edades (RG)

Hay ignorantes que se imaginan que uno «se inicia» a sí mismo, lo que es en cierto modo una contradicción en los términos; olvidan, si es que lo han sabido alguna vez, que la palabra initium significa «entrada» o «comienzo», confunden el hecho mismo de la iniciación, entendida en su sentido estrictamente etimológico, con el trabajo que hay que llevar a cabo ulteriormente para que esa iniciación, de virtual que ha sido primeramente, devenga más o menos plenamente efectiva. Comprendida así, la iniciación es lo que todas las tradiciones concuerdan en designar como el «segundo nacimiento»; y, ¿cómo un ser podría actuar por sí mismo antes de haber nacido? (NA: Recordamos aquí el elemental adagio escolástico: «para actuar, es menester ser».). Sabemos bien lo que se podrá objetar a eso: si el ser está verdaderamente «cualificado», lleva ya en él las posibilidades que se tratan de desarrollar; ¿por qué, si ello es así, no iba a poder realizarlas por su propio esfuerzo, sin ninguna intervención exterior? Eso es, en efecto, una cosa que es permisible considerar teóricamente, a condición de concebirla como el caso de un hombre «dos veces nacido» desde el primer momento de su existencia individual; pero, si en eso no hay imposibilidad de principio, por ello no hay menos una imposibilidad de hecho, en el sentido de que eso es contrario al orden establecido para nuestro mundo, al menos en sus condiciones actuales. No estamos en la época primordial en la que todos los hombres poseían normal y espontáneamente un estado que hoy día está vinculado a un alto grado de iniciación (NA: Es lo que indica, en la tradición hindú, la palabra Hamsa, dada como el nombre de la casta única que existía en el origen, y que designa propiamente un estado que es ativarna, es decir, más allá de la distinción de las castas actuales.); y por lo demás, a decir verdad, la misma palabra iniciación, en una tal época, no podía tener ningún sentido. Estamos en el Kali-Yuga, es decir, en un tiempo donde el conocimiento espiritual ha devenido oculto, y donde únicamente algunos pueden alcanzarle todavía, provisto que se coloquen en las condiciones requeridas para obtenerle; ahora bien, una de esas condiciones es precisamente ésta de la que hablamos, como otra condición es un esfuerzo del que los hombres de las primeras EDADES tampoco tenían necesidad alguna, puesto que el desarrollo espiritual se cumplía en ellos tan naturalmente como el desarrollo corporal. … RGAI DE LAS CONDICIONES DE LA INICIACIÓN

El vinculamiento a una organización tradicional regular, hemos dicho, es no solamente una condición necesaria de la iniciación, sino que es incluso lo que constituye la iniciación en el sentido más estricto, tal como la define la etimología de la palabra que la designa, y es lo que se representa por todas partes como un «segundo nacimiento», o como una «regeneración». «Segundo nacimiento», porque abre al ser un mundo diferente de aquel donde se ejerce la actividad de su modalidad corporal, mundo que será para él el campo de desarrollo de posibilidades de un orden superior; «regeneración», porque restablece así a este ser a prerrogativas que eran naturales y normales en las primeras EDADES de la humanidad, cuando ésta todavía no se había alejado de la espiritualidad original para hundirse cada vez más en la materialidad, como debía hacerlo en el curso de las épocas ulteriores, y porque debe conducirle, como primera etapa esencial de su realización, a la restauración en él del «estado primordial», que es la plenitud y la perfección de la individualidad humana, y que reside en el punto central, único e invariable, desde donde el ser podrá elevarse después hacia los estados superiores. … RGAI DE LA REGULARIDAD INICIÁTICA

Pero eso no es todo, ya que, a decir verdad, la noción del símbolo a la que acabamos de referirnos es demasiado estrecha: no hay solamente símbolos figurados o visuales, hay también símbolos sonoros; ya hemos indicado en otra parte esta distinción de dos categorías fundamentales, que son, en la doctrina hindú, la del yantra y la del mantra (NA: Ver RQST, cap. XXI.). Precisábamos entonces incluso que su predominancia respectiva caracterizaba a dos tipos de ritos, que, en el origen, se atribuyen, para los símbolos visuales, a las tradiciones de los pueblos sedentarios, y, para los símbolos sonoros, a las de los pueblos nómadas; por lo demás, entiéndase bien que, entre los unos y los otros, la separación no puede ser establecida de una manera absoluta (y es por eso por lo que hablamos solo de predominancia), puesto que aquí son posibles todas las combinaciones, debido al hecho de las adaptaciones múltiples que se han producido en el curso de las EDADES y por las cuales han sido constituidas las diversas formas tradicionales que nos son conocidas actualmente. Estas consideraciones muestran bastante claramente el lazo que existe, de una manera completamente general, entre los ritos y los símbolos; pero, podemos agregar que, en el caso de los mantras, este lazo es más inmediatamente aparente: en efecto, mientras que el símbolo visual, una vez que ha sido trazado, permanece o puede permanecer en el estado permanente (y es por lo que hemos hablado de gesto fijado), el símbolo sonoro, por el contrario, no es manifestado más que en el cumplimiento mismo del rito. Por lo demás, esta diferencia se encuentra atenuada cuando se establece una correspondencia entre los símbolos sonoros y los símbolos visuales; es lo que ocurre con la escritura, que representa una verdadera fijación del sonido (no del sonido mismo como tal, bien entendido, sino de una posibilidad permanente de reproducirle); y apenas hay necesidad de recordar a este propósito que toda escritura, en cuanto a sus orígenes al menos, es una figuración esencialmente simbólica. Por lo demás, la cosa no es diferente para la palabra misma, a la que este carácter simbólico no es menos inherente por su naturaleza propia: es muy evidente que la palabra, cualquiera que sea, no podría ser nada más que un símbolo de la idea que está destinada a expresar; así, todo lenguaje, tanto oral como escrito, es verdaderamente un conjunto de símbolos, y es precisamente por eso por lo que el lenguaje, a pesar de todas las teorías «naturalistas» que han sido imaginadas en los tiempos modernos para intentar explicarle, no puede ser una creación más o menos artificial del hombre, ni un simple producto de su facultades de orden individual (NA: No hay que decir que la distinción de las «lenguas sagradas» y de las «lenguas profanas» no interviene aquí más que secundariamente; tanto para las lenguas como para las ciencias y las artes, el carácter profano no representa nunca más que el resultado de una verdadera degeneración, que, por lo demás, ha podido producirse más pronto y más fácilmente en el caso de las lenguas en razón de su uso más corriente y más generalizado.). … RGAI EL RITO Y EL SÍMBOLO

No obstante, se podría objetar esto: si el fin de un ciclo debe coincidir necesariamente con el comienzo de otro, ¿cómo podrá juntarse el punto más bajo con el punto más alto? Ya hemos respondido en otra parte a esta cuestión (NA: Ver RQST, cap. XX y XXIII.): en efecto, deberá operarse un enderezamiento, y no será posible, precisamente, más que cuando se haya alcanzado el punto más bajo: esto se vincula propiamente al secreto de la «inversión de los polos». Por otra parte, este enderezamiento deberá ser preparado, incluso visiblemente, antes del fin del ciclo actual; pero no podrá serlo más que por aquel que, uniendo en él las potencias del Cielo y de la Tierra, las del oriente y del occidente, manifestará al exterior, a la vez en el dominio del conocimiento y en el de la acción, el doble poder sacerdotal y real conservado a través de las EDADES, en la integridad de su principio único, por los detentadores ocultos de la Tradición primordial. Por lo demás, sería vano querer buscar saber ahora cuándo y cómo se producirá una tal manifestación, y sin duda será muy diferente de todo lo que se podría imaginar a este respecto; los «misterios del Polo» (el-asrâr-el-qutbâniyah) están ciertamente bien guardados, y nada de ellos podrá ser conocido en el exterior antes de que se cumpla el tiempo fijado. … RGAI INICIACIÓN SACERDOTAL E INICIACIÓN REAL

La doctrina hindú enseña que la duración de un ciclo humano, al cual da el nombre de Manvantara, se divide en cuatro EDADES, que marcan otras tantas fases de un oscurecimiento gradual de la espiritualidad primordial; son esos mismos periodos que las tradiciones de la antigüedad occidental, por su lado, designaban como las EDADES de oro, de plata, de bronce y de hierro. Al presente estamos en la cuarta edad, el Kali-Yuga o «edad sombría», y estamos en él, se dice, desde hace ya más de seis mil años, es decir, desde una época muy anterior a todas las que son conocidas por la historia «clásica». Desde entonces, las verdades que antaño eran accesibles a todos los hombres han devenido cada vez más ocultas y difíciles de alcanzar; aquellos que las poseen son cada vez menos numerosos, y, si el tesoro de la sabiduría «no humana», anterior a todas las EDADES, no puede perderse nunca, sin embargo se rodea de velos cada vez más impenetrables, que le disimulan a las miradas y bajo los cuales es extremadamente difícil descubrirle. Por eso es por lo que por todas partes, bajo símbolos diversos, se habla de algo que se ha perdido, al menos en apariencia y en relación al mundo exterior, y que deben reencontrar aquellos que aspiran al verdadero conocimiento; pero se dice también que lo que está oculto así devendrá visible al final de este ciclo, que será al mismo tiempo, en virtud de la continuidad que liga todas las cosas entre sí, el comienzo de un ciclo nuevo. … LA CRISIS DEL MUNDO MODERNO CAPÍTULO I

Señalemos aún otros puntos que hemos subrayado en nuestra lectura, hay, por ejemplo, algunas referencias bastante molestas y que desacreditan una obra seria. Así, se hubieran podido encontrar fácilmente mejores autoridades que citar que Mead para el gnosticismo (NA: p. 87), Marc Saunier para el simbolismo de los números y sobre todo… ¡Léo Taxil para la Masonería! (NA: p. 272). Este último es además mencionado para una cuestión del todo elemental, las EDADES simbólicas de los diferentes grados, que se puede encontrar en cualquier parte. En el mismo sitio, el autor cita también, después de Rosetti, el Recueil précieux de la Maçonnerie Adonhiramite; pero la referencia está indicada de manera completamente ininteligible, y que muestra bien que no conoce por él mismo el libro que menciona. Por lo demás, habría fuertes reservas que hacer sobre todo lo que el Sr. Valli dice de la Masonería, que califica estrafalariamente de «modernissima» (NA: pp. 80 y 430); una organización puede haber «perdido el espíritu» (NA: o lo que se llama en árabe la barakah), por intrusión de la política u otra cosa, y guardar sin embargo su simbolismo intacto, aun no comprendiéndolo. Pero el Sr. Valli mismo no parece captar bien el verdadero papel del simbolismo, ni tener un sentido muy claro de la filiación tradicional; al hablar de diferentes «corrientes» (NA: pp. 80-81), mezcla lo esotérico con lo exotérico, y toma por fuentes de inspiración de los «Fieles de Amor» lo que no representa más que infiltraciones anteriores, en el mundo profano, de una tradición iniciática de la que estos «Fieles de Amor» procedían directamente. Las influencias descienden del mundo iniciático al mundo profano, pero a la inversa no, pues un río no remonta nunca hacia su fuente; esta fuente es la «fuente de la enseñanza» de la que se trata a menudo en los poemas estudiados aquí, y que es generalmente descrita como situada al pie de un árbol, el cual, evidentemente, no es otro que el «Árbol de la Vida»; (NA: Este árbol, en los «Fieles de Amor» es generalmente un pino, un haya o un laurel; el «Árbol de la Vida» está representado a menudo por los árboles que permanecen siempre verdes.) el simbolismo del «Paraíso terrenal» y de la «Jerusalén celestial» debe encontrar aquí su aplicación. … Esoterismo Cristiano (RGEC) EL LENGUAJE SECRETO DE DANTE Y DE LOS «FIELES DE AMOR»

Lo que sigue es más enigmático: Seth pudo volver a entrar en el Paraíso terrenal y pudo recobrar la preciosa vasija; así pues, Seth es una de las figuras del Redentor, tanto más cuanto que su nombre expresa las ideas de fundamento, estabilidad, y anuncia de alguna forma la restauración del orden primordial destruido por la caída del hombre. Había, pues, desde entonces al menos, una restauración parcial, en el sentido que Seth y los que después poseyeron el Grial podían por ello mismo establecer, en alguna parte de la tierra, un centro espiritual que fuese una imagen del Paraíso perdido. La leyenda, además, no dice dónde ni por quién fue conservado el Grial hasta la época de Cristo, ni cómo fue asegurada su transmisión; pero el origen celta que se le reconoce debe probablemente dejar entender que los Druidas tomaron parte en ellos y debían ser tenidos en cuenta entre los conservadores regulares de la tradición primordial. En todo caso, la existencia de tal centro espiritual, o de muchos. simultánea o sucesivamente, no parece que pueda ser puesta en duda, aunque es preciso pensar en su localización; lo que es de resaltar es que se une siempre a esos centros, entre otras designaciones, la de «Corazón del Mundo», y que en todas las tradiciones, las descripciones que se hacen de él están basadas sobre un simbolismo idéntico, que es posible seguir hasta en los detalles más precisos. ¿No muestra esto suficientemente que el Grial o lo que así es representado, ya tenía anteriormente al Cristianismo, e incluso en todo tiempo, un nexo de los mas estrechos con el Corazón divino y con el Emmanuel, queremos decir con la manifestación, virtual o real según las EDADES, pero siempre presente, del Verbo eterno en el seno de la humanidad terrestre? … Esoterismo Cristiano (RGEC) EL SAGRADO CORAZÓN Y LA LEYENDA DEL SANTO GRIAL

Pero he aquí lo más interesante que hay: la duración de 13.000 años no es otra cosa que el semiperiodo de la precesión de los equinoccios, evaluado con un error que es solo de 40 años por exceso, inferior por tanto a medio siglo, y que representa por consiguiente una aproximación completamente aceptable, sobre todo cuando esta duración se expresa en siglos. En efecto, el periodo total es en realidad de 25.920 años, de suerte que su mitad es de 12.960 años; este semiperiodo es el «gran año» de los Persas y de los Griegos, evaluado a veces también en 12.000 años, lo que es mucho menos exacto que los 13.000 años de Dante. Este «gran año» era considerado efectivamente por los antiguos como el tiempo que transcurre entre dos renovaciones del mundo, lo que sin duda debe interpretarse, en la historia de la humanidad terrestre, como el intervalo que separa dos grandes cataclismos en los que desaparecen continentes enteros (y de los que el último fue la destrucción de la Atlántida). A decir verdad, eso no es más que un ciclo secundario, que podría ser considerado como una fracción de otro ciclo más extenso; pero, en virtud de una cierta ley de correspondencia, cada uno de los ciclos secundarios reproduce, a una escala más reducida, fases que son comparables a las de los grandes ciclos en los cuales se integra. Así pues, lo que puede decirse de las leyes cíclicas en general encontrará su aplicación a diferentes grados: ciclos históricos, ciclos geológicos, ciclos propiamente cósmicos, con divisiones y subdivisiones que multiplican aún estas posibilidades de aplicación. Por lo demás, cuando se rebasan los límites del mundo terrestre, ya no puede tratarse de medir la duración de un ciclo por un número de años entendido literalmente; los números toman entonces un valor puramente simbólico, y expresan proporciones más bien que duraciones reales. Por ello no es menos verdad que, en la cosmología hindú, todos los números cíclicos están basados esencialmente sobre el periodo de la precesión de los equinoccios, con el que tienen relaciones claramente determinadas (Los principales de estos números cíclicos son 72, 108 y 432; es fácil ver que son fracciones exactas del número 25.920, al que se vinculan inmediatamente por la división geométrica del círculo; y esta división misma es también una aplicación de los números cíclicos. ); así pues, ese es el fenómeno fundamental en la aplicación astronómica de las leyes cíclicas, y, por consiguiente, el punto de partida natural de todas las transposiciones analógicas a las que estas mismas leyes pueden dar lugar. No podemos pensar en entrar aquí en el desarrollo de estas teorías; pero es destacable que Dante haya tomado la misma base para su cronología simbólica, y, sobre este punto también, podemos constatar su perfecto acuerdo con las doctrinas tradicionales de Oriente (Por lo demás, en el fondo hay acuerdo entre todas las tradiciones, cualesquiera que sean sus diferencias de forma; es así como la teoría de las cuatro EDADES de la humanidad (que se refiere a un ciclo más extenso que el de 13.000 años) se encuentra a la vez en la antigüedad grecorromana, en los Hindúes y en los pueblos de la América central. Se puede encontrar una alusión a estas cuatro EDADES (de oro, de plata, de bronce y de hierro) en la figura del «anciano de Creta» (Inferno, XIV, 94-l20), que, por lo demás, es idéntico a la estatua del sueño de Nabucodonosor (Daniel, II); y los cuatro ríos de los Infiernos, que Dante hace salir de él, no dejan de tener una cierta relación analógica con los del Paraíso terrestre; todo esto no puede comprenderse más que si uno lo refiere a las leyes cíclicas.). … RGED CAPÍTULO VIII

Lo que sigue es más enigmático: Set logró entrar en el Paraíso terrestre y pudo así recuperar el precioso vaso; ahora bien: Set es una de las figuras del Redentor, tanto más cuanto que su nombre mismo expresa las ideas de fundamento y estabilidad, y anuncia de algún modo la restauración del orden primordial destruido por la caída del hombre. Había, pues, desde entonces, por lo menos una restauración parcial, en el sentido de que Set y los que después de él poseyeron el Grial podían por eso mismo establecer, en algún lugar de la tierra, un centro espiritual que era como una imagen del Paraíso perdido. La leyenda, por otra parte, no dice dónde ni por quién fue conservado el Grial hasta la época de Cristo, ni cómo se aseguró su transmisión; pero el origen céltico que se le reconoce debe probablemente dejar comprender que los Druidas tuvieron una parte de ello y deben contarse entre los conservadores regulares de la tradición primordial. En todo caso, la existencia de tal centro espiritual, o inclusive de varios, simultánea o sucesivamente, no parece poder ponerse en duda, como quiera haya de pensarse acerca de su localización; lo que debe notarse es que se adjudicó en todas partes y siempre a esos centros, entre otras designaciones, la de “Corazón del Mundo”, y que, en todas las tradiciones, las descripciones referidas a él se basan en un simbolismo idéntico, que es posible seguir hasta en los más precisos detalles. ¿No muestra esto suficientemente que el Grial, o lo que está así representado, tenía ya, con anterioridad al Cristianismo, y aun a todo tiempo, un vínculo de los más estrechos con el Corazón divino y con el Emmanuel, queremos decir, con la manifestación, virtual o real según las EDADES, pero siempre presente, del Verbo eterno en el seno de la humanidad terrestre? … EMS I: EL SAGRADO CORAZÓN Y LA LEYENDA DEL SANTO GRIAL

Uno de los símbolos a los cuales hacemos alusión es el Janus bifrons que ha sido reproducido por L. Charbonneau-Lassay a continuación de su artículo sobre los cuadrantes solares (mayo de 1925, p. 484). La interpretación más habitual es la que considera los dos rostros de Jano como representando respectivamente el pasado y el porvenir: está interpretación es por lo demás perfectamente exacta, pero no corresponde más que a uno de los aspectos del simbolismo muy complejo de Jano. Desde este punto de vista, por lo demás, hay ya una observación muy importante que hacer: entre el pasado que ya no existe y el porvenir que aún no está, el verdadero rostro de Jano, aquel que mira el presente, no es, se dice, ni uno ni otro de los que pueden verse. Este tercer rostro, es, en efecto, invisible, porque el presente, en la manifestación temporal, no es sino un instante inaprehensible; pero, cuando nos elevamos por encima de las condiciones de esta manifestación transitoria y contingente, el presente contiene, por el contrario, toda la realidad. El tercer ojo de Jano corresponde, en otro simbolismo, al ojo frontal de Shiva, invisible también, puesto que no es representado por ningún órgano corporal, y del cual hemos tenido ocasión de hablar a propósito del Santo Grial (agosto-septiembre de 1925, p. 187), como figurando el “sentido de la eternidad”. Según la tradición hindú, una mirada de este tercer ojo reduce todo a cenizas, es decir, destruye toda manifestación, pero, cuando la sucesión es transmutada en simultaneidad, lo temporal en intemporal, todas las cosas permanecen en el “eterno presente”, de suerte que la destrucción aparente no es verdaderamente más que una “transformación”. Es fácil comprender por estas consideraciones el que Jano pueda tomarse legítimamente como una figura de Aquel que es, no solamente el “Dueño del triple tiempo” (designación que es igualmente aplicada a Shiva), sino también, y antes que nada, el “Señor de la Eternidad”. Por lo demás, el “Dueño del tiempo” no puede estar él mismo sometido al tiempo, lo mismo que, según la enseñanza de Aristóteles, el primer motor de todas las cosas, o el principio del movimiento universal, es necesariamente inmóvil. Es el Verbo eterno que la Escritura Santa designa como el “Anciano de los días”, el Padre de las EDADES o de los ciclos de existencia (tal es el sentido propio del latín seculum), y la tradición hindú le da también el título equivalente de Purâna-Purusha, … EMS III: ACERCA DE ALGUNOS SÍMBOLOS HERMÉTICO-RELIGIOSOS

La relación existente entre el centro y la circunferencia, o entre lo que respectivamente representan, está ya bien claramente indicada por el hecho de que la circunferencia no podría existir sin su centro, mientras que éste es absolutamente independiente de aquélla. Tal relación puede señalarse de manera aún más clara y explícita por medio de radios que salen del centro y terminan en la circunferencia; esos radios pueden, evidentemente, figurarse en numero variable, puesto que son realmente en multitud indefinida, al igual que los puntos de la circunferencia que son sus extremidades; pero, de hecho, siempre se han elegido para figuraciones de ese género números que tienen de por sí un valor simbólico particular. Aquí, la forma más sencilla es la que presenta solamente cuatro radios que dividen la circunferencia en partes iguales, es decir, dos diámetros ortogonales que forman una cruz en el interior del círculo (fig. 2). Esta nueva figura tiene la misma significación general que la primera, pero se le agregan significaciones secundarias que vienen a completarla: la circunferencia, si se la representa como recorrida en determinado sentido, es la imagen de un ciclo de manifestación, como esos ciclos cósmicos de los que particularmente la doctrina hindú ofrece una teoría en extremo desarrollada. Las divisiones determinadas sobre la circunferencia por las extremidades de los brazos de la cruz corresponden entonces a los diferentes períodos o fases en que se divide el ciclo; y tal división puede encararse, por así decirlo, a escalas diversas, según se trate de ciclos más o menos extensos: se tendrá así, por ejemplo, y para atenernos sólo al orden de la existencia terrestre, los cuatro momentos principales del día, las cuatro fases de la luna, las cuatro estaciones del año, y también, según la concepción que encontramos tanto en las tradiciones de la India y de América Central como en las de la Antigüedad grecolatina, las cuatro EDADES de la humanidad. No hacemos aquí más que indicar someramente estas consideraciones, para dar una idea de conjunto de lo que expresa el símbolo en cuestión; están, por otra parte, vinculadas directamente con lo que diremos enseguida. … EMS VIII: LA IDEA DEL CENTRO EN LAS TRADICIONES ANTIGUAS

Hay aún, en el Matsya-avatâra, otro aspecto que debe retener particularmente nuestra atención: después del cataclismo, o sea al comienzo mismo del presente Manvantara, él aporta a los hombres el Vêda, que ha de entenderse, según la significación etimológica de la palabra (derivada de la raíz vid-, ‘saber’), como la Ciencia por excelencia o el Conocimiento sagrado en su integridad, según la significación etimológica de esta palabra (derivada de la raíz vid, “saber”: es pues la Ciencia por excelencia); y hay ahí una de las más nítidas alusiones a la Revelación primitiva. Se dice que el Vêda subsiste perpetuamente, siendo en sí mismo anterior a todos los mundos; pero está en cierto modo escondido o encerrado durante los cataclismos cósmicos que separan los diferentes ciclos, y debe luego ser manifestado nuevamente. La afirmación de la perpetuidad del Vêda está, por otra parte, en relación directa con la teoría cosmológica de la primordialidad del sonido entre las cualidades sensibles (como cualidad propia del Éter, Ákâça, que es el primero de los elementos); y esta teoría misma no es en el fondo otra cosa que la de la creación por el Verbo: el sonido primordial es esa Palabra divina por la cual, según el primer capítulo del Génesis hebreo, han sido hechas todas las cosas. Por eso se dice que los Sabios de las primeras EDADES han “oído” el Vêda: la Revelación, siendo obra del Verbo, como la creación misma, es propiamente una “audición” para aquel que la recibe; y el término que la designa es Shruti, que significa literalmente “lo oído”. … EMS XVI: A PROPÓSITO DEL PEZ

Consideraremos ahora las divisiones de un Manvantara, es decir, los Yugas, que son en número de cuatro; y señalaremos primero, sin insistir largamente en ello, que esta división cuaternaria de un ciclo es susceptible de aplicaciones múltiples, y que la misma se reencuentra de hecho en muchos ciclos de orden más particular: Se puede citar como ejemplo las cuatro estaciones del año, las cuatro semanas del mes lunar, las cuatro EDADES de la vida humana, etc…; aquí todavía, hay correspondencia con un simbolismo espacial, referido principalmente en este caso a los cuatro puntos cardinales. Por otra parte, frecuentemente se ha destacado la equivalencia manifiesta de los cuatro Yugas con las cuatro EDADES de oro, de plata, de bronce y de hierro, tales como eran conocidas de la antigüedad grecolatina en relación al que le ha precedido; y esto, que se opone directamente a la idea de «progreso» tal y como la conciben los modernos, se explica muy simplemente por el hecho de que todo desarrollo cíclico, es decir, en suma, todo proceso de manifestación, implicando necesariamente un alejamiento gradual del principio, constituye muy verdaderamente en efecto, un «descenso», lo que es por lo demás también el sentido real de la «caída» en la Tradición Judeo-Cristiana. … FTCC ALGUNAS PRECISIONES SOBRE LA DOCTRINA DE LOS CICLOS CÓSMICOS

Ahora, que esto sea una consecuencia directa de la orientación tomada al volverse hacia el Sur, es lo que prueba un tratado atribuido a Kouan-tseu, que habría vivido en el siglo VII a. C., donde se dice: «La primavera hace nacer (los seres) a la izquierda, el otoño destruye a la derecha, el verano hace crecer delante, el invierno pone en reserva detrás». Ahora bien, según la correspondencia que se admite por todas partes entre las estaciones y los puntos cardinales, la primavera corresponde al Este y el otoño al Oeste, el verano al Sur y el invierno al Norte (NA: Esta correspondencia, que es estrictamente conforme a la naturaleza de las cosas, es común a todas las tradiciones; así pues, es incomprehensible que algunos modernos que se han ocupado del simbolismo la hayan sustituido frecuentemente por otras correspondencias fantasiosas y enteramente injustificables. Así, para dar un solo ejemplo de ello, la tabla cuaternaria colocada al final del Livre de l’Apprenti de Oswald Wirth hace corresponder bien el verano al Sur y el invierno al Norte, pero la primavera la hace corresponder al Occidente y el otoño al Oriente; y se encuentran ahí todavía otras correspondencias, concretamente en lo que concierne a las EDADES de la vida, que están embarulladas de una manera casi inextricable.); así pues, aquí es el Sur el que está delante y el Norte detrás, el Este el que está a la izquierda y el Oeste a la derecha (NA: Igualmente, se puede aproximar a esto este texto del Yi-king: «El Sabio tiene el rostro vuelto hacia el Sur y escucha el eco de lo que está bajo el Cielo (es decir, del Cosmos), lo ilumina y lo gobierna».). Naturalmente, cuando se toma al contrario la orientación volviéndose hacia el Norte, la correspondencia de la izquierda y de la derecha se encuentra invertida, e igualmente la de delante y la de detrás; pero en definitiva, el lado que tiene la preeminencia, que sea la izquierda en un caso o la derecha en el otro, es siempre e invariablemente el lado del Este. Eso es lo que importa esencialmente, ya que con ello se ve que, en el fondo, la tradición extremo oriental está en perfecto acuerdo con todas las demás doctrinas tradicionales, en las que el Oriente siempre se considera efectivamente como el «lado luminoso» (yang) y el Occidente como el «lado obscuro» (yin) el uno en relación al otro; puesto que el cambio en las significaciones respectivas de la derecha y de la izquierda está condicionado por un cambio de orientación, es en suma perfectamente lógico y no implica absolutamente ninguna contradicción (NA: Por lo demás, puede haber todavía otros modos de orientación además de los que acabamos de indicar, modos que conllevan naturalmente adaptaciones diferentes, pero que es siempre fácil hacer que concuerden entre ellas: así, en la India, si el lado de la derecha (dakshina) es el Sur, es porque la orientación se toma mirando al Sol en su salida, es decir, volviéndose hacia Oriente; pero, por lo demás, este modo actual de orientación no impide de ningún modo reconocer la primordialidad de la orientación «polar», es decir, tomada volviéndose hacia el Norte, que es designado como el punto más alto (uttara).). … RGGT CUESTIONES DE ORIENTACIÓN

La figura de la rueda no difiere de la que acabamos de hablar más que por el trazado de un cierto número de radios, que marcan más explícitamente la relación de la circunferencia en la que acaban con el centro del que han salido; entiéndase bien que la circunferencia no podría existir sin su centro, mientras que éste es absolutamente independiente de ella y contiene principialmente todas las circunferencias concéntricas posibles, que son determinadas por la mayor o menos extensión de los radios. Estos radios pueden ser figurados evidentemente en número variable, puesto que son realmente en multitud indefinida como los puntos de la circunferencia que son sus extremidades; pero, de hecho, las figuraciones tradicionales conllevan siempre números que tienen por sí mismos un valor simbólico particular, valor que se agrega a la significación general de la rueda para definir las diferentes aplicaciones que se hacen de ella según los casos (NA: Las formas que se encuentran más habitualmente son las ruedas de seis y de ocho radios, y también de doce y dieciséis, números dobles de los primeros.). La forma más simple es aquí la que presenta solo cuatro radios que dividen la circunferencia en parte iguales, es decir, dos diámetros rectangulares que forman una cruz en el interior de la circunferencia (NA: Hemos hablado en otra parte de la relaciones de esta figura con la del swastika (NA: RGSC, cap. X).). Esta figura corresponde naturalmente, desde el punto de vista espacial, a la determinación de los puntos cardinales (NA: Ver más atrás, Figuras 13 y 14.); por otra parte, desde el punto de vista temporal, la circunferencia, si uno la representa como recorrida en un cierto sentido, es la imagen de un ciclo de manifestaciones, y las divisiones determinadas sobre esta circunferencia, por las extremidades de los brazos de la cruz, corresponden entonces a los diferentes períodos o fases en las que se divide este ciclo; una tal división puede ser considerada naturalmente, por así decir, a escalas diversas, según se trate de ciclos más o menos extensos (NA: Se tendrán así por ejemplo, solo en el orden de la existencia terrestre, los cuatro momentos principales del día, las cuatro fases de la lunación, las cuatro estaciones del año, y también, por otra parte, las cuatro EDADES tradicionales de la humanidad, así como las de la vida humana individual, es decir, en suma, de una manera general todas las correspondencias cuaternarias del género de aquellas a las que ya hemos hecho alusión en lo que precede.). Por lo demás, la idea de la rueda evoca inmediatamente por sí misma la de «rotación»; esta rotación es la figura del cambio continuo al que están sometidas todas las cosas manifestadas, y es por eso por lo que se habla también de la «rueda del devenir» (NA: Cf. la «rueda de la Fortuna» en la antigüedad occidental, y el simbolismo de la décima lámina del Tarot.); en un tal movimiento, no hay más que un punto único que permanece fijo e inmutable, y este punto es el centro (NA: Por lo demás, el centro debe ser concebido como conteniendo principialmente a la rueda toda entera, y es por eso por lo que Guillaume Postel describe el centro del Edén (que, él mismo, es a la vez el «centro del mundo» y su imagen) como «la Rueda en el medio de la Rueda», lo que corresponde a lo que hemos explicado a propósito del Ming-tang.). … RGGT LA RUEDA CÓSMICA

Podemos presentar también las cosas de una manera diferente, que las hace quizás aún más «tangibles»: hemos explicado la iniciación a los «misterios menores», que toma naturalmente al hombre tal como es en su estado actual, le hace en cierto modo remontar el ciclo recorrido en el sentido descendente por la humanidad en el curso de su historia, a fin de conducirle finalmente hasta el «estado primordial» mismo (NA: Ver Apercepciones sobre la Iniciación, cap. XXXIX. ). Ahora bien, es evidente que entre éste y el estado presente de la humanidad, ha habido muchas etapas intermedias, como lo prueba la distinción tradicional de las cuatro EDADES, en el interior de cada una de las cuales habría lugar por lo demás a establecer todavía subdivisiones; la degeneración espiritual no se ha producido de un solo golpe, sino por etapas sucesivas, y, lógicamente, la regeneración no puede operarse más que recorriendo las mismas etapas en sentido inverso, y aproximándose así gradualmente al «estado primordial» que se trata de reconquistar. … IRS SOBRE LOS GRADOS INICIÁTICOS

Por otra parte, lo que importa esencialmente destacar aquí, es que este principio puede ser manifestado por un centro espiritual establecido en el mundo terrestre, por una organización encargada de conservar integralmente el depósito de la tradición sagrada, de origen «no-humano» (apaurushêya), por la que la Sabiduría primordial se comunica a través de las EDADES a aquellos que son capaces de recibirla. El jefe de una tal organización, que representa en cierto modo a Manu mismo, podrá legítimamente llevar su título y sus atributos; e incluso, por el grado de conocimiento que debe haber alcanzado para poder ejercer su función, se identifica realmente al principio del que es como la expresión humana, y ante el cual su individualidad desaparece. Tal es efectivamente el caso del Agarttha, si ese centro ha recogido, como lo indica Saint-Yves, la herencia de la antigua «dinastía solar» (Sûrya-vansha) que residía antaño en Ayodhyâ (Esta sede de la «dinastía solar», si se la considera simbólicamente, puede ser aproximada a la «Ciudadela solar» de los Rosa-Cruz, y sin duda también a la «Ciudad del Sol» de Campanella.), y que hacía remontar su origen a Vaivaswata, el Manu del ciclo actual. … RGRM CAPÍTULO II

Se dice en las tradiciones orientales que el Soma, en una cierta época, devino desconocido, de suerte que fue menester, en los ritos sacrificiales, sustituirle por otro brebaje, que no era ya más que una figura de este Soma primitivo (Según la tradición de los persas, hubo dos tipos de Haoma: el blanco, que no podía ser recogido más que sobre la «montaña sagrada», llamada por ellos Alborj, y el amarillo, que reemplazó al primero cuando los ancestros de los Iraníes hubieron dejado su hábitat primitivo, pero que, a su vez, fue perdido igualmente después. Aquí se trata de las fases sucesivas del obscurecimiento espiritual que se produce gradualmente a través de las diferentes EDADES del ciclo humano.); este papel fue desempeñado principalmente por el vino, y es a lo que se refiere, en los Griegos, una gran parte de la leyenda de Dionysos (Dionysos o Bacchus tiene nombres múltiples, que corresponden a otros tantos aspectos diferentes; bajo uno de esos aspectos al menos, la tradición le hace venir de la India. El relato según el cual nació del muslo de Zeus reposa sobre una asimilación verbal de las más curiosas: la palabra griega mêros, «muslo», ha sustituido al nombre del Mêru, la «montaña polar», al que es casi idéntica fonéticamente.). Ahora bien, el vino se toma frecuentemente para representar la verdadera tradición iniciática: en hebreo, las palabras iaïn «vino», y sod «misterio», se sustituyen la una a la otra porque tienen el mismo número (El número de cada una de estas dos palabras es 70.); en los Sûfis, el vino simboliza el conocimiento esotérico, es decir, la doctrina reservada a la élite y que no conviene a todos los hombres, lo mismo que todos no pueden beber el vino impunemente. De eso resulta que el empleo del vino en un rito confiere a éste un carácter claramente iniciático; tal es concretamente el caso del sacrificio «eucarístico» de Melquisedek (El sacrificio de Melquisedek se considera habitualmente como una «prefiguración» de la Eucaristía; y el sacerdocio cristiano se identifica en principio al sacerdocio mismo de Melquisedek, según la aplicación hecha a Cristo de esta palabra de los Salmos: «Tu es sacerdos in aeternum secundum ordinem Melchissedec» (Salmos, CX, 4).), y ese es el punto esencial sobre el que debemos detenernos ahora. … RGRM CAPÍTULO VI

Hemos hablado más atrás de las alusiones hechas por todas las tradiciones a algo que se ha perdido o que se ha ocultado, y que se representa bajo símbolos diversos; esto, cuando se lo toma en su sentido general, el que concierne a todo el conjunto de la humanidad terrestre, se refiere precisamente a las condiciones del Kali-Yuga. Así pues, el periodo actual es un periodo de oscurecimiento y de confusión (El comienzo de esta edad esta representado concretamente, en el simbolismo bíblico, por la Torre de Babel y la «confusión de las lenguas». Se podría pensar bastante lógicamente que la caída y el diluvio corresponderían al final de las dos primeras EDADES; pero, en realidad, el punto de partida de la tradición hebraica no coincide con el comienzo del Manvantara. Es menester no olvidar que las leyes cíclicas son aplicables a grados diferentes, para periodos que no tienen la misma extensión, y que a veces se solapan los unos a los otros, de ahí las complicaciones que, a primera vista, pueden parecer inextricables, y que no es efectivamente posible resolver más que por la consideración del orden de subordinación jerárquica de los centros tradicionales correspondientes.); sus condiciones son tales, que mientras que persistan, el conocimiento iniciático debe necesariamente permanecer oculto, de donde el carácter de los «Misterios» de la antigüedad llamada «histórica» (que ni siquiera se remonta hasta el comienzo de este periodo) (No parece que se haya destacado nunca como convendría la imposibilidad casi general en que se encuentran los historiadores para establecer una cronología cierta para todo lo que es anterior al siglo VI antes de la era Cristiana.) y de las organizaciones secretas de todos los pueblos: organizaciones que dan una iniciación efectiva allí donde subsiste todavía una verdadera doctrina tradicional, pero que ya no ofrecen más que su sombra cuando el espíritu de esa doctrina ha cesado de vivificar los símbolos que no son más que su representación exterior, y eso porque, por razones diversas, todo lazo consciente con el centro espiritual del mundo ha acabado por ser roto, lo que es el sentido más particular de la pérdida de la tradición, el que concierne especialmente a tal o a cual centro secundario, que haya cesado de estar en relación directa y efectiva con el centro supremo. … RGRM CAPÍTULO VIII

Volvamos de nuevo a la representación del “Paraíso terrestre”: de su centro, es decir, del pie mismo del “Árbol de la Vida”, parten cuatro ríos que se dirigen hacia los cuatro puntos cardinales, y que trazan así la cruz horizontal sobre la superficie misma del mundo terrestre, es decir, en el plano que corresponde al dominio del estado humano. Estos cuatro ríos, que se pueden relacionar con el cuaternario de los elementos ( La Qabbalah hace corresponder a estos cuatro ríos las cuatro letras de las que está formada la palabra PaRDeS. ), y que han salido de una fuente única que corresponde al éter primordial ( NA: Según la tradición de los “Fieles de Amor”, esta fuente es la “fuente de la juventud” ( fons juventutis ), representada siempre como situada al pie de un árbol; sus aguas son pues asimilables al “brebaje de la inmortalidad” ( el amrita de la tradición hindú ); las relaciones del “Árbol de la Vida” con el Soma vêdico y el Haoma mazdeísta son por lo demás evidentes ( ver El Rey del Mundo (RGRM), cap. IV y VI ). — Recordaremos también, a este propósito, el “rocío de luz” que, según la Qabbalah hebraica, emana del “Árbol de la Vida”, y por el que debe operarse la resurrección de los muertos ( ver El Rey del Mundo (RGRM), cap. III ); el rocío juega igualmente una función importante en el simbolismo hermético. En las tradiciones extremo orientales se hace mención del “árbol del rocío dulce”, situado sobre el monte Kouenlum, que se toma frecuentemente como un equivalente del Mêru y de las demás “montañas sagradas” ( la “montaña polar”, que es, como el árbol, un símbolo del “Eje del Mundo”, así como acabamos de recordarlo ). — Según la misma tradición de los “Fieles de Amor” ( ver Luigi Valli, Il Linguaggio segreto di Dante e dei “Fedeli d’Amore” ), esta fuente es también la “fuente de la enseñanza”, lo que se refiere a la conservación de la tradición primordial en el centro espiritual del mundo; encontramos pues aquí, entre el “estado primordial” y la “tradición primordial”, el lazo que hemos señalado en otra parte sobre el tema del simbolismo del “Santo Grial”, considerado bajo el doble aspecto de la copa y del libro ( ver El Rey del Mundo (RGRM), cap. V ). Recordaremos todavía la representación, en el simbolismo cristiano, del Cordero sobre el libro sellado con siete sellos, sobre la montaña desde donde descienden los cuatro ríos ( ver El Rey del Mundo (RGRM), cap. IX ); veremos más adelante la relación que existe entre el símbolo del “Árbol de la Vida” y el del “Libro de la Vida”. — Otro simbolismo que puede dar lugar a unas aproximaciones interesantes se encuentra en algunos pueblos de la América central, que, “en la intersección de dos diámetros rectangulares trazados en un círculo, colocan el carácter sagrado, peyotl o hicouri, que simboliza la “copa de la inmortalidad”, y que tiene la reputación de encontrarse en el centro de una esfera hueca y en el centro del mundo” ( A. Rouhier, La Plante qui fait les yeux émerveillés. Le Peyotl, París, 1927, p. 154 ). Cf. también, en correspondencia con los cuatro ríos, las cuatro copas sacrificiales de los Rhibus en el Vêda. ), dividen en cuatro partes, que se pueden relacionar con las cuatro fases de un desarrollo cíclico ( Ver El esoterismo de Dante, cap. VIII, donde, a propósito de la figura del “viejo de Creta”, que representa las cuatro EDADES de la humanidad, hemos indicado la existencia de una relación analógica entre los cuatro ríos de los Infiernos y los cuatro ríos del Paraíso terrestre. ), el recinto circular del “Paraíso terrestre”, el cual no es otra cosa que la sección horizontal de la forma esférica universal de la que ya hemos hablado más atrás ( Ver El Rey del Mundo (RGRM), cap. XI. ). … RGSC IX

El “Árbol de la Vida” se encuentra en el centro de la “Jerusalem celeste”, lo que se explica fácilmente cuando se conocen las relaciones de ésta con el “Paraíso terrestre” ( Ver El Rey del Mundo (RGRM), cap. XI. — La figura de la “Jerusalem Celeste” no es circular, sino cuadrada, al haberse alcanzado entonces el equilibrio final para el ciclo considerado. ): se trata de la reintegración de todas las cosas en el “estado primordial”, en virtud de la correspondencia del fin del ciclo con su comienzo, según lo que todavía explicaremos después. Es destacable que este árbol, según el simbolismo apocalíptico, lleva entonces doce frutos ( Los frutos del “Árbol de la Vida” son las “manzanas de oro” del jardín de las Hespérides; el “toisón de oro” de los Argonautas, colocado igualmente sobre un árbol y guardado por una serpiente o un dragón, es otro símbolo de la inmortalidad que el hombre ha de reconquistar. ), que son, como ya lo hemos dicho en otra parte ( Ver El Rey del Mundo (RGRM), cap. IV y XI. ), asimilables a los doce Adityas de la tradición hindú, donde éstos son doce formas del sol que deben aparecer todas simultáneamente al fin del ciclo, rentrando entonces en la unidad esencial de su naturaleza común, ya que son otras tantas manifestaciones de una esencia única e indivisible, Aditi, que corresponde a la esencia una del “Árbol de la Vida” mismo, mientras que Diti corresponde a la esencia dual del “Árbol de la Ciencia del bien y del mal” ( NA: Los Dêvas, asimilados a los Adityas, se dicen que salen de Aditi ( “indivisibilidad” ); de Diti ( “división” ) salen los Daityas o los Asuras. — Aditi es también, en un cierto sentido, la “Naturaleza Primordial”, llamada en árabe El-Fitrah. ). Por lo demás, en las diversas tradiciones, la imagen del sol está ligada frecuentemente a la de un árbol, como si el sol fuera el fruto del “Árbol del Mundo”; deja su árbol al comienzo del ciclo y viene a reposarse en él cuando acaba ( NA: Esto no carece de relación con lo que hemos indicado en otra parte en lo que concierne a la transferencia de algunas designaciones desde las constelaciones polares a las constelaciones zodiacales o inversamente ( ver El Rey del Mundo (RGRM), cap. X ). De una cierta manera, el sol puede decirse “hijo del Polo”; de ahí la anterioridad del simbolismo “polar” en relación al simbolismo “solar”. ). En los ideogramas chinos, el carácter que designa la puesta del sol lo representa reposándose sobre un árbol al final del día ( que es análogo al fin del ciclo ); la oscuridad está representada por un carácter que figura al sol caído al píe del árbol. En la India, se encuentra el árbol triple que lleva tres soles, imagen de la Trimûrti, así como el árbol que tiene por frutos doce soles, que son, como acabamos de decirlo, los doce Adityas; en China, se encuentra igualmente, el árbol con doce soles, en relación con los doce signos del Zodiaco o con los doce meses del año como los Adityas, y a veces también con diez, número de la perfección cíclica como en la doctrina pitagórica ( Cf., en la doctrina hindú, los diez Avatâras que se manifiestan durante la duración de un Manvantara. ). De una manera general, los diferentes soles corresponden a las diferentes fases de un ciclo ( En los pueblos de América central, las cuatro EDADES en las que se divide el gran periodo cíclico se consideran como regidas por cuatro soles diferentes, cuyas designaciones se sacan de su correspondencia con los cuatro elementos. ); salen de la unidad al comienzo de éste y vuelven a entrar en ella al final, que coincide con el comienzo de otro ciclo, en razón de la continuidad de todos los modos de la Existencia Universal. … RGSC IX

Lo que sigue es más enigmático: Set logró entrar en el Paraíso terrestre y pudo así recuperar el precioso vaso; ahora bien: Set es una de las figuras del Redentor, tanto más cuanto que su nombre mismo expresa las ideas de fundamento y estabilidad, y anuncia de algún modo la restauración del orden primordial destruido por la caída del hombre. Había, pues, desde entonces, por lo menos una restauración parcial, en el sentido de que Set y los que después de él poseyeron el Graal podían por eso mismo establecer, en algún lugar de la tierra, un centro espiritual que era como una imagen del Paraíso perdido. La leyenda, por otra parte, no dice dónde ni por quién fue conservado el Graal hasta la época de Cristo, ni cómo se aseguró su transmisión; pero el origen céltico que se le reconoce debe probablemente dejar comprender que los druidas tuvieron una parte de ello y deben contarse entre los conservadores regulares de la tradición primordial. En todo caso, la existencia de tal centro espiritual, o inclusive de varios, simultánea o sucesivamente, no parece poder ponerse en duda, como quiera haya de pensarse acerca de la localización; lo que debe notarse es que se adjudicó en todas partes y siempre a esos centros, entre otras designaciones, la de “Corazón del Mundo”, y que, en todas las tradiciones, las descripciones referidas a él se basan en un simbolismo idéntico, que es posible seguir hasta en los más precisos detalles. ¿No muestra esto suficientemente que el Graal, o lo que está así representado, tenía ya, con anterioridad al cristianismo, y aun de todo tiempo, un vínculo de los más estrechos con el Corazón divino y con el Emmanuel, queremos decir, con la manifestación, virtual o real según las EDADES, pero siempre presente, del Verbo eterno en el seno de la humanidad terrestre? … SFCS EL SAGRADO CORAZON Y LA LEYENDA DEL SANTO GRAAL

La relación existente entre el centro y la circunferencia, o entre lo que respectivamente representan, está ya bien claramente indicada por el hecho de que la circunferencia no podría existir sin su centro, mientras que éste es absolutamente independiente de aquélla. Tal relación puede señalarse de manera aún más neta y explícita por medio de radios que salen del centro, y terminan en la circunferencia; esos radios pueden, evidentemente, figurarse en número variable, puesto que son realmente en multitud indefinida, al igual que los puntos de la circunferencia que son sus extremidades; pero, de hecho, siempre se han elegido para figuraciones de ese género números que tienen de por sí un valor simbólico particular. Aquí, la forma más sencilla es la que presenta solamente cuatro radios que dividen la circunferencia en partes iguales, es decir, dos diámetros ortogonales que forman una cruz en el interior del círculo (fig. 2). Esta nueva figura tiene la misma significación general que la primera, pero se le agregan significaciones secundarias que vienen a completarla: la circunferencia, si se la representa como recorrida en determinado sentido, es la imagen de un ciclo de manifestación, como esos ciclos cósmicos de que particularmente la doctrina hindú ofrece una teoría en extremo desarrollada. Las divisiones determinadas sobre la circunferencia por las extremidades de los brazos de la cruz corresponden entonces a los diferentes períodos o fases en que se divide el ciclo; y tal división puede encararse, por así decirlo, a escalas diversas, según se trate de ciclos más o menos extensos: se tendrá así, por ejemplo, y para atenernos solo al orden de la existencia terrestre, los cuatro momentos principales del día, las cuatro fases de la luna, las cuatro estaciones del año, y también, según la concepción que encontramos tanto en las tradiciones de la India y de América Central como en las de la Antigüedad grecolatina, las cuatro EDADES de la humanidad. No hacemos aquí más que indicar someramente estas consideraciones, para dar una idea de conjunto de lo que expresa el símbolo en cuestión; están, por otra parte, vinculadas directamente con lo que diremos en seguida. … SFCS LA IDEA DEL CENTRO EN LAS TRADICIONES ANTIGUAS

Al comienzo de las Rasà’i-l-Ijwàn es-safà (“Epístolas de los Hermanos Sinceros”: los Hermanos Sinceros (o “Hermanos de la Pureza”) eran una organización esotérica del siglo X, a la cual se asocian en parte los orígenes de la filosofía islámica. (N. del T)), los cuatro términos del cuaternario fundamental se enumeran así: 1) el Principio designado como el-Bâri, “el Creador” (lo cual indica que no se trata del Principio supremo, sino solo del Ser, en tanto que principio primero de la manifestación, que, por lo demás, es, en efecto, la Unidad metafísica); 2) el Espíritu universal; 3) el Alma universal; 4) la Hylé (‘materia’) primordial. No desarrollaremos por ahora los diversos puntos de vista según los cuales podrían considerarse esos términos; especialmente, podría hacérselos corresponder respectivamente a los cuatro “mundos” de la Cábala hebrea, que tienen también su exacto equivalente en el esoterismo islámico. Lo que interesa por el momento es que el cuaternario así constituido se ve como presupuesto por la manifestación, en el sentido de que la presencia de todos sus términos es necesaria para el desarrollo completo de las posibilidades que ella comporta; y por eso — se agrega — en el orden de las cosas manifestadas se encuentra siempre particularmente la señal (podría decirse, en cierto modo, la “signatura”) del cuaternario: de ahí, por ejemplo, los cuatro elementos (descontando aquí el Éter, pues no se trata sino de los elementos “diferenciados”), los cuatro puntos cardinales (o las cuatro regiones del espacio que les corresponden, con los cuatro “pilares” del mundo), las cuatro fases en que todo ciclo se divide naturalmente (las EDADES de la vida humana, las estaciones en el ciclo anual, las fases lunares en el ciclo mensual, etc), y así sucesivamente; se podría establecer de esta suerte una multitud indefinida de aplicaciones del cuaternario, todas vinculadas entre sí por correspondencias analógicas rigurosas, pues no son, en el fondo, sino otros tantos aspectos más o menos especiales de un mismo “esquema” general de la manifestación. … SFCS LA TETRAKTYS Y EL “CUADRADO DE CUATRO”

Es bien evidente, en efecto, que el “Señor de los tiempos” no puede estar por su parte sometido al tiempo, el cual tiene en él su principio, así como, según la enseñanza de Aristóteles, el primer motor de todas las cosas, o principio del movimiento universal, es necesariamente inmóvil. Es ciertamente el Verbo eterno aquel a quien los textos bíblicos designan a menudo como el “Antiguo de los Días”, el Padre de las EDADES o de los ciclos de existencia (éste es el sentido propio y primitivo de la palabra latina saeculum, así como del griego aión y del hebreo ‘olam, a los cuales traduce); e importa notar que la tradición hindú le da también el título de Purâna-Púrusha, cuyo significado es estrictamente equivalente. … SFCS ALGUNOS ASPECTOS DEL SIMBOLISMO DE JANO

En figura de pez, Vishnu, al final del Manvántara que precede al nuestro, se aparece a Satyávrata (Este nombre significa literalmente ‘consagrado a la verdad’; y esta idea de la ‘Verdad” se encuentra en la designación del Satya-Yuga, la primera de las cuatro EDADES en que se divide el Manvántara. Se puede notar también la similitud de la palabra Satya con el nombre Saturno, considerado precisamente en la antigüedad occidental como el regente de la “edad de oro”; y, en la tradición hindú, la esfera de Saturno se llama Satya-Loka), que, con el nombre de Vaivásvata (Nacido de Vivásvat, uno de los doce Aditya, que se consideraría como otras tantas formas del Sol, en correspondencia con los doce signos del Zodiaco, y de los cuales se dice que aparecerán simultáneamente al fin del ciclo. (Cf. Le Roi du Mondo, caps. IV y XI)), será el Manu o Legislador del ciclo actual. El dios le anuncia que el mundo va a ser destruido por las aguas, y le ordena construir el arca en la cual deberán encerrarse los gérmenes del mundo futuro; luego, siempre en forma de pez, guía él mismo el arca sobre las aguas durante el cataclismo; y esta representación del arca conducida por el pez divino es tanto más notable cuanto que se encuentra su equivalente en el simbolismo cristiano (L. Charbonneau-Lassay cita, en el estudio antes mencionado, “el ornamento pontifical decorado con figuras bordadas que envolvía los restos de un obispo lombardo del siglo VIII o IX, en el cual se veía una barca conducida por el pez, imagen de Cristo sosteniendo su Iglesia”. El arca ha sido considerada a menudo como una figura de la Iglesia, así como la barca (que fue antiguamente, junto con las llaves, uno de los emblemas de Jano; cf. Autorité spirituelle et Pouvoir temporel, cap. VIII); es, pues, ciertamente, la misma idea que encontramos expresada así en el simbolismo hindú y en el simbolismo cristiano). … SFCS ALGUNOS ASPECTOS DEL SIMBOLISMO DEL PEZ

Hay aún, en el Matsya-avatâra, otro aspecto que debe retener particularmente nuestra atención: después del cataclismo, o sea al comienzo mismo del presente Manvántara, él aporta a los hombres el Veda, que ha de entenderse, según la significación etimológica de la palabra (derivada de la raíz vid-, ‘saber’), como la Ciencia por excelencia o el Conocimiento sagrado en su integridad: es ésta una de las más netas alusiones a la Revelación primordial, o al origen “no humano” de la Tradición. Se dice que el Veda subsiste perpetuamente, siendo en sí mismo anterior a todos los mundos; pero está en cierto modo escondido o encerrado durante los cataclismos cósmicos que separan los diferentes ciclos, y debe luego ser manifestado nuevamente. La afirmación de la perpetuidad del Veda está, por otra parte, en relación directa con la teoría cosmológica de la primordialidad del sonido entre las cualidades sensibles (como cualidad propia del Éter, Ákâça, que es el primero de los elementos) (Cf. nuestro estudio sobre “La Théorie hindoue des cinq éléments”, en É. T., agosto-septiembre de 1935); y esta teoría no es en el fondo otra cosa sino la que otras tradiciones expresan al hablar de la creación por el Verbo: el sonido primordial es esa Palabra divina por la cual, según el primer capítulo del Génesis hebreo, han sido hechas todas las cosas (Cf. igualmente el comienzo del Evangelio de San Juan). Por eso se dice que los Rshi o Sabios de las primeras EDADES han “oído” el Veda: la Revelación, siendo obra del Verbo, como la creación misma, es propiamente una “audición” para aquel que la recibe; y el término que la designa es Çruti, que significa literalmente “lo oído” (Sobre la distinción entre la Çruti y la Smrti y sus relaciones, véase L’Homme et son devenir selon le Vêdânta (HDV), cap. I. Debe quedar en claro que si empleamos aquí la palabra “revelación” en lugar de “inspiración”, es para señalar mejor la concordancia de los diferentes simbolismos tradicionales, y que por otra parte, como todos los términos teológicos, ése es susceptible de una transposición que sobrepasa el sentido específicamente religioso que se le da de modo exclusivo en Occidente). … SFCS ALGUNOS ASPECTOS DEL SIMBOLISMO DEL PEZ

En un libro reciente (W. F. Jackson Knight, Cumaean Gates, a reference of the Sixth “Aeneid” to Initiation Pattern, Basil Blackwell, Oxford), W. F. Jackson Knight expone interesantes investigaciones que tienen por punto de partida el pasaje del libro VI de la Eneida donde se describen las puertas del antro de la Sibila de Cumas: ¿por qué el laberinto de Creta y su historia están figurados en esas puertas? El autor se niega con razón a ver en ello, como lo han hecho algunos que no van más allá de las concepciones “literarias” modernas, una simple digresión más o menos inútil; estima, al contrario, que ese pasaje debe tener un valor simbólico real, fundándose en una estrecha relación entre el laberinto y la caverna, vinculados ambos con la misma idea de un viaje subterráneo. Esta idea, según la interpretación que el autor da de hechos concordantes pertenecientes a épocas y regiones muy diversas, habría estado originariamente en relación con los ritos funerarios y luego, en virtud de cierta analogía, habría sido transportada a los ritos iniciáticos; volveremos más en particular sobre este punto en lo que sigue, pero debemos antes formular algunas reservas sobre el modo en que el autor concibe la. iniciación. Parece, en efecto, encararla únicamente como un producto del “pensamiento humano”, dotado por otra parte de una vitalidad que le asegura una especie de permanencia a través de las EDADES, aun si a veces no subsiste, por así decirlo, sino en estado latente; no tenemos necesidad alguna, después de todo cuanto hemos ya expuesto acerca de este asunto, de mostrar una vez más la insuficiencia de ese punto de vista, ya por el solo hecho de que no tiene en cuenta los elementos “sobrehumanos”, que en realidad constituyen precisamente lo esencial. Insistiremos solo en esto: la idea de una subsistencia en estado latente trae aparejada la hipótesis de una conservación en un “subconsciente colectivo”, tomada de ciertas teorías psicológicas recientes; como quiera que se opine acerca de éstas, hay en todo caso, en la aplicación así efectuada, un completo desconocimiento de la necesidad de la “cadena” iniciática, es decir, de una transmisión efectiva e ininterrumpida. Cierto es que hay otra cuestión que es preciso guardarse de confundir con aquélla: ha podido ocurrir a veces que cosas de orden propiamente iniciático llegaran a expresarse a través de individualidades que no eran conscientes en modo alguno de su verdadera significación, y nos hemos explicado anteriormente sobre ello con motivo de la leyenda del Graal ( (Ver caps. III y IV)); pero, por una parte, eso nada tiene que ver con lo que es la realidad de la iniciación misma, y, por otra, no podría entenderse así el caso de Virgilio, en quien hay, como en Dante, indicaciones demasiado precisas y demasiado manifiestamente conscientes para que sea posible admitir que haya sido extraño a toda vinculación iniciática efectiva. Aquello de que aquí se trata nada tiene que ver con la “inspiración poética” tal como se la entiende en la actualidad, y a este respecto Jackson Knight está por cierto demasiadamente dispuesto a compartir los puntos de vista “literarios” a los cuales, sin embargo, su tesis se opone en lo demás; pero no por eso hemos de desconocer todo el mérito que corresponde a un autor universitario por tener el valor de abordar ese tema, e incluso, simplemente, de hablar de iniciación. … SFCS LA CAVERNA Y EL LABERINTO