficiencia de los medios de pensamiento y de expresión. A propósito de esto, señalemos el alternativismo y el sublimismo propios de la mentalidad semítica, así como la ausencia de la noción crucial de Mâyâ; en el nivel teológico ordinario, por lo menos, reserva que significa que la teología no está estrictamente delimitada.), dos movimientos: el primero se refiere a la materia caída y, el segundo, a la materia en sí y como soporte del espíritu. Porque la materia, como la sustancia anímica que la precede, es un reflejo de Mâyâ: implica por consiguiente un aspecto deiforme y ascendente y un aspecto deífugo y descendente; y lo mismo que hubo la caída de Lucifer – pues de lo contrario no habría habido serpiente alguna en el Paraíso terrenal – tuvo lugar también la caída del hombre. Para Platón, la materia – o el mundo sensible – es mala en cuanto se opone al espíritu, y sólo en este aspecto; y se opone efectivamente al espíritu – o al mundo de las Ideas – por su carácter endurecido, comprensivo, pesado al mismo tiempo que tendente a la división, sin olvidar su corruptibilidad en conexión con la vida. Pero la materia es buena bajo el aspecto de la inherencia en ella del mundo de las Ideas: el cosmos, comprendido en él su límite material, es la Manifestación del Soberano Bien, y la materia lo demuestra por su calidad de estabilidad, por la pureza o la nobleza de algunos de sus modos y por su plasticidad simbolista, en una palabra, por su capacidad inviolable de servir de receptáculo a las influencias del Cielo. Reflejo lejano de la Mâyâ universal, la materia es por lo mismo como una prolongación del Trono de Dios, lo que un espiritualismo obsesionado por la maldición de la tierra ha perdido demasiado de vista, al precio de un prodigioso empobrecimiento y de un peligroso desequilibrio; y, sin embargo, esta misma espiritualidad ha tenido consciencia de la santidad a la vez principal y virtual del cuerpo, que es a priori «imagen de Dios» y a posteriori elemento de «gloria». Pero la más amplia refutación de todo maniqueísmo la da el cuerpo del Avatâra, el cual es capaz en principio de subir al cielo – «transfigurándose»- sin tener que pasar por este efecto del «fruto prohibido» que es la muerte, y que por su carácter sagrado muestra que la materia es fundamentalmente una proyección del Espíritu (NA: El «Viaje nocturno» (NA: isrâ, mi’râj) del Profeta tiene el mismo significado.). Como toda substancia contingente, la materia es un modo de irradiación de la Substancia divina, modo parcialmente corruptible en cuanto al nivel existencial, ciertamente, pero inviolable en su esencia (NA: Por lo demás, el relato bíblico de la creación del mundo material implica simbólicamente la descripción de la COSMOGONÍA total, por tanto de todos los mundos, e incluso la de los arquetipos eternos del cosmos; la exégesis tradicional y especialmente la de los cabalistas da testimonio de esto.). 2578 EPV: I EL ÁRBOL PRIMORDIAL

En lo tocante a la COSMOGONÍA, para el indio no hay casi creatio ex nihilo; hay más bien una especie de transformación. En un mundo celestial situado por encima del cielo visible vivían en el origen seres semidivinos, personajes prototípicos y normativos que el hombre terrestre debe imitar en todo; en este mundo celestial no había más que paz. Pero algunos de estos seres acabaron por sembrar la discordia y entonces sobrevino el gran cambio; fueron exilados en tierra y llegaron a ser los antepasados de todas las criaturas terrestres; sin embargo algunos pudieron permanecer en el Cielo y son los genios de cada actividad esencial, como la caza, la guerra, el amor, la siembra. Para el indio lo que llamamos «creación» es en consecuencia y sobre todo un cambio de estado o un descenso; es una perspectiva «emanacionista» -en el sentido positivo y legítimo de este término- que se explica en este caso por el predominio entre los indios de la idea de la Substancia y por consiguiente de la Realidad «no discontinua». Es la perspectiva de la espiral o de la estrella, no la de los círculos concéntricos aunque este aspecto de la discontinuidad nunca deba olvidarse; las dos perspectivas se completan, pero el acento se pone o sobre una o sobre la otra. 4859 FSRMA: CHAMANISMO PIEL-ROJA LA VÍA DE LA UNIDAD