monjes (RG)

Es evidente que el papel de defensores es, por hablar en el lenguaje de la tradición hindú, una función de los Kshatriyas; y precisamente toda iniciación «caballeresca» está esencialmente adaptada a la naturaleza propia de los hombres que pertenecen a la casta guerrera, es decir la de los Kshatriyas. De ahí proceden las características especiales de esta iniciación, el simbolismo particular del que hace uso, y particularmente la intervención de un elemento afectivo designado muy explícitamente por el término «Amor»; nos hemos explicado suficientemente ya en otras ocasiones para no tener que detenernos más. (NA: Ver más adelante el cap. V: El lenguaje secreto de Dante y de los «Fieles de Amor».) Pero en el caso de los Templarios, hay algo más a considerar: aunque su iniciación ha sido esencialmente «caballeresca», como convenía a su naturaleza y a su función, tenían un doble carácter, a la vez militar y religioso; debía ser así si estuvieron, como tenemos razones para pensarlo, entre los «guardianes» del Centro supremo, en donde la autoridad espiritual y el poder temporal están reunidos en su principio común, y que comunica la marca de esta reunión a todo lo que le atañe directamente. En el mundo occidental, todo lo espiritual toma forma específicamente religiosa, los verdaderos «guardianes de Tierra Santa», en cuanto que tuvieron una existencia de alguna manera «oficial», debían ser caballeros, pero caballeros que fuesen MONJES al mismo tiempo; y efectivamente, esto es lo que fueron los Templarios. 1301 Esoterismo Cristiano (RGEC) LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA

«Su cielo se compone de una serie de círculos kabbalísticos divididos por una cruz como el pantáculo de Ezequiel; en el centro de esa cruz florece una rosa, y vemos aparecer por primera vez, expuesto públicamente y casi categóricamente explicado, el símbolo de los Rosa-Cruz». Por lo demás, hacia la misma época, este mismo símbolo había de aparentar también, aunque quizás de una manera un poco menos clara, en otra obra poética célebre: el Roman de la Rose. Éliphas Lévi piensa que «el Roman de la Rose y la Divina Comedia son las dos formas opuestas (sería más justo decir complementarias) de una misma obra: la iniciación a la independencia del espíritu, la sátira de todas las instituciones contemporáneas y la fórmula alegórica de los grandes secretos de la Sociedad de los Rosa-Cruz», la cual, a decir verdad, no llevaba todavía este nombre, y además, lo repetimos, no fue nunca (salvo en algunas ramas tardías y más o menos desviadas) una «sociedad» constituida con todas las formas exteriores que implica esta palabra. Por otra parte, la «independencia del espíritu» o, para decirlo mejor, la independencia intelectual no era, en la edad media, una cosa tan excepcional como los modernos imaginan de ordinario, y los MONJES mismos no se privaban de una crítica muy libre, cuyas manifestaciones se pueden encontrar hasta en las esculturas de las catedrales; todo eso no tiene nada de propiamente esotérico, y hay, en las obras de que se trata, algo mucho más profundo. 1532 RGED CAPÍTULO IV

A este respecto, debemos insistir un poco sobre la utilización de los elementos de proveniencia búdica, no tanto porque son sin duda los más numerosos, lo que se explica fácilmente por el hecho de la gran extensión del Budismo en China y en todo el Extremo Oriente, como porque hay en esta utilización una razón de orden más profundo que la hace particularmente interesante, y sin la cual, a decir verdad, esta extensión misma del Budismo quizás no se habría producido. Se podrían encontrar sin esfuerzo múltiples ejemplos de esta utilización, pero, al lado de aquellos que no presenten por sí mismos más que una importancia en cierto modo secundaria, y que valen precisamente sobre todo por su gran número, para atraer y retener la atención del observador del exterior, y para desviarla por eso mismo de lo que tiene un carácter más esencial (NA: La idea del pretendido «sincretismo» de las «sociedades secretas» chinas es un caso particular del resultado obtenido por este medio, cuando el observador del exterior se encuentra que es un Occidental moderno.), hay al menos uno, extremadamente claro, que incide sobre algo más que simples detalles: es el empleo del símbolo del «Loto blanco» en el título mismo de la otra organización extremo oriental que se sitúa al mismo nivel que la Tien-ti-houei (NA: Decimos la «otra» porque no hay efectivamente más que dos, y todas las asociaciones conocidas exteriormente no son en realidad más que ramas o emanaciones de la una o de la otra.). En efecto, Pe-lien-che o Pe-lien-tsong, nombre de una escuela búdica, y Pe-lien-kiao o Pe-lien-houei, nombre de la organización de que se trata, designan dos cosas enteramente diferentes; pero, en la adopción de este nombre por esta organización emanada del Taoísmo, hay una especie de equívoco expreso, así como en algunos ritos de apariencia búdica, o también en las «leyendas» donde los MONJES budistas desempeñan casi constantemente un papel más o menos importante. Se ve bastante claramente, por un ejemplo como éste, cómo el Budismo puede servir de «cobertura» al Taoísmo, y cómo ha podido, con ello, evitar a éste el inconveniente de exteriorizarse más de lo que hubiera convenido a una doctrina que, por definición misma, debe estar reservada siempre a una elite restringida. Es por eso por lo que el Taoísmo ha podido favorecer la difusión del Budismo en China, sin que haya lugar a invocar afinidades originales que no existen más que en la imaginación de algunos orientalistas; y, por lo demás, ha podido hacerlo tanto mejor cuanto que, desde que las dos partes esotérica y exotérica de la tradición extremo oriental habían sido constituidas en dos ramas de doctrina tan profundamente distintas como lo son el Taoísmo y el Confucionismo, era fácil encontrar lugar, entre la una y la otra, para algo que depende de un orden en cierto modo intermediario. Hay lugar a agregar que, debido a este hecho, el Budismo chino ha sido él mismo influenciado en una medida bastante amplia por el Taoísmo, así como lo muestra la adopción de ciertos métodos de inspiración manifiestamente taoísta por algunas de sus escuelas, concretamente la de Tchan (NA: Transcripción china de la palabra sánscrita Dhyâna, «contemplación»; esta escuela se conoce más ordinariamente bajo la designación de Zen, que es la forma japonesa de la misma palabra.), y también la asimilación de algunos símbolos de proveniencia no menos esencialmente taoísta, como el de Kouan-yin por ejemplo; y apenas hay necesidad de hacer observar que el Budismo devenía así mucho más apto todavía para desempeñar el papel que acabamos de indicar. 2635 RGGT PREFACIO

Es evidente que el papel de defensor es, para hablar el lenguaje de la tradición hindú, una función de kshátriya; y, precisamente, toda iniciación “caballeresca” está esencialmente adaptada a la naturaleza propia de los hombres que pertenecen a la casta guerrera, o sea la de los kshátriya. De ahí provienen los caracteres especiales de esta iniciación, el simbolismo particular de que hace uso, y especialmente la intervención de un elemento afectivo, designado muy explícitamente por el término “Amor”; nos hemos explicado suficientemente sobre este asunto para que sea innecesario detenernos más en él (Ver “Le Langage secret de Dante et des ‘Fidéles d’Amour’”, en V. I., febrero de 1929). Pero, en el caso de los Templarios, hay algo más que tomar en cuenta: aunque su iniciación haya sido esencialmente “caballeresca”, como convenía a su naturaleza y función, tenían un doble carácter, a la vez militar y religioso; y así debía ser si pertenecían, como tenemos buenas razones para creerlo, a los “guardianes” del Centro supremo, donde la autoridad espiritual y el poder temporal se reúnen en su principio común, y que comunica la marca de esta reunión a todo cuanto le está directamente vinculado. En el mundo occidental, donde lo espiritual toma la forma específicamente religiosa, los verdaderos “Guardianes de la Tierra Santa”, en tanto que tuvieron una existencia en cierto modo “oficial”, debían ser caballeros, pero caballeros que fuesen MONJES a la vez; y, en efecto, eso precisamente fueron los Templarios. 6766 SFCS LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA

Entre las localidades, a menudo difíciles de identificar, que desempeñan un papel en la leyenda del Santo Graal, algunos dan muy particular importancia a Glastonbury, que sería el lugar donde se estableció José de Arimatea después de su llegada a Gran Bretaña, y donde se han querido ver muchas otras cosas más, según diremos más adelante. Sin duda, hay en ello asimilaciones más o menos cuestionables, algunas de las cuales parecen implicar verdaderas confusiones; pero pudiera ser que para esas confusiones. mismas hubiese algunas razones no desprovistas de interés desde el punto de vista de la “geografía sagrada” y de las localizaciones sucesivas de ciertos centros tradicionales. Es lo que tenderían a indicar los singulares descubrimientos expuestos en una obra anónima recientemente publicada (A Guide to Glastonbury’s Temple of the Stars, its giant effigies described from air views, maps, and from “The High History of the Holy Graal” John M. Watkins, Londres), algunos de cuyos puntos impondrían quizá ciertas reservas — por ejemplo en lo que concierne a la interpretación de nombres de lugares cuyo origen es, con más verosimilitud, bastante reciente , pero cuya parte esencial, con los mapas que la apoyan, difícilmente podría ser considerada como puramente fantasiosa. Glastonbury y la vecina región de Somerset habrían constituido, en época muy remota, que puede llamarse “prehistórica”, un inmenso “templo estelar” determinado por el trazado en el suelo de efigies gigantescas que representaban las constelaciones y estaban dispuestas en una figura circular, especie de imagen de la bóveda celeste proyectada en la superficie terrestre. Se trataría de un conjunto de trabajos que, en suma, recordarían a los de los antiguos mound-builders de América del Norte; la disposición natural de los ríos y las colinas, por otra parte, podría haber sugerido ese trazado, lo cual indicaría que el sitio no se eligió arbitrariamente, sino en virtud de cierta “predeterminación”; ello no quita que, para completar y perfeccionar ese diseño, haya sido necesario lo que llama el autor “un arte fundado en los principios de la geometría” (Esta expresión está visiblemente destinada, a dar a entender que la tradición a que pertenecía ese arte se ha continuado en lo que llegó a ser luego la tradición masónica). Si esas figuras han podido conservarse de modo de ser aún hoy reconocibles, se supone que ha de haber sido porque los MONJES de Glastonbury, hasta la época de la Reforma, las conservaron cuidadosamente, lo que implica que debían haber mantenido el conocimiento de la tradición heredada de sus lejanos predecesores, los druidas, y sin duda otras aún anteriores a éstos, pues, si las deducciones sacadas de la posición de las constelaciones representadas son exactas, el origen de tales figuras se remontaría a cerca de tres mil años antes de la era cristiana (Parecería también, según diversos indicios, que los Templarios han tenido parte en esta conservación, lo que sería conforme a su supuesta conexión con los “Caballeros de la Tabla redonda” y al papel de “guardianes del Graal” que se les atribuye. Por otra parte, es de notar que los establecimientos del Temple parecen haber estado situados frecuentemente en la cercanía de lugares donde se encuentran monumentos megalíticos u otros vestigios prehistóricos, y acaso haya de verse en esto algo más que una simple coincidencia). 6774 SFCS LA TIERRA DEL SOL